Capítulo 18: La unión hace la fuerza

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Jamie las recibió amablemente y les indicó el camino hasta el salón, donde ya se encontraban algunas de las asistentes. Para sorpresa de Luisita y Amelia, alguna de ellas hablaba también español, así que no se les hizo tan complicado integrarse en la conversación. Acudieron unas 20, la mayoría de la zona de Londres, pero también de ciudades como Manchester o Leeds.

Se encontraron con un ambiente muy distendido en el que se sintieron la mar de cómodas. Debatieron sobre la importancia de las lesbianas dentro de la comunidad homosexual, alegando que la necesidad de formar agrupaciones exclusivamente lésbicas se debía en parte a que no se sentían integradas en los círculos gays. Durante mucho tiempo habían compartido espacios comunes, ayudando incluso para que se consiguiera la despenalización de la homosexualidad con el Sexual offences act de 1967. El lesbianismo nunca estuvo penado, ya que era impensable que las señoritas pudieran cometer tales actos, por lo que su colaboración con ellos estuvo motivada por la solidaridad. Sin embargo, muchas señalaban haberse encontrado con actitudes sexistas, con hombres anteponiendo sus prioridades a las de las mujeres y relegándolas a un segundo plano. Por ello, consideraban que había llegado el momento de reclamar su propio espacio, de crear sus propias organizaciones y fomentar la cultura sáfica en particular. Aunque tuvieran un punto de lucha común con la comunidad gay, ambos colectivos eran diferentes a ojos de la sociedad. El ser hombre o mujer era un factor que inevitablemente lo condicionaba todo. No debían olvidar que el deseo entre mujeres había sido aún más invisibilizado históricamente, precisamente por las claras diferencias entre los dos sexos. Los hombres siempre habían disfrutado de más privilegios, como el acceso a la educación, y por lo tanto tenían mucho más poder. Desde hace siglos, la cultura estaba en sus manos. Ellos la producían y tenían potestad para decidir qué se publicaba y quién lo publicaba. Ellos adaptaban y traducían las obras más antiguas omitiendo todo aquello que no les pareciera moral o correcto, incluyendo el deseo entre mujeres. Por eso era tan complicado encontrar productos culturales donde aparecieran parejas de mujeres, ya no como protagonistas, sino meramente como personajes secundarios, y que llamaran a las cosas por su nombre en vez de maquillarlo con conceptos como la "amistad romántica". Y esos productos, en muchas ocasiones, no pertenecían a mujeres sino que eran creados por hombres con una visión distorsionada de la realidad.

Eran muchas las mujeres que se sentían atraídas por otras mujeres pero que no se decidían a dar un paso al frente, por miedo o por desconocimiento, porque pensaban que estaban solas. Detrás de todas ellas, no solo había una historia por contar, sino una necesidad de ser escuchadas. Se encontraban en una época de cambio, donde las influencias de otros países como Estados Unidos estaban resultando cruciales. El feminismo estaba cada vez más a la orden del día, diversas corrientes ideológicas confluían sobre este asunto, todas con un aparente objetivo común que era la conquista de derechos. Sin embargo, incluso dentro de los círculos feministas se había podido percibir el rechazo y la segregación hacia las mujeres lesbianas. Y es que la percepción del mundo a través del prisma de una mujer heterosexual distaba en muchos aspectos de la que pudiera tener una mujer lesbiana. Las lesbianas no consideraban necesaria la figura de un hombre en sus vidas, cosa que las demás sí. Esta divergencia entre los dos grupos hizo que cada una tomara un enfoque distinto sobre cómo debían hacerse las cosas y los roces empezaron a ser cada vez más evidentes. Por eso consideraban necesario alzar la voz, afirmar que estaban ahí, que existían y que su punto de vista también era válido. El deseo entre mujeres no era algo nuevo, y estaba muy lejos de desaparecer, así que era hora de reafirmarse en su identidad y de lucirla con orgullo. Tenían que tomar las riendas de su propia lucha y velar por sus intereses sin necesidad de quedar a merced de nadie. Con ayuda o sin ella, debían apoyarse las unas en las otras y por fin ser dueñas de su propio destino.

Con todas estas ideas en mente había surgido la Lesbian Line. Con el objetivo de asesorar a todas aquellas mujeres que lo necesitaran, para acompañarlas en el proceso de aceptación de su sexualidad, o para simplemente crear un punto de encuentro. Viendo que se habían unido a la causa chicas de distintas partes del país, y teniendo en cuenta las limitaciones telefónicas de la época, intentaron buscar alternativas para que todas pudieran aportar algo. La Lesbian Line estaba pensada para establecerse en Londres, así que se planteó la posibilidad de crear más líneas telefónicas en ciudades como Manchester y Leeds pero para ello debían encontrar suficientes voluntarias como para mantenerla. No contaban con ninguna ayuda económica por parte de las instituciones, por lo que el costo de todo lo que hacían corría de su cuenta.

ENTRE MADRID Y MANCHESTEROù les histoires vivent. Découvrez maintenant