Capítulo 26: Lo que no mata, engorda

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Jueves, 11 de agosto de 1977

Luisita se dio la vuelta en la cama, quedando bocarriba, en un intento más de encontrar esa posición adecuada que la ayudara a conciliar de nuevo el sueño. Estaba inquieta, dividida entre la impaciencia que sentía por dar cuanto antes ese paso tan importante y el nerviosismo que le producía pensar en ese pequeño porcentaje de error que siempre había en toda operación. Giró levemente la cabeza para mirar a Amelia, que seguía durmiendo ajena a todo, y los fantasmas del pasado se pasaron a hacerle una visita, haciéndola recordar ese miedo a dejarla sola que experimentó durante el incidente de la librería. Habían pasado unos días llenos de altibajos y aunque pareciera que iban poco a poco remontando, después de aquella llamada a Devoción sabía que Amelia la necesitaba más que nunca. Volvió a girarse hacia el lado contrario, agarró la sábana para taparse y cerró los ojos como si eso fuera a hacer que se durmiera antes. Sin embargo, su movimiento no pasó desapercibido para su mujer que llevaba toda la noche notando su intranquilidad.

- Cariño... - murmuró con la voz ronca.

- Perdón – dijo sin moverse. – No quería despertarte, duérmete.

Amelia no le hizo caso y se pegó a ella, pasándole el brazo por la cintura para abrazarla por detrás.

- ¿Los nervios?

- Sí, pero no te preocupes – puso la mano encima de la suya y entrelazó sus dedos.

- Es normal que estés nerviosa. – le dio un beso en el hombro – Va a salir todo bien, estoy segurísima.

- Amelia...

- ¿Qué?

- Sabes que te quiero mucho, ¿verdad?

Amelia sonrió aunque no pudiera verla.

- Lo sé, pero yo te q-

- No empieces – se quejó, girándose lo suficiente para que le viera la expresión de enfado impostado y Amelia rio y se acercó a darle un beso de buenos días. Luisita acabó por darse la vuelta del todo y la morena la estrechó entre sus brazos. – Gracias.

- ¿Por qué?

- Por todo, por quererme, por aguantarme, por cuidarme, por –

- Oye – la interrumpió y agachó la cabeza para mirarla – no te pongas a hablar como si te estuvieras despidiendo, eh.

- Es que quiero que lo sepas...

- Todo eso ya lo sé – aseguró – pero si quieres repetírmelo que sea luego cuando vaya a verte.

- Soy una exagerada, ¿no?

- No, eres una valiente – la abrazó aún más fuerte – Yo estaría muchísimo peor en tu lugar.

- En eso llevas razón – dijo entre risas y Amelia en vez de ofenderse, sonrió satisfecha al haber conseguido sacárselas.

El despertador no tardó en sonar y poco después salieron de la cama y se prepararon para ir a la clínica. Luisita insistió en darse prisa para pasar a desayunar pero Amelia se negó en rotundo, alegando que le sabía mal ponerse a comer delante de ella que tenía que ir en ayunas y que tomaría algo mientras esperaba a que pasara todo. A su mujer le pareció una tontería pero cuando a Amelia se le metía algo en la cabeza podía llegar a ser tan cabezota como ella así que prefirió dejarlo estar porque no era el momento de ponerse a discutir por nimiedades.

Se despidieron con un emotivo abrazo en mitad de los pasillos de la clínica, ya que no podían hacer más estando delante de todos y tras mirarse a los ojos por última vez, con una sonrisa que les sirvió para infundirse ánimos la una a la otra y un "te quiero" que siempre se les quedaba corto, Luisita se metió en una de las habitaciones como le habían indicado.

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