Capítulo cuarenta y cuatro.

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Eran las doce y media de la noche. Eddie seguía despierto en su habitación, con solo su luz de noche encendida y todavía vestido enteramente... No podía dejar de pensar.

Esta semana la había pasado bastante distanciado de Richie, y es que parecía que su relación con Betty se había vuelto más cercana de lo que él creyó. La excusa era siempre la misma, el proyecto, la excusa de que Richie no se sentara con los perdedores en el almuerzo y acabara sentado en la mesa de Ripsom con su grupo de amigas mientras hacía muecas raras y voces, haciéndolas a todas reír. La excusa de que no haya salido con Eddie ni una sola vez durante estos días y de que apenas hubieran un par de encuentros entre ellos, normalmente solo entre clases para hablar un poco, pues después de eso él debía de irse con la chica para continuar el trabajo en casa de alguno de los dos.

“Hacen una buena pareja, ¿no?” Rumoreó un chico detrás de su pupitre a su oído. “Tú eres su amigo cercano, Eddie. ¿Betty y él de verdad están juntos?”

Por supuesto, los rumores en todas las aulas no se hicieron esperar. Richie, el bocazas del instituto que parecía derretir a todas últimamente pero al que jamás se le había visto con novia, ya se le veía muy seguido con Betty Ripsom, siempre muy seguido estando uno cerca del otro. Eddie confiaba en Richie lo suficiente como para saber que solo era palabrerío estúpido, pero no podía evitar sentirse nervioso. El miércoles Richie le dio un beso en la frente y prometió que solo era por estos días, que la semana siguiente ya todo habría terminado y volverían a la normalidad, así que Kaspbrak decidió ser paciente.

Pero hoy era viernes, y no había porqué trabajar en eso, ¿no? Si mañana ya era sabado. Tal vez no habían hablado porque Richie estaba muy agotado, y no era él quien tenía que venir siempre a su habitación de todos modos. Eddie, decidido, cogió su mochila y metió la pijama, su walkman, un par de cassettes y sus pastillas. Cerró con pestillo la puerta de su habitación, apagó la luz y con ello salió de su ventana, decidido a ir hasta casa de Richie y siendo cuidadoso mientras baja por la gruesa rama de su árbol hasta que sus pies tocaron el piso.

Las calles ya estaban oscuras y le ponían de nervios, pero va brincando por cada luz de farola que se proyecta contra la calle. Su casa y la del azabache estaban a unos pocos pasos, con solo un vecindario de diferencia que separaba a ese par de adolescentes. Tal vez sonaba algo egoísta, pero no podía esperar por recibir un poco de su atención otra vez; por recibir sus besos, sus caricias y oír de sus propios labios la palabra "te amo". Incluso extrañaba que le llamara Eds, Espagueti o cualquiera de esos apodos por los que se caracteriza. Extraña sus manos pálidas como la nieve y frías, pero tan cálidas a la vez... En pocas palabras, extrañaba a Richie de pies a cabeza. Durante todo el camino solo puede ir echando minúsculos suspiros mientras va dando brinquitos hasta llegar, tal vez viéndose algo infantil para un chico de dieciocho, pero el corazón no piensa, solo hace.

Llegó a su vecindario, contó cinco casas a la derecha y allí estaba la de Richie Tozier. Una sonrisa instantánea se plantó en los labios del castañito al ver qué la luz de su habitación estaba encendida todavía. La ventana yace cerrada y las cortinas también, pero aún así se puede alumbrar perfectamente. Se pone de rodillas para recolectar un par de piedritas del jardín de Richie y se dispone a arrojarlas a su ventana para hacer que la abra y darle la sorpresa de su presencia, aunque antes capta algo, a su perfecta y delineada silueta ensombrecida por el espectro de la luz que se proyecta contra la cortina.

Se ve alto, delgado y con esos hermosos rizos despeinados sobre su cabeza. Richie está de perfil y por ende puede ver también su nariz en arco, eso y más detalles hacen sonreír al pequeño y prepara su brazo para arrojar la primera piedrita, apuntando bien hacia la ventana, pero dispuesto a no tirarla con la suficiente fuerza como para que esta se fuese a quebrar, aunque antes de que esta resbale de sus dedos, Eddie se detiene súbitamente, dejando quieto el brazo al aire. Frente a Richie había otra silueta, una algo más delgada y de menor estatura. No puede verla del todo clara, pero de lo que sí está seguro por el cabello, es que se trata de una chica.

Eddie bajó el brazo lentamente, aunque no tenía muchas ganas de moverse en ese momento de todos modos. Algo no andaba bien, Dios mío, está seguro de eso. Algo está pasando que le está haciendo a su corazón latir como un desesperado y a su garganta cerrarse. Ambas siluetas estaban muy cercanas una de la otra, pero no es hasta que la más pequeña estira las manos para quitarle a Richie sus anteojos que Eddie siente de verdad un escalofrío recorriéndole de pies a cabeza, y con este náuseas.

¿Qué hacía? ¿quién era? ¿se trataba de Betty? ¿por qué estaban tan cerca? ¿a qué venía quitarle las gafas? ¿por qué mierda se siente tan exasperado?

Eddie supo la razón en unos segundos. Betty o no, esta se acercó a la de Richie y pudo ver perfectamente cómo ambas siluetas se unían hasta volverse una. Retrocedió incrédulo de lo que sus ojos estaban viendo. No, se negaba a creer que esto era real.

— Tiene que ser un sueño. — Murmuró Eddie al mismo tiempo que caía de rodillas al piso y sus lágrimas se deslizaban por sí solas hasta el pavimento, cayendo primero encima de sus palmas extendidas sobre la calle. Aún apretando los dientes hasta lastimar su mandíbula y derramando lágrimas como fuga, se calló todo lo que pudo para sollozar en silencio y no ser escuchado por Richie. Quería gritar, nunca tuvo tantas ganas de hacerlo como ahora, quería gritarle a él, gritarle a ella, gritarle a Derry y gritarle a la vida. ¿Por qué después de tanto tiempo ocurría esto? ¿hace cuánto que Richie lo estaba engañando?

Tambaleándose reunió las fuerzas suficientes para poder levantarse del piso, y lo consigue. Se atrevió a nuevamente alzar la mirada hacia la ventana, pero ya no había nadie ahí, ni Richie ni la misteriosa figura que hace segundos se acercó para besarle.

¿Era por ella que no se habían visto durante toda la semana, porque la pasaron juntos?

Pensó nuevamente que la mejor candidata para ese puesto había sido Betty, tenía que ser ella, vamos. ¿Quién más iba a ser? Todas las piedras que había recolectado para lanzar a su ventana y llamar su atención, se habían quedado regadas en el mismo lugar donde antes cayó para llorar. Quería morirse ahí mismo, quería que Richie apareciera para decirle que vio mal, que esa persona en su ventana no era más que un reflejo de alguna otra cosa, quería oír que no se habían besado. Aferró las manos a las asas de su mochila y así volvió a casa, pero llorando durante todo el camino mientras se preguntaba qué había hecho mal al mismo tiempo que sacaba sus propias conclusiones acerca de lo que vio.

“Seguramente ya le aburrí, tiene que ser eso. Busca algo nuevo.”

“Tal vez es mi forma de ser.”

“Mi forma de vestir que sigue siendo la misma. Ya no le soy atractivo.”

Sorbió la nariz y talló sus ojos para despejar las lágrimas que solo le hacen ver borroso, pero siente que se le acaba el aire y que va a caer al piso otra vez. Richie en verdad es el amor de su vida, y le duele el corazón de pensar en la idea de que Eddie no lo sea más para él. Hoy pasará una noche de mierda, y sinceramente no sabe qué se va a inventar a su madre para faltar el lunes, pero de su cama no va a salir, porque no le apetece ver a Richie ni a Betty, ni siquiera a sus amigos durante todo el fin de semana que le harán preguntas todo el día sobre sus ojos hinchados y las bolsas debajo de estos. Solo quiere quedarse en su habitación a llorar, como si eso fuera a revertir todo lo que vio (y sucedió).

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now