Capítulo 4: De perdidas, al altar

890 53 0
                                    

- Bueno, pues... nos vamos a casa a por las maletas– dijo Amelia.

- Cuando podáis nos llamáis para que sepamos que habéis llegado bien, que así nos quedamos más tranquilos.

- Claro, mamá, mañana llamo aquí al bar y os cuento.

- Esperad un momento, que os meto algo de comida en una tartera para que comáis por el camino, que hemos preparado un montón para la celebración y no la vamos a tirar.

- No hace falta, mamá, de verdad – dijo viendo como Manolita se metía corriendo en la barra.

- Que sí, que sí, si no tardo nada.

- Claro que sí, que allí no hay croquetas, hija – señaló Marcelino.

- Tomad – dijo dándosela a Amelia – y coméoslo todo, eh.

- Sí, mamá... 

- Gracias Manolita.

Se miraron unos segundos y no pudieron evitar acudir a los brazos de Manolita y Marcelino por última vez, intentando exprimir al máximo los últimos momentos con ellos. Secándose las lágrimas, salieron de El Asturiano, sintiendo que estaban cerrando un ciclo de su vida. Ese ciclo donde les pasó lo más importante: conocerse. Sin embargo, todavía no había llegado el momento de hacerlo, al menos para Luisita.

- Amelia, no nos podemos ir aún.

- ¿Por qué, Luisita? – preguntó extrañada.

- Porque todavía nos queda una cosa por hacer.

- ¿El qué?

- Pues verás...

- Luisita...

Amelia ya conocía de sobra que Luisita era imprevisible. De hecho, tenía una relación amor-odio con esa faceta suya. Por una parte, le encantaba esa manera que tenía de trastocar todos sus planes, de tornar una situación monótona en todo lo contrario en cuestión de segundos, sorprendiéndola cuando pensaba que ya lo había visto todo. Cuando eso pasaba, Amelia simplemente se dejaba arrastrar por ella, despreocupándose de lo que les pudiera deparar ese giro de los acontecimientos. Otras veces, esa impulsividad de Luisita chocaba con su sentido de la responsabilidad, como en esta ocasión. El nerviosismo de Amelia por llegar a tiempo y que todo saliera según lo previsto con respecto al viaje, mezclado con el huracán de emociones que se arremolinaba en su interior, no era compatible con lo que fuera que Luisita pretendiera hacer.

- Ven – la agarró del brazo y se dirigieron hacia el King's.

Cuando bajaron por las escaleras, se encontraron a una cara familiar.

- Chicas, ya pensaba que no veníais – dijo Benigna dándoles dos besos.

- Antes de que digas nada, esto estaba preparado desde ayer, así que cuando has dicho lo de la despedida íntima ya era un poco tarde para dar marcha atrás.

- ¿Qué despedida íntima? ¿No hay luego una fiesta en El Asturiano?

- Al final no nos quedamos a la fiesta. 

ENTRE MADRID Y MANCHESTERWhere stories live. Discover now