Capítulo treinta.

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- ¡Date prisa, idiota! Exclamó Eddie desde fuera del baño. Richie estaba ocupando el suyo hace varias horas mientras se arreglaba la ropa y el cabello; el castañito estaba harto. Desde la noche de fiesta que no habían visto a los perdedores, ya era domingo por la mañana y ambos habían faltado a la reunión habitual que tenían todos los fines de semana... Estaba mal, los dos lo sabían, no estaba en sus planes dejar de lado al grupo por lo que había entre ellos, pero disfrutaban tanto de la sola presencia del otro, que no se habían detenido a pensar en algo más que no fuera eso. Richie y Eddie, Eddie y Richie.

El par de chicos habían estado teniendo días de campo todos los días en La Guarida. Su rutina constaba de llevar un enorme mantel a cuadros rojos y prácticamente traer toda la comida que ambos se imaginaran. A veces Eddie preparaba emparedados y a veces Richie llevaba montones de chatarra, otras veces los dos simplemente completaban sus ahorros para comprar un montón de dulces que disfrutaban de comer en su escondite preferido. Ese día cada uno llevaría una sorpresa, por parte de Edward, se encargó de hornear un panqué de plátano la noche anterior y a escondidas de su madre; había encontrado un libro de recetas en su cocina y... Bueno, era un terrible cocinero, pero en verdad se esforzó por hacer un platillo bueno para ambos. Consiguió como mínimo que oliese rico.

Richie por su parte había hecho algo parecido... O al menos lo intentó. Él no siguió ninguna receta, sino que la inprovisó. Compró una enorme bolsa de gominolas y trató de preparar un pastel con ellas. Lucía como una adorable abominación de colores.

- Eres un exagerado, Eduardo. Tenemos todo el jodido día para llegar. Richie por fin salía del baño con exactamente ningún cambio. Eddie lo inspeccionó de pies a cabeza pero no pudo hallar diferencia alguna a la de hace unas largas horas. Con una mueca en la mirada, entrecerró los ojos sin dejar de observarle.

- Menudo arreglo, zopenco.

El rizado rodó los ojos y pasó un brazo por el hombro del más pequeño mientras le guiaba por la habitación. Con su mano libre cargó la cesta que llevaba su propia sorpresa; Eddie le imitó con la suya.

- Eso es porque el verdadero arreglo está en mi pene. Espera a que veas cómo lo he preparado para ti, Eds.

- ¡Beep beep! Exclamó Eddie con bastante desagrado en su voz. Ambos chicos ya habían salido de la residencia Kaspbrak para dirigirse hacia su sitio de encuentro habitual; para variar, los dos iban tomando bastante distancia entre ellos nuevamente, ya que si alguien en Derry les viese mostrando afecto mutuo aunque fuera el más mínimo, sería un desastre y un terrible error también.

Pero algo pasaba. Desde aquella noche de la fiesta, Eddie no había podido evitar mirar atrás cada vez que caminaban juntos. Se sentía perseguido por alguien, pero nunca pudo ver a ninguna persona específica detrás de ambos... Se temía que fuese algo relacionado con Pennywise, y si bien nunca le comentó a Richie esa inquietud, el azabache la sentía habitualmente también, pero decidió no comentarle nada a Eddie para no preocuparle tampoco.

El camino se volvió algo lento y silencioso, incluso fue tenso, pero finalmente se encontraban en el escondite dentro de los Barrens. El lugar donde más seguros se sentían.

Luego de armar todo el picnic se sentaron sobre el mantel en la tranquilidad de la tarde. El sol golpeaba suavemente la copa de los árboles y el viento los sacudía creando un sonido agradable.

Era su momento especial.

Comieron entre pequeñas risas y comentarios graciosos al igual que tiernos por parte de los dos. En un pasado, ninguno se había imaginado siendo tierno con el otro.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now