Capítulo 28: La esperanza es lo último que se pierde

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Martes, 16 de agosto de 1977

Estaban comiendo cuando lo anunciaron: Elvis Presley había muerto de un infarto a los 42 años. Se abría la veda de las especulaciones alrededor de su fallecimiento, así como los sucesivos comentarios sobre los malos hábitos que se le conocían y que podrían haberle llevado a ese trágico final. Los datos iban llegando poco a poco, al parecer le habían encontrado en su casa y los intentos por reanimarle fueron en vano. Las radios se llenaron de sus temas más conocidos a modo de homenaje a su exitosa trayectoria musical.

En medio del revuelo y el asombro que reinaba aquel día entre la gente ante tal inesperada noticia, Luisita y Amelia se dirigían a uno de los teatros de la zona para seguir con su particular gira y que Amelia se diera a conocer, tal y como habían hablado hace unos días. También estuvieron pegando algunos carteles sobre la línea telefónica, ya bautizada oficialmente como "Lesbian link", que ya estaba más que lista para su inminente apertura. Amelia había ido por la mañana a hablar con Amy mientras Luisita estaba en el trabajo y ya habían contactado con un par de imprentas de confianza para hacer llegar el mensaje al mayor número de gente posible. Después de una agotadora tarde de aquí para allá, viendo que el cielo ya comenzaba a nublarse y que se acercaba la hora de la cena, cogieron el autobús para volver al hostal.

- Pues yo creo que no van a tardar en llamarte.

- Bueno, ya veremos...

- En serio, te dije que tengo un presentimiento.

- Tú y tus presentimientos - rio.

- ¡Oye! - le dio en el brazo. - Hablas como si solieran fallarme.

- Que no – dijo divertida. – De verdad que te agradezco los ánimos.

- Tenemos que ser positivas, esta vez nos tienen que salir las cosas bien.

- Que ya es hora, ¿no? - la miró con una sonrisa.

- Pues sí - sonrió también. - que ya bastante hemos pasado.

Amelia se aguantó las irremediables ganas de comérsela a besos ahí mismo delante del resto de pasajeros.

- Pase lo que pase, yo lo que quiero es pasarlo contigo.

Luisita la miró con una sonrisa y se mordió el labio, reprimiéndose también.

- Ya verás cuando lleguemos a la habitación - y Amelia empezó a reír, deseando comprobar lo que le esperaba.

Jueves, 18 de agosto de 1977

En cuanto Luisita pudo bajarse de la camilla, se abrazó con fuerza a su mujer, liberándose de toda la tensión que llevaba arrastrando desde que llegaron a la ciudad hacía ya más de un mes. Las preocupaciones iniciales sobre cómo se iría desarrollando el tratamiento y si su cuerpo le permitiría afrontarlo ya eran cosa del pasado. Estaba emocionada y sus lágrimas empezaron a caer sobre el hombro de Amelia, que también estaba a punto de ponerse a llorar al verla en ese estado y por todo lo que aquello significaba. La suerte estaba echada, ya habían completado el tratamiento, habían hecho todo lo que estaba en sus manos y ahora solo quedaba esperar.

- Amelia, que ya está, que ya está hecho - dijo sin querer soltarla. 

- Sí, cariño, lo has hecho muy bien.

Andrea se encontraba al otro lado de la camilla, presenciando la escena con una sonrisa y embargada también por la emoción del momento.

- Estoy que no me lo creo...

- A ver, respira - rio Amelia, que no había podido evitar unirse a su llanto.

- Lo intento... - dijo limpiándole las lágrimas.

- Anda que si nos ponemos así ahora... no me quiero imaginar luego si nos lo confirman.

- A mí me da algo - rio antes de besarla y volvió a abrazarla.

- Más te vale que no, eh.

