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DARIEN PRESCOTT

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Mi corazón podía haberse detenido en ese instante, pero el grito desgarrador fue lo que me sacó del transe. Corrí en un impulso hasta donde estaba Anna, quien lloraba sin consuelo, sin saber qué hacer, la paré en seco cuando intentó levantarse, sus ojos permanecían cerrados con fuerza y las lágrimas comenzaban a mojar sus mejillas.

El doctor no ordenó un sedante para ella, al contrario de eso habló:

—Lamento la situación, esperaremos a que ella se calmé para poder proceder.

Solo asentí. No tenía ninguna palabra para nadie.

Tomé las mejillas de Anna entre mis manos y la miré a los ojos, todavía permanecían cerrados y no pude evitarlo. Simplemente la abracé con fuerza, donde ella se aferró y sollozó, había algunos gritos sin consuelo, había también murmuraciones ahogadas, sus lágrimas no saciarían, y entendía. Yo me limité a solo aferrarme a ese pequeño cuerpo que había sido mío antes, sentía un nudo fuerte en la garganta, pero no cedería por ella, no quería caer cuando ella me necesitaba firme.

—Mi bebé... ¡no! ¡Mi bebé! —Cerré los ojos con fuerza y una lágrima se me escapó, no me podía mirar en estos momentos porque su cabeza permanecía apoyada en mi pecho. Pero de lo que estaba seguro es que ella podía sentir la tensión de mi cuerpo, en como estaba tan rígido para no romperme.

—Duele mucho —susurré—. Sé que duele mucho.

Se quedó en silencio unos minutos después, y no tardaron mucho en llevarnos hasta donde estaban las incubadoras de nuestros hijos. Anna tenía la elección de sostener a su hijo si lo deseaba, para despedirse de él. Era una política para las madres que perdían hijos recién nacidos de esta forma, y me sorprendió más cuando ella aceptó sostener a Darien en sus brazos.

Sollozaba repentinamente, pero ya no gritaba. Miró como el pecho de Robert aun subía y bajaba, posó una mano sobre el cristal y no pudo evitar las lágrimas de vuelta. Tomé una de sus manos en la mía y con la otra rodeé su cintura. Ella lloró en silencio observando como nuestro hijo aun estaba firme a seguir con vida.

—Tienes que ser fuerte, por favor —le murmuró—. No nos dejes tú también, Rob.

—Lo será, él no se va a rendir, te lo prometo.

—Me prometiste que los dos estarían bien —soltó. Y juro que había un toque de amargura, uno que me golpeó con fuerza.

Una de las enfermeras comenzó a tomar el pequeño y frágil de Darien, y otra incitó a Anna a que tomara asiento en una silla. El rostro de ella se descompuso al ver como tomaban a nuestro hijo en brazos y comenzó a sollozar, eran sollozos contenidos porque no quería romperse, no aún.

Ver este proceso fue algo muy duro para mí, ver como ella sostuvo el cuerpo de nuestro hijo y una de las enfermeras le desconectó el respirador, dejándolo completamente libre, pero al mismo tiempo sin la suficiente fuerza para respirar. Nuestro hijo evidentemente ya no respiraba, su pecho ya no subía y bajaba como la última vez que lo vi. Y solo era cuestión de minutos para esperar su muerte cerebral y que su corazón dejara de latir.

Anna acarició su pequeño cuerpo, frotó sus diminutos pies y con la yema de sus dedos acarició el rostro rojizo de él. Sollozó en silencio.

—Te amamos tanto, pequeño, nunca lo dudes ni por un segundo, siempre te quise desde el momento que apareciste en esas dos rayas positivas. —Abrazó todo su cuerpo y lloró, me acerqué hasta donde estaban ellos y me arrodillé ante ambos para tocar el cuerpo de nuestro hijo también. Sus pequeños pies eran tan suaves y diminutos, eran los pies más pequeños que había visto en mi vida.

La chica de mis pesadillas [COMPLETA]Where stories live. Discover now