Capítulo 9: La intención es lo que cuenta

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Luisita se despertó abrazada a Amelia y aprovechó para taparse mejor porque, aunque estuvieran en pleno verano, el clima de Manchester era considerablemente más frío que el de Madrid. Además, su mujer seguía teniendo la manía de acaparar las sábanas... aunque después de lo de anoche, eso era lo que menos le importaba ahora. Todas las noches con Amelia eran dignas de recordar, pero había algo especial en esta última que hacía que le resultara imposible borrar la sonrisa de su cara. Y es que, a pesar del tiempo, Amelia seguía provocando en ella una oleada de sensaciones que la teletransportaban a sus inicios, a esos primeros días en los que sentía que el corazón se le aceleraba por el simple hecho de verla bajar las escaleras del King's. Era como si lo volviera a vivir por primera vez, pero adquiriendo unos matices que conseguían que fuera incluso mejor, aunque pensara que eso era ya imposible. Nadie más era capaz de hacerla sentir de esa manera... tan bien, tan segura de que estaba haciendo lo correcto y de que no podía estar en mejores manos.

El despertador aún no había sonado, así que supuso que aún les quedaban unos minutos antes de tener que levantarse... pero Luisita decidió que era un buen momento para devolvérsela a su mujer por haberla despertado la mañana anterior. De todas formas, mejor que fuera ella la que lo hiciera a que se sobresaltara con el ruido del despertador. Dejó un beso en el hombro de Amelia y empezó a acariciarle la espalda, porque sabía que tenía cosquillas por esa zona y quería que se diese la vuelta. Y efectivamente, Amelia hizo lo que esperaba que hiciera, cambiando de posición y quedándose a apenas unos centímetros de distancia, mientras le pasaba el brazo por la cintura para asegurarse de que Luisita seguía ahí. Se quedó unos segundos mirándola, fijándose en todos esos detalles que para cualquier persona podrían pasar desapercibidos, pero que ella ya se sabía de memoria. Si las verdades absolutas existían, para Luisita la mayor de ellas era que estaba en frente de la mujer más impresionante y maravillosa del mundo, y pocas cosas tenía más claras que esa.

Decidió pasar a la siguiente fase de su plan para despertarla, llenándole la cara de besos, de forma pausada, cada uno más cerca de su boca que el anterior. Amelia respondíó a sus estímulos acercándola más a ella, sonriendo ligeramente y ronroneando como si de un gato se tratara. Ante eso, Luisita dio el paso definitivo y la besó, beso que Amelia correspondió encantada.

- Esto sí que son buenos días – dijo sonriente, aún sin atreverse a abrir los ojos.

- ¿Cómo has dormido? – le preguntó mientras le acariciaba la cara.

- Mejor que nunca – contestó, ya abriendo los ojos y encontrándose con las mejores vistas posibles, esas por las que merecía la pena despertarse cada mañana.

- Ha sido la mejor noche de mi vida, Amelia – y la miró con un brillo especial en la mirada.

- Y la mía – sonrió, aunque a decir verdad no había podido dejar de hacerlo desde el beso, y se acercó un poco más para poder besarla otra vez.

- ¿Cuánto queda para que suene el despertador?

- Pues... - se giró un poco, estirando el brazo para alcanzarlo y mirar la hora – unos 15 minutos.

- ¿Estás nerviosa?

- Bueno... un poco, ¿y tú? – la miró a los ojos.

- Muchísimo – confesó Luisita.

- Piensa en que Sandra nos va a acompañar, y de momento vamos a informarnos de cómo será el proceso. Sin presión.

- Ya...

- Y que yo voy a estar contigo – la estrechó entre sus brazos – va a salir todo bien, ¿confías en mí?

- Claro.

ENTRE MADRID Y MANCHESTERWhere stories live. Discover now