Capítulo 27: Se abre el telón

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Sábado, 13 de agosto de 1977 

Amelia estaba terminando de prepararse para ir al trabajo después de una primera semana en la que las sensaciones no habían sido del todo buenas. No era el trabajo de su vida y eso lo supo desde el principio, aunque intentaba sobrellevarlo pensando en que aquello era temporal. No resultaría sencillo abrirse paso de nuevo en el mundo del espectáculo y a pesar de tener ya cierto currículum, prácticamente empezaba desde cero. Le tocaba darse a conocer y llamar a todas las puertas para que supieran que estaba ahí, hacerse ver y oír. Luisita iba a estar a su lado apoyándola y a eso se aferraba para mantener la esperanza, a su idealismo, pero se avecinaban muchos gastos y también tocaba ser realista. Para empezar, si les confirmaban el embarazo ya debían de ir mirando una casa donde vivir e ir preparando la llegada del bebé, que tampoco resultaría barato.

- Me parece a mí que voy a tener que estar atenta para que nadie venga a quitarme a la mujer – dijo Luisita divertida.

- Tonta... - rio – es que si no me pongo algo ligero me muero de calor dentro de ese uniforme.

- Estás preciosa – se acercó con una sonrisa a darle un beso.

- ¿Seguro que quieres venir?

- Claro que sí, así te hago compañía – la agarró de la cintura. - ¿Qué pasa? ¿No quieres que vaya?

- Sí, pero ya sabes cómo es la gente... que hay de todo.

- Que sí, que yo me controlo – dijo para tranquilizarla– aunque –

- Luisita... prométemelo.

- Te lo promeeeto.

- Así mejor – sonrió y volvió a besarla.

Cogieron el autobús y se reunieron con Carlos, Andrea y David en el restaurante donde trabajaban. Las chicas se sentaron en una de las mesas de la terraza y mientras pedían, salieron los dos ya con el traje puesto para comenzar su turno.

- Pa – dijo David al reconocer a su padre.

- Sí, hijo, sí, soy papá – le dio un beso en la cabeza. – A ver cómo se nos da el día.

- Con nosotras aquí seguro que mucho mejor – dijo Andrea.

No tardaron en traerles la comida y estuvieron charlando sobre la línea telefónica, que estaba cada vez más cerca de convertirse en una realidad. Habían hablado ya con Jamie y solo quedaba reunirse otra vez para repartirse los turnos y organizarse con los carteles para publicitarla. Mientras tanto, Amelia y Carlos seguían repartiendo panfletos y se estaban volviendo unos expertos en esto de adivinar la reacción de los viandantes antes de ofrecérselos.

- Amor – la llamó Luisita desde su sitio.

- ¿Qué?

- Ven – y Amelia se acercó hasta su mesa.

- ¿Qué pasa? Que como me pille el jefe aquí de cháchara...

- Abre la boca. – dijo con el perrito en la mano y Amelia la miró extrañada. - ¿No tienes hambre?

- Sí, pero...

- Pues abre, que yo ya no quiero más – se lo metió en la boca y empezó a reír al verla. – Ahora vuelves a por el resto.

**

- ¿Diga?

- ¡Felicidadeees! – exclamaron ambas pegadas al auricular.

- Gracias, gracias – dijo Manolín al otro lado de la línea. – Qué sorpresa.

- ¿Te pensabas que no te íbamos a felicitar o qué? – preguntó Luisita medio ofendida.

ENTRE MADRID Y MANCHESTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora