Capítulo 1: A quien madruga, le toca lidiar con Luisita

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Sonó el despertador por última vez entre las cuatro paredes de su habitación. Amelia, como de costumbre, se acercó a apagarlo consciente de que haría falta algo más que eso para levantar a su novia de la cama. Se giró y la observó dormir durante unos instantes, recreándose en cada detalle de aquella mujer que era capaz de romper todos sus esquemas con tan sólo una mirada. Embarcarse en esta aventura no era algo que entrara en sus planes cuando llegó a Madrid hace unos dos años, pero con Luisita al lado, lo que parecía imposible acababa haciéndose realidad.

- Luisita, cariño... hay que levantarse. – dijo casi en un susurro, acercándose delicadamente para no sobresaltarla demasiado.

- Mmmm... un poco más, Amelia. – rogó Luisita cual niña pequeña.

- Siempre igual, eh. – sonrió Amelia mientras la rodeaba con los brazos.

- ¿Eso es un sí?

- Sólo cinco minutos, que no nos va a dar tiempo a dejarlo todo preparado. – se rindió Amelia, sabiendo que no podía resistirse a sus peticiones.

- Anda, relájate... ven aquí. – dijo acercándose a dejar un tímido beso en el cuello de Amelia para después acurrucarse en él.

Cinco minutos en los que una Amelia pensativa, mirando al techo, intentó disfrutar de la quietud de su intimidad. Una quietud que no duraría más que aquellos cinco minutos, porque en cuanto se levantara de la cama, sabía que los nervios y la nostalgia se apoderarían de ella. Mientras tanto, notaba la respiración de Luisita contra su piel, y llegó a temer por un momento que podría volver a quedarse dormida así que acabó por estirar levemente el brazo en busca del despertador. Cuando lo miró se fijó en que, efectivamente, esos cinco minutos se habían convertido en diez. El tiempo pasaba como si se tratara de un suspiro, haciéndola sentir que nunca tendría suficiente tiempo para disfrutar de Luisita. Dejó un beso en la cabeza de su novia, mientras recorrió su espalda tímidamente en un intento de despertarla de nuevo.

- Amelia.... – dijo con los ojos aún cerrados – no seas aguafiestas...

- ¿Aguafiestas yo? -se incorporó un poco, con la delicadeza suficiente para no interrumpir bruscamente el sueño de Luisita - te he dejado cinco minutos de más y así me lo agradeces.

- Amor... si ya sabes que estoy de broma...

- Pues yo no lo estoy, así que venga, que aún no hemos acabado de preparar las maletas y todavía nos tenemos que despedir de todos... – dijo Amelia un poco más tajante, ya haciendo un amago de levantarse de la cama.

- Tranquila, si nos da tiempo a todo. – replicó sin querer soltarla.

- Luisita, venga... deja que me levante.

Luisita la agarró del camisón, intentando retenerla sin mucho éxito y expresando su frustración porque sabía que Amelia llevaba razón y que inevitablemente tenía que salir de entre aquella maraña de sábanas que formaba todas las noches.

- Voy a preparar algo para desayunar, mientras ve al baño para recoger nuestras cosas ahora que Marina sigue durmiendo.

- Nos hemos levantado demasiado pronto... si ni se ha preparado aún para ir al hotel. – refunfuñó Luisita, incorporándose por fin, pero sin salir de la cama.

- Eso es porque hoy entra más tarde. – recalcó Amelia – Además... son las nueve de la mañana, ¿eso es temprano para ti?

- ¿Las nueve? Si parece que haya dormido solo dos horas.

- Mira que eres exagerada... te recuerdo que fuiste tú la que insistió en que nos teníamos que despedir de las camas por todo lo alto.

- Tampoco te vi poner muchas pegas, eh. – le reprochó Luisita – y lo bien que te lo pasaste anoche, ¿qué?

- Anda.... – volvió a acercarse a la cama para darle un beso rápido- haz lo que te he dicho que voy a encender la tostadora.

Luisita se dirigió al baño con su neceser para lavarse los dientes y ya de paso hacer lo que le había mandado Amelia. Entretanto se quedó un rato mirándose fijamente en el espejo, intentando hacerse a la idea de que realmente se iban. Estaba muy ilusionada porque el fin de su marcha era formar su propia familia, pero había sido todo tan repentino que a veces aún dudaba de si lo que estaba pasando era real. A pesar de eso, aquellas dudas que la abrumaban y la hacían preguntarse si esta vez les saldrían las cosas bien, se disipaban en cuanto se imaginaba la posible cara de su futuro hijo o hija, porque merecía la pena intentarlo.

- Luisita ya están las tostadas. – dijo entrando al baño y encontrándose a su novia en mitad de ese galimatías que eran sus pensamientos - ¿Estás bien?

- ¿Eh? Sí, sí.... ya voy. – la tranquilizó con una sonrisa, metiendo el cepillo de dientes de nuevo en el neceser junto a los últimos enseres que les quedaban en el baño.

Se sentaron en la mesa de la cocina, como cada mañana desde hacía unos meses. Pero esta vez era distinto, esta vez era la última. Atrás quedarían esas mañanas en las que Luisita llegaba con churros o cruasanes para desayunar y el olor del café que había preparado Amelia inundaba la casa.

- Menudo despliegue, ¿no? Café, zumo de naranja, tostadas, cruasanes...

- Bueno, es que tenemos que reponer fuerzas después de lo de anoche... y aguantar lo que se nos viene hoy, que no va a ser poco.

Y efectivamente, el día de hoy estaría lleno de subidas y bajadas emocionales para las que no estaban preparadas en absoluto. La inmediatez de su viaje había precipitado el devenir de los acontecimientos, haciendo que su vida diera un giro de 180 grados de un día para otro. Hace una semana no hubieran imaginado que ese proyecto que tenían en mente a largo plazo, ya que habían calculado que ahorrar lo suficiente les llevaría al menos un par de años, estaba a punto de ponerse en marcha.

- De todas formas, yo no voy a poder con todo, eh, esto es demasiado.

- Qué va... a ver, prueba las tostadas que esta vez no las he quemado. -dijo Amelia orgullosa.

- Ah, ¿no? Entonces habrá que celebrar semejante proeza. – dijo antes de meterse una a la boca.

- Oye, que sólo se me quemaron aquella vez y además te compensé con creces.

- Sí... la verdad es que ahora que lo dices habría preferido que las hubieses quemado... así tendríamos una excusa para volver a la cama.

- Sí, hombre... con lo que me ha costado sacarte de ahí, ¿es que nunca tienes suficiente?

- ¿De ti? Nunca. – la miró insinuante, dedicándole una de esas sonrisas que usaba para ablandar a Amelia. 

- No me vas a liar. – le advirtió, acabándose el café.

- ¿Liar? ¿Yo? No sé de qué me hablas. – dijo haciéndose la inocente.

- ¿Sabes lo que no es un mal plan? Acabar la maleta. –cogió un cruasán y se levantó de la silla- así que ya sabes lo que tienes que hacer -le dio un beso- voy a vestirme.

- ¿Seguro que no quieres que te ayude con eso? – dijo desde la distancia a una Amelia que ya había entrado en la habitación

- He dicho que iba a vestirme, no a desvestirme. 

Luisita suspiró y se dispuso a entrar en la habitación, ya decidida a enfrentarse a la realidad.

ENTRE MADRID Y MANCHESTERWhere stories live. Discover now