49. PARTE I

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CAYENDO EN EL ABISMO

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→ A N N A L I S E ←



Una bodega.

Una bodega abandonada era el lugar donde ese imbécil tenía a mi hijo.

Trato de mantener la compostura porque ahora hay alguien más que está aterrada a mi lado. Tratamos de seguir las indicaciones que nos dio al pie de la letra, claro que siento como esto está a punto de hacerme colapsar, pero Emmaline está mucho más aterrada con esta idea que yo.

Caminamos por un largo pasillo, el lugar está oscuro y abandonado. Antes era una bodega de alimentos procesados que perteneció muchos años a unos mafiosos que después fue confiscada por el gobierno pero que nunca tuvo un seguimiento de reconstrucción. Emma me explicó todo en el camino. Aunque dejamos el auto a unas cuadras, ella me confesó que el plan estaba bien estructurado pero que siempre había una falla en el sistema.

Si ese infeliz estaba acompañado, sería letal.

No quería que ninguno de ellos tuviera que disparar una de sus armas porque entonces el cargo de consciencia seria muy grande, me sentía culpable, Xavier era parte de la vida de mi madre y yo era su hija. Si él hubiera terminado con su objetivo desde un principio el dolor podría haber sido mucho menos ante la idea de que él me arrebatara a mis hijos.

—Debemos parar —susurró Emma.

Sostuve la linterna y aferré contra mí la maleta, pesaba mucho y me dolía el hombro pero lo que quería era llegar hasta el centro de la bodega y arrojarla de una puta vez para que mi hijo estuviera en mis brazos.

—¿Te cansaste? —le pregunté, deteniéndome en seco.

—Sí, y me duelen como el infierno los pechos —el susurró era apenas audible, claro que, si había alguien más vigilándonos, ella no quería que eso se escuchara.

Además, otra culpabilidad a agregar era que después de este susto Emmaline tendría que dejar de amantar a su hija.

—Perdón —susurré.

—Está bien —Me detuvo con la mano y me sonrió como pudo—. Solo...

Se detuvo en seco cuando alguien se paró frente a nosotras y yo me tensé de inmediato. Jadeé.

—Vamos, caminen —dijo él.

Era un tipo de más o menos un metro ochenta, creo que noventa porque cuando me tomó del brazo, tuvo la fuerza para tomar con la otra mano a Emma. Ella jadeó y yo no podía creer, esto era una emboscada.

El plan era mucho más difícil de lo que pensé, pero por supuesto que ese malnacido no trabajaría solo. Emmaline chilló y eso me indicó que él la estaba lastimando. Yo no ponía resistencia alguna y cuando me soltó, me dejó caer contra el suelo, en un golpe que me hizo estremecer del dolor.

Emma cayó con las palmas en el suelo y sentí un nudo en la garganta, ella había sido muy valiente al llegar hasta aquí y siempre le agradecería por lo que hizo por nosotros.

Escuchamos unos aplausos, venían de una sola persona y no pude mantenerme de pie cuando él apareció bajo la tenue luz de la noche.

—Vaya, vaya... —dejó ir un silbido y su sonrisa burlona me provocó nauseas—. Tengo a mi pequeña Annie y trajo lo que le pedí.

La chica de mis pesadillas [COMPLETA]Where stories live. Discover now