46.

895 104 12
                                    

¿DÓNDE ESTÁ?

• • •








Termino de acomodar todas mis cosas en la caja, aún no es tiempo de empacar y estoy consciente de que falta mucho, pero he pasado tanto tiempo dentro de esta oficina que ya la sentía como parte de mi casa. Había fotografías de Robbie por todo mi escritorio y también de mi familia, las acomodé todas en la caja y algunos de los aperitivos que me servía de vez en cuando mientras trabajaba. 

Suspiré, tomando el ultrasonido que había enmarcado de los gemelos. Aún recuerdo mucho ese tiempo. 

Anna y yo siendo tan tontos, lo seguimos siendo, pero le quitamos el "tan". 

Un toque en la puerta me hace levantar la vista de mis recuerdos. Me sorprende demasiado, así que de inmediato la hago pasar.

Venía cargando con un maletín y aunque debo admitir que aun la encontraba demasiado sexy, ella ya estaba muy lejos de mi alcance.

—Me sorprende demasiado que estés aquí, ¿cómo estás? —Ella se sentó frente a mí y se cruzó de piernas.

Soltó un ligero suspiro.

—Estoy mejor de lo que yo misma creería, además, solo pasaba de nuevo por aquí y me pregunté si estabas en tu oficina. Tengo muy bonitos recuerdos de este lugar.

Levanté una ceja. Claro que había muchos recuerdos de este lugar, unos bastante indecorosos y poco profesionales.

—Aquí trabajó mi papá por muchos años —agregó cuando notó mi expresión—. No todo se trata de ti, Elliot.

—Admite que esos también fueron buenos.

—Cómo deseo que madures —dijo, riendo. Sus mejillas se sonrojaron y rodó los ojos.

—Ya lo he hecho.

—Por cierto, cuando pasé saludé a algunas personas y me dieron una buena noticia sobre ti.

—Esas personas son unas chismosas —declaré. Dejé la caja de lado y me senté.

—Me da mucho gusto por ti, te lo mereces.

—Gracias, Paula.

—Aunque sí me sorprendió bastante, pensé que no tomarías una decisión así de drástica. Eso solo significa que has tenido buena suerte, felicidades.

—Es una decisión difícil, pero trato de salir adelante.

Paula asintió y me miró. Su rostro se relajó y la noté cuando tragó saliva.

—¿Cómo está tu papá? —La sola pregunta me revolvió el estómago. Agaché la cabeza y traté de decirlo en voz alta, pero no podía aún.

Aun dolía, demasiado. Habían pasado solo unas semanas y todavía no se sentía real, era una especie de dolor ficticio. Lo podía sentir, pero aun no lo quería asimilar.

—Lo siento mucho, Elliot —susurró—. Solo lancé la pregunta porque...

—Está bien —la detuve, negando con la cabeza—. Sucedió hace unas semanas, es todo.

—Tómate el tiempo que necesites para asimilarlo y a la mierda todo lo que digan los demás.

Le sonreí.

—Te agradezco, Paula.

—Y felicidades por tu familia —Tragó en seco—. Anna y tú están felices supongo.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué?

—Por estar juntos de nuevo.

La chica de mis pesadillas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora