Capítulo 30: Todo llega para quien sabe esperar

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No era plato de buen gusto asimilar lo que había pasado. Por mucho que fueran conscientes de que existía esa posibilidad, hasta que no te encuentras de frente con el golpe de realidad no sabes cómo vas a reaccionar. Estuvieron un rato hablando con Andrea después de la noticia, un rato en el que Luisita apenas medió palabra y eso en ella era de lo más extraño. Estaba de cuerpo presente en esa sala pero parecía que la conversación no era de su incumbencia, como si estuvieran hablando de otra persona y fuera una mera espectadora. Aprovechando el instante en el que se ausentó para ir al baño, Andrea intentó tranquilizar a Amelia que al verla así no pudo evitar preocuparse. Le aconsejó que le dejara tiempo y espacio para hacerse a la idea porque aunque aquello fuera un mal trago para las dos, Luisita inevitablemente lo estaba viviendo de manera diferente. Había sido ella la que se había sometido al tratamiento, la que había soportado los pinchazos de hormonas, los continuos análisis, a la que habían operado con todo lo que eso conllevaba tanto física como mentalmente.

Amelia se llevó una gran decepción al leer el informe, era inútil negarlo, pero una vez más sintió que debía dejar a un lado su propio dolor y sacar fuerzas de donde fuera porque su mujer la necesitaba. Sin embargo, no podía ignorar ese sentimiento de culpabilidad que ahora llevaba dentro. Pensó en si quizás había contribuido a que se hiciera demasiadas ilusiones, aunque su intención fuera la de hacerle más llevadera la espera y que no se llevara sobresaltos. Y también se sentía culpable por no poder cambiarse por ella ahora mismo, por no saber qué hacer exactamente para hacerla sentir mejor porque si estuviera en su mano lo haría sin dudar.

- Cariño... - se sentó en la cama y le pasó la mano por la espalda. - ¿Seguro que no quieres hablar? Creo que te vendría bien desahogarte.

- No tengo ganas - verbalizó por fin y Amelia suspiró de impotencia ante su respuesta. - Necesito estar sola. - añadió para no preocuparla. - Tú vete que tendrás que trabajar.

- No puedo dejarte así.

- Puedes irte tranquila, que esto se me pasa.

- Luisita...

- Por favor - le suplicó hasta con la mirada. - y tampoco llames a nadie para que venga a estar pendiente de mí.

Le dolió en el alma tener que ceder en ese momento pero no quiso insistir más porque no haría más que empeorar las cosas. Si necesitaba estar sola, no le quedaba más remedio que aceptarlo. Ya tendrían esa conversación pendiente cuando estuviera preparada. Miró el reloj y vio que quedaba poco para que pasara el autobús así que se acercó a la mesa y cogió su llave.

- De acuerdo, luego vengo... - se agachó y le dio un beso en la mejilla. - Si necesitas cualquier cosa llama al restaurante, ¿vale? - la rubia asintió. - Te quiero.

- Te quiero - dijo lo suficientemente alto para que la escuchara.

Cuando cerró la puerta, Luisita no tardó en comenzar a llorar después de minutos conteniéndose para no hacerlo en público y montar un espectáculo. Un llanto lleno de frustración, de pena, de rabia... resignada al verse de nuevo en la casilla de salida. Su instinto del que tanto presumía le había fallado, sus ganas de ser madre la habían cegado y la realidad la había puesto una vez más en su sitio. Se sentía una tonta por pensar que aquello sería tan fácil y que la vida se iba a portar bien con ella después de todo lo que la había hecho pasar últimamente. Todos esos planes de futuro que tantas veces se había imaginado volvían a ser castillos en el aire, una quimera que cada vez parecía más difícil de alcanzar.

Amelia se fue preocupada al trabajo y si no hubiera sido porque necesitaban el dinero, lo habría mandado al garete con tal de quedarse junto a su mujer si hubiera hecho falta. Nunca se habían enfrentado antes a una situación como aquella y les tocaba aprender a gestionarla de la mejor forma posible. Y mira que habían vivido malas experiencias juntas, incluso peores que esa, pero cada una era diferente y tenía sus propios matices. Lo único que tenían en común era que eran dificultades que tenían que superar para seguir adelante y lo harían. Siempre lo habían hecho y esta vez no iba a ser menos.

ENTRE MADRID Y MANCHESTERWhere stories live. Discover now