Capítulo 37: Lo comido por lo servido

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— Otra cosa no sé, pero ropa precisamente no le va a faltar. Seguro que mamá se encarga de enviaros medio armario por correo.

— Antes de venir ya nos dio una bolsa entera para cuando nazca.

— Esa ropa va a pasar de generación en generación hasta que aguante – rio –. De hecho yo también os puedo mandar algo si queréis, que guardé todo lo que les ponía a las niñas. Tengo cada monería...

— Bueno, primero habrá que ver lo que viene.

— No me seas antigua, Luisi. La ropa está para aprovecharla, ¿qué más dará que sea rosa o azul?

Tres pequeñas fruncieron el ceño extrañadas al escuchar lo que estaban hablando los mayores. Se suponía que estaban jugando, pero eran demasiado curiosas como para no pegar la oreja. Normalmente no solían interrumpir, sus padres les tenían dicho que era de mala educación, pero al oír que las mencionaban no pudieron evitarlo.

— ¿Quién va a nacer? – preguntó una, haciendo que el resto se girara para prestarle atención.

— ¿Qué os tengo dicho, cotillas? – les dijo Leonor.

— Da igual, si se iban a acabar enterando tarde o temprano. – Luisita les hizo un gesto con la mano para que se acercaran. — Resulta que Amelia y yo vamos a tener un bebé.

— Pero... ¿eso se puede?

Comprendían que su tía estuviera saliendo con una mujer, pero nunca antes habían escuchado que dos mujeres pudieran tener un hijo juntas. Era lógico que aquello les pillara por sorpresa, al principio les había chocado hasta a Leonor y a Miguel. Y no solo porque el discurso predominante fuera el de la familia tradicional, sino porque las técnicas de reproducción asistida seguían en fase experimental y había poca información al respecto. De momento solo los que intentaban concebir por esas vías conocían en qué consistían los tratamientos exactamente, era imprudente informar a la población general sobre un asunto que todavía no era definitivo.

— ¿Vais a hacer como Antonella y Rosa? – preguntó otra de ellas, intentando buscar una explicación.

Antonella y Rosa eran unas buenas amigas de México que tenían un niño en común de una relación anterior de Rosa. El pequeño seguía relacionándose con su padre pero desde el principio había conectado de maravilla con Antonella. Hasta el punto de llamarla también mamá. Al padre le costó aceptar la situación, que era bastante atípica, pero no le quedó más remedio que hacerlo al ver lo contento que estaba su hijo con ella.

— No exactamente – intervino Miguel. — ¿Os acordáis de Andrea? Esa chica tan simpática con la que estuvimos en el teatro y que luego vino a cenar –ellas asintieron– Pues es doctora y las va a ayudar.

— ¿Cómo?

— Les va a dar una semilla de esas que hacen falta para que las mujeres puedan quedarse embarazadas – explicó a grandes rasgos.

— Ah... —dijeron intentando encajar las piezas del rompecabezas en su mente. — ¿Y cuándo va a nacer?

— Pues no lo sabemos todavía. – dijo Amelia. – Si todo va bien, puede que el año que viene.

Su mirada buscó la de Luisita y pudo ver su sonrisa al escucharla decir eso. Parecía irreal pero no era descabellado pensar que dentro de un año, por esas mismas fechas, ya podrían ser una familia de tres. Y con suerte, ya vivirían en una casa en condiciones. 

— ¿Quién se va a quedar embarazada? – preguntaron curiosas.

— Yo, pero para eso todavía queda un tiempo. – respondió Luisita.

ENTRE MADRID Y MANCHESTERWhere stories live. Discover now