Capítulo 2: Más vale prevenir que curar

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No era fácil meter tantos años de tu vida en una maleta, y menos aún cuando se sabía la fecha de ida, pero no la de vuelta. Luisita siempre había estado muy apegada a su familia y la idea de tener que separarse de ella durante un tiempo indefinido le rondaba la cabeza constantemente. Ya lo intentó cuando se mudaron a París, y el resultado no fue para nada satisfactorio. Por eso, sólo algo tan fuerte como el deseo de formar su propia familia podía impulsarla a tomar esa decisión de nuevo, y sabía que si quería formar esa familia con Amelia no les quedaba otra opción. Se tenían que marchar. Hubiera deseado que las cosas fueran de otra manera, que las circunstancias no las hubiera puesto en esa tesitura, pero los tiempos aún no habían cambiado lo suficiente.

- Yo me tengo que ir ya que he quedado para una entrevista de trabajo, a ver si hay suerte esta vez.

- Seguro que sí, si eres el mejor arquitecto de todo Madrid. – le dijo Luisita, intentando animarle.

- Eso lo dices porque me miras con buenos ojos. – dijo divertido, recordando esos inicios en los que sus continuos intentos por conquistarla se veían frustrados y aún no sabía que la razón tenía nombre y apellidos.

- No, en serio... - rió Luisita.

- Que sepas que si algún día nos hacemos una casa, te llamaremos para que nos la diseñes tú. 

- Yo encantadísimo. – sonrió Mateo – Mucha suerte, chicas, y en cuanto estéis instaladas nos avisáis, que tenemos que seguir en contacto por carta o como sea.

- Claro, – dijo Amelia – si no vais a notar casi que nos hemos ido, ya veréis.

Marina se secó las lágrimas. Le resultaba inevitable emocionarse al presenciar que a sus amigas les iba bien, y que su relación estaba tan consolidada que se habían animado a dar un paso tan importante. De alguna manera, vió su esfuerzo recompensando. Fueron muchas las ocasiones en las que actuó como paño de lágrimas de las dos, cuando no se decidían a retomar su noviazgo. Recordó ese momento en el que una Luisita algo asustada, le confesó que le gustaban las mujeres y cómo poco después apareció Amelia y le hizo comprender por qué Luisita se había fijado en ella. Y es que no sólo Marina las había ayudado a ellas, también ellas se habían convertido en un pilar fundamental en su vida. Luisita y Amelia eran, sin duda, dos de las mejores personas que había conocido.

- Eso espero... - suspiró- Bueno, yo me voy con Mateo que tengo que hacer unos recados, ya nos vais contando. – abrazó esta vez a Amelia.

- Venga, Marina... que no quiero ponerme a llorar yo también. - la apremió Mateo.

- Sí... mucha suerte, chicas, os quiero mucho. – las miró por última vez, cogiéndolas a ambas de las manos, sellando esa amistad que llevaría ya por siempre en el corazón.

- Y nosotras a ti. – respondieron las dos al unísono, intentando disimular las lágrimas que tenían contenidas y luchaban por salir.

Marina y Mateo salieron por la puerta de aquel piso en el que tantas vivencias habían compartido. Era la primera de tantas despedidas que tendrían que hacer ese día. Un día que se iba a hacer larguísimo para las dos, pero del que recordarían cada detalle, porque esos recuerdos se convertirían en su refugio cuando estuvieran a miles de kilómetros.

- Ahora que nos hemos quedado solas, ¿me vas a contar lo que te ronda por la cabeza?

- ¿A qué te refieres?

- A eso que me ibas a decir cuando te he mencionado la fiesta sorpresa de mi padre, antes de que Marina nos interrumpiera. – aclaró Luisita.

- Ah, eso...

ENTRE MADRID Y MANCHESTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora