18.

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PONER LA FE DE TU LADO

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Con una sonrisa plasmada en el rostro, podía decir que parecía un idiota por cómo sonreía en estos momentos, pera era imposible no hacerlo cuando lo único que estaba en mi mente era el beso de Anna.

Mierda, no sabía cómo le hizo, pero estaba hechizado por ella. Esperaba que Anna lograra perdonarme y que en serio pudiera hacerlo, porque quería intentarlo todo con ella. Éramos muy jóvenes, pero eso no quería decir que no pudiéramos intentarlo. Ella aún tenía demasiados miedos, y esperaba borrarlos.

Conduje hasta el pequeño departamento que renté, era muy pequeño, parecía más un estudio, pero era el lugar en el que podía estar porque no tenía un lugar fijo por ahora.

Suspiré cuando abrí mi nuevo hogar, y estaba vacío, ni siquiera me preocupé por comprar los víveres, solo compré una cafetera y una taza, además, siempre podía llegar a McDonald's a comprar café, pero era muy raro, así que suspiré de nuevo, por sentirme solo.

No había más muebles, solo una cama, ahí, me tumbé aun con los zapatos puestos y miré hacia el techo oscuro. Cerré los ojos unos segundos y volví a pensar en el beso de Anna, me hacía sonreír como un idiota.

—Estoy actuando como Dave —dije para mí, sostuve la almohada y me quedé dormido, pensando en el siguiente movimiento.


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Mi teléfono comenzó a sonar, y gruñí, porque aún estaba demasiado cansado. Al ver la hora, me alarmé de inmediato, aun afuera estaba oscuro, y me invadió el miedo porque había aprendido una cosa: las llamadas a mitad de la noche no son para dar buenas noticias.

Respondí la llamada, se trataba de mi mamá.

—¿Estás bien, mamá? —le pregunté enseguida, sintiendo un nudo en el estómago.

—Elliot tienes que ir al hospital, ahora mismo, ha ocurrido algo con Anna y tu abuelo y...

Me incorporé, de inmediato en medio de la oscuridad estaba siendo invadido por el miedo.

—¿Mamá? —ella ya no se escuchaba en el teléfono. Escuché unos murmullos, hasta que alguien más habló—. Hijo, ven, acabamos de llegar, no nos han dicho mucho sobre Anna, no somos familiares directos, pero por lo que sabemos fueron asaltados y los agredieron.

—Voy para allá. ¿Dónde están?

—En Maricopa.

Ni siquiera me despedí de ellos, solo me levanté de la cama y tomé mis zapatos que estaban en el suelo. No me importaba el aspecto que llevaba, estaba dormido y lo único que quería hacer era correr.

Encendí mi auto, y sin importarme los límites de la ciudad, conduje sobre un nivel mucho más alto.

La noche me estaba asfixiando, sentía como mi corazón estaba latiendo a mil por hora y cada milla que conducía parecía ser más larga que la anterior. Supongo que la ansiedad no era algo que pudiera manejar en estos momentos. El deseo de ver si Anna se encontraba bien me hacía perder la paciencia, cada semáforo en rojo era una tortura y si no fuera por mi propia seguridad, lo único que hacía era esperar.

Cuando por fin detuve el auto, del lado de emergencia, no tuve más opción que bajar y respirar profundo, pero eso no me estaba ayudando en nada. Tenía la seguridad de que cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, mis ojos estaban hinchados aún y tenía un aspecto horrible debido a que ni siquiera me miré en un espejo. No era el momento de preocuparme si mi cabello lucía como un nido de pájaros en estos momentos.

La chica de mis pesadillas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora