Capitulo cincuenta y tres.

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Caminaba de un lado a otro dentro de los sanitarios como un loco. Las suelas de sus zapatos probablemente se desgasten luego de eso, pero a Richie realmente no le importaba unos simple zapatos percudidos. Su corazón daba tumbos dentro de su pecho como si fuera a salirse para golpearlo en la cara. Sí, así de estúpido se sentía. Y seguramente también se veía igual de estúpido como se sentía... y también merecía en golpe, todo exactamente en ese mismo órden.

Eddie estaba allí, al otro lado de la puerta. Era lo más cerca que habían estado desde hace semanas.

— Increíble, joder. ¡Joder! — La culpabilidad volvió a chocar en su pecho. Richie deslizó sus dedos en los bolsillos de su pantalón para buscar los cigarrillos. Mientras se llevaba el cigarrillo a los labios inspeccionó la habitación. Había una ventana muy cerca de los cubículos. Era demasiado pequeño, su cuerpo delgado no pasaría por allí, así que sí, estaba atrapado.

Se apoyó en la pared. ¡Era un maldito cobarde! Se había escondido porque se sintió... ¿un imbécil y estúpido? ¿demasiado cohibido? ¿o solo porque tenía miedo de hacer sentir incómodo a Eddie con su presencia?

Eddie.

Que hermoso se veía esa noche. Se preguntaba si acaso se había dado cuenta de eso.

Tozier salió de su pequeña ensoñación cuando escuchó pasos al otro lado de la puerta. Acobardado, se metió adentro del cubículo azul a sus espaldas y cerró la puerta silenciosamente. Segundos después la puerta del baño se abrió y escuchó los pasos acercarse lentamente.

Hizo silencio, parado a un lado de la puerta con el cigarrillo humeando entre sus dedos.

Los pasos se detuvieron casi al final de la hilera de cubículos y luego retrocedieron, como si la persona se hubiese dado cuenta de que Richie estaba allí.

— ¿Te estás escondiendo?

Silencio. Richie tragó saliva y dejó de apretar el cigarrillo con sus labios cuando la voz fría y carente de expresión de Stanley se hizo escuchar por todo el baño.

Oh no, por favor.

Todos menos Stanley.

Como si esas miradas que le lanzaba cuando lo veía cerca no fueran lo suficientemente dolorosas. Richie estaba seguro, muy convencido en realidad, de que Stanley lo odiaba. Stan, su mejor amigo, quizá el más directo de todos ellos. Richie sintió que de verdad iba a desmayarse.

Pudo sentir a través de la puerta a Stanley carraspear. Tal vez una señal de que en realidad estaba esperando a que Richie respondiera. Sí, mierda, lo estaba presionando y Tozier sintió ganas de desvanecerse del maldito baño. Esta fue una mala idea. No debió salir de su casa ni de su cama ese maldito día.

— No. — Cobarde, era un cobarde. Hablándole a una puerta cerrada.— Estoy fumando.

Otro silencio. Estaba seguro de que ese silencio era mucho más filoso que cualquier navaja de la colección de Henry Bowers.

— ¿Desde cuándo te escondes para fumar?

Se estaba burlando. Había un tono sarcástico en su voz. Pudo imaginar a Stanley poner los ojos en blanco desde el otro lado.

— No me estoy escondiendo, Stanley.

Su voz apenas y se escuchaba. Richie estaba temeroso, desde lo que pasó ha estado temeroso por la forma en la que sus amigos podrían reaccionar con él.

Mierda, ellos tenían todo el derecho de estar enojados.

— No, por supuesto. — Allí estaba. Sarcasmo en todo su esplendor.— Por supuesto que no te has encerrado aquí en el baño para fumar y no porque en realidad eres un maldito cobarde.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now