Fueron también corriendo a abrazar a Andrea porque sin su ayuda nada de esto habría sido posible, este pequeño triunfo también era suyo. Les había demostrado que era una gran persona, una gran amiga y sobre todo una gran profesional. Se había involucrado muchísimo, incluso cuando no le correspondía hacerlo, y era algo por lo que le estarían siempre agradecidas. Andrea era conocedora de lo que les había costado llegar hasta aquí y no podía alegrarse más por ellas. Ya solo el hecho de haber podido completar el tratamiento era muy buena señal, otras pacientes habían tenido que interrumpir el proceso por diversos motivos. Había esperanzas de que en este caso realmente funcionara, aunque eso se sabría con certeza en unas dos semanas, según los resultados de los análisis. Aquellos días se les iban a hacer eternos. 

Hace apenas unas semanas estaban en Madrid, planificando los gastos para poder ahorrar e intentarlo en dos años, y ahora estaban en Manchester, con el tratamiento ya finalizado y a la espera de que se produjera la gran noticia. Había posibilidades de que no se quedara en estado a la primera, la fecundación in vitro no era infalible y además estaba aún en fase experimental, pero en ese momento estaban tan entusiasmadas que ni siquiera podían pensar en eso. No podían y en el fondo tampoco querían bajarse de esa nube.

Muy a su pesar Amelia tuvo que despedirse de su mujer poco después porque el deber la llamaba. Luisita había podido faltar al despacho porque su horario era mucho más flexible y Sandra, que conocía su situación, no tenía problemas en hacerle el favor pero el jefe de Amelia no le pasaba ni una. Sin embargo, no querían que aquel fuera un día cualquiera, estaban de celebración, y por eso decidieron ir a cenar al sitio que ya se estaba convirtiendo en el restaurante de las ocasiones especiales, aquel al que fueron nada más llegar para celebrar que estaban recién casadas. Y aunque no pudieron alargar demasiado la velada porque al día siguiente tenían que madrugar, acabaron la noche por todo lo alto.

- Joder, Amelia... - se dejó caer en el colchón, agotada.

La morena rio y escaló por la cama hasta tumbarse a su lado.

- ¿Qué tal?

- Como si no lo supieras ya - giró la cara para ver la expresión de orgullo que tenía.

- Pero me gusta oírtelo decir - dijo mirándola sonriente, apoyando el codo en la almohada.

- Pues... - se giró del todo y le puso una pierna encima, retomando el contacto - sin palabras.

- ¿Sin palabras? - repitió divertida.

- Tonta - dijo entre risas y la besó para no dejarle opción a réplica.

- Me encanta verte así - dijo mirándola con los ojos brillantes y llenos de ilusión.

- ¿Así cómo?

- Feliz. - Luisita no pudo ni quiso esconder la sonrisa. - ¿Te he dicho alguna vez lo guapa que eres?

- Mmmm... creo que no - bromeó.

- Uy, pues te lo voy a empezar a decir... porque no puede ser eso. - llevó una mano a su mejilla y la besó con lentitud, juntando sus frentes al acabar - Guapa - susurró.

Luisita negó con una sonrisa y le dio otro beso.

- ¿Crees que nos estamos precipitando? - se atrevió a preguntar, llevaba todo el día pensando en si estaban celebrando antes de tiempo. Amelia entendió a lo que se refería.

- Vamos a ser positivas - hizo alusión a su conversación de hace un par de días. - Cuando llegue el momento de saber el resultado lo afrontaremos juntas... mientras tanto vamos a centrarnos en todo lo que tenemos por hacer y así se nos hará más llevadera la espera. 

- Madre mía... la semana que viene ya empezamos con la línea telefónica, qué ganas.

- Y a la siguiente el teatro, anda que no tenemos motivos para estar contentas. 

- Sí - sonrió de nuevo y se acomodó sobre su pecho, lista para dormir.

- Buenas noches - le dejó un beso en la cabeza.

- Buenas noches.

Y en seguida se quedaron completamente dormidas, después de un día que había estado plagado de emociones y con esas esperanzas y esas ganas de mirar al futuro con optimismo que nunca debían perder. Después de todo lo que habían vivido, querían pensar que a ellas también les podían salir las cosas bien. Se lo merecían. 

ENTRE MADRID Y MANCHESTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora