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PASTEL DE CALABAZA

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—Tú responsabilidad no es simplemente comprometerte a brindar un buen futuro, solo para ti, tu responsabilidad es hacerte cargo de cerca para ver que todo saldrá bien, no tienes quince años, ya eres un hombre, y no crie a un hombre irresponsable. A veces tenemos que abandonar los sueños por nuestros malos actos, y si tú no eres lo suficiente hombre como para hacerte cargo, dímelo, sabré entonces que he fallado como padre también.

No dejaba de darle vueltas a las palabras de mi papá. Me sentía una mierda, y es sí, pude ser que lo era, pero tenía miedo, miedo de rechazar las oportunidades que solo se dan una vez. No era culpa de Anna, tampoco era mía, era responsabilidad de los dos hacernos cargo del bebé que estaba en camino, pero solo Dios sabía por qué no podía llegar a amarla.

Estaríamos atados siempre, pero también no podía dejarla sola. No en todo esto.

El primer mes, en septiembre, Anna me envió fotografías de la primera ecografía.

En octubre, ella me dijo que todo el peligro del primer trimestre había pasado y que el bebé estaba bien. Pero ella no me dió muchos detalles al respecto.

Cuando llegó noviembre, me dijo que tenía que decirme algo importante, fue interrumpida por mi abuelo y cortó la llamada.

Porque sí, después de toda a locura en casa, mi abuelo había decidido ser su protector, y mi familia no estaba de acuerdo en que yo me acercara mucho a Anna, en todo este tiempo mis padres me dejaron claro que ellos serían quienes la protegerían, dejándome a mí un gran cargo en la consciencia.

Dejé que mis decisiones pesaran hasta noviembre, sabía que después de Acción de Gracias ya no podría regresar. Recogí mi equipaje y tomé un taxi hasta la casa de mi abuelo, ahora Anna ya no sería la misma chica que dejé hace tres meses atrás. De seguro ya tendría un vientre abultado.

Sonreí, ante la idea de poder tocar a mi hijo a través de Anna.

Mi decisión de regresar no solo radicaba en mi cargo de consciencia, sino también a Natalie, se lo confesé hace unas semanas y ella misma fue quien me advirtió de todo el rechazo que Anna pudiera llegar a sentir hacia mí.

Movía la pierna con ansiedad, estaba nervioso de verla después de más de tres meses. Tenía miedo, de su rechazo.

Cuando el auto se detuvo en la entrada de la casa de mi abuelo, caminé con mi equipaje, y suspiré al ver la gran puerta blanca cerrada. Toqué el timbre porque me sentía como un extraño, antes no lo hacía, pero ahora, sentía mucha culpa que lo más sensato para mí sería tocar el timbre.

Mi abuelo se presentó ante mí y asentí hacia él en un saludo. Sus ojos cafés me miraban con determinación, como si estuviera analizando si estaba aquí por voluntad propia o por obligación.

—Enclenque menor —me dijo—. Pensé que te quedarías en casa de tus padres.

—No hablo mucho con ellos últimamente —le dije a lo que de seguro él ya sabía.

Asintió y con un movimiento en la cabeza me invitó a pasar.

—Anna está con Emma y Josette en una cita del doctor o algo así.

—Hablé con ella, dijo que me esperaría.

—Sí, pues veo que no llegaste a tiempo —soltó y se sentó en el sofá frente al televisor.

Miré a alrededor, y sentí el aroma de Anna, como se notaba que ella ya se paseaba por la casa como si fuera suya, y sonreí porque de verdad me agradaba saber que estaba a salvo.

La chica de mis pesadillas [COMPLETA]Where stories live. Discover now