Capítulo veintiuno.

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— ¿Y qué haremos?

Inquirió Eddie en los brazos de Richie. Ambos estaban en un auto, pero no cualquier auto, era el de Wentwrooth Tozier, pero a diferencia de lo que se pensaría, solo estaban en los asientos traseros, escondidos.
Ambos suponen de inmediato que Sonia iba a deducir que el primer lugar donde Eddie habría ido, sería la casa de los Tozier, y no tenían mucho tiempo para buscar otro escondite. Solo su madre estaba en casa mientras toma una siesta en la planta alta, si todo salía bien, ella le diría a Sonia que Richie había salido (al no verlo en casa), pero nunca hubo ninguna visita de Eddie.

Las pálidas manos del moreno se deslizan sobre la cabellera castaña de su pequeño Kaspbrak, a quien está intentando calmar.

No vamos a dejar que te lleve. Huyamos, Eds. Huyamos de Derry.

"¿Huir? ¿cómo?" Pensó Eddie, mas no dijo nada. Hipeó sobre su pecho y sorbió la nariz. Aunque fuese a un psicólogo, él estaba bastante seguro de que no ocurriría nada... Pero, ¿qué tal si pasaba? ¿qué tal si aquel doctor hacía algo que en verdad hiciese a Eddie olvidar a Richie? ¿olvidarse de sus sentimientos, de cuánto le gustaba y de cuanto lo amaba?
No estaba del todo seguro y de hecho tampoco metería las manos al fuego por afirmarlo, pero tiene la ligera sospecha de haber oído a su madre mencionar la palabra “electrochoques” en esa tensa charla con el auto andando, antes de que Eddie saliese despavorido de ahí. Conocía lo que eran, pudo verlos más de una vez en películas de miedo e incluso en sus historietas. Eran aterradores y la sola idea que le pasaba a la mente de tener que usarlos, le revolvía el estómago. Se acurrucó más en Richie mientras pensaba.

No podemos huir, al menos tú no. Tus padres te aman y te adoran, les romperías el corazón y... Sería por mi culpa.

Cuando Eddie volvió a abrir la boca para hablar, Richie se la cubrió con una mano y apuntó con su índice a los labios, indicándole silencio. Lentamente dirigió la vista hacia la ventanilla y entonces Kaspbrak lo imitó. Unos pesados pasos iban haciéndose oír con más fuerza, y ambos sabían de quién se trataba y también hacia dónde se dirigían. Los dos chicos comenzaron a agitarse, especialmente Eddie, quien moriría si era descubierto.

Cinco, cuatro, tres, dos...

Los gritos de Sonia Kaspbrak se hicieron sonoros. Richie incluso se levantó algo ansioso por saber lo que ocurría y, para su desgracia, lo que escuchó no le gustó ni un poco. Eddie se da cuenta de aquello. Mirándole por el rabillo del ojo, observa cómo su labio inferior comienza a temblar levemente mientras se lo muerde y sus ojos se vuelven acuosos, marchitando el bonito brillo que este siempre emanaba de ellos. Era raro verle llorar, pues Richie no disfrutaba de verse vulnerable ante nadie, ni siquiera hacia Eddie, pero allí estaba, tan frágil y abochornado por todo lo que su madre escupía ahí afuera.

"Tu hijo es un marica, Maggie."

          "Está contaminando al mío."

"¿Sabías que lo era? ¿el hazmerreír del pueblo?"

          "Aleja a tu asqueroso muchacho del mío antes de que quiera acercar a Eddie a sus perversiones."

Richie aunque acostumbrado, se decepcionó. Hacía varios días cuando rescataron a Eddie, que su madre se portó bien con ellos, e incluso por el retrovisor del auto en aquella tarde donde Sonia conducía y Richie iba con Eddie en brazos, pudo notar empatía por él, quizás hasta cariño. Juraría que vio agradecimiento en su mirada pero ahora estaban aquí otra vez, en donde Sonia se encargaba de decirle a su madre todo lo que Richie intentó ocultarle este tiempo, sobre un rumor que, sin saber cómo, no llegó nunca a los oídos de Maggie... Hasta ahora.
Eddie no soportó más esa injusticia y  abrió la puerta del auto para salir corriendo hacia ella, pero Richie no lo notó hasta que observó por la ventanilla a Eddie tirando de la ropa de su madre para llamarle la atención.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now