Capítulo tres.

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Y entonces empujó hacia adelante las mantas.

Richie estaba arrodillado en el piso preparando una cama improvisada justo al lado de la propia. Eddie, por otro lado, estaba frente al armario de su amigo mirando hacia arriba, puesto que estaba intentando alcanzar unas colchas, pero no lo estaba logrando por su corta estatura; ideaba un plan para hacerlo sin que el bocazas se diera cuenta.

— ¿Estás seguro de que tu preciosa madre no se dará cuenta de que su osito escapó de casa la noche entera, eh?

Preguntó burlonamente desde el suelo, todavía concentrado en acomodar la que se suponía que sería su cama esa noche, porque al haber invitado al castañito, no pensaba dejar que por ninguna circunstancia él durmiera en el suelo.

— ¿Sabes que si me molestas le puedo decir a mamá que me secuestraste toda la noche, mh?

— ¡Whoa, whoa, no te esponjes, espagueti! Relaja el culo, no te va a pillar ni se enterará de que Eddie Kaspbrak ha querido dormir en la cama del insolente y atractivo Richie Tozier voluntariamente.

Y en ese momento las gafas del ojiazul se torcieron en el rostro de un golpe suave que lo aturdió bastante. Cuando el mareo pasó, los acomodó y comenzó a reír al ver a un Eddie Kaspbrak furioso al otro lado de la cama.

Una almohada había estampado contra su cara para hacerlo callar, y ver a su amigo enfadado era adorable, especialmente porque no lo podía tomar en serio. Richie se estiró y pegó un bostezo.

— No entiendo la razón de tu enfado, Eds, hoy dormirás con el joven más atractivo de todo el puto pueblo, gratis, en su cama y además con invitación personal.

Vociferó al presumir y, tras verlo aún parado al otro lado de la cama, le guiñó un ojo y sarcástico le mandó un beso. ¿Por qué era tan divertido molestarlo? No lo comprendía, pero era su actividad preferida. Disfrutaba de ver (y saber) cómo era que gracias a él, Eddie ponía expresiones tan dulces y tiernas así como graciosas; sí, como se escucha, hacía tiempo que así pensaba del más chico y, aunque a Richie le parecía bastante extraño y de hecho le hacía revolver el estómago en cosquillas, prefería no hacerse la cabeza pensando en por qué Edward Kaspbrak hacía sentir cosas tan extrañas en él, cosas que solo llegó a sentir cuando veía VHS de David Bowie en concierto

— Ni siquiera me pienso quedar en tu cama, tonto. ¡Mueve el trasero que yo voy en el piso!

Gruñó dándole la espalda y de nuevo fijándose en el armario. Estiró el cuerpo hacia arriba buscando alcanzar aún las colchas que tan altas quedaban. Detestaba con su alma que Richie fuera tan alto, mierda.

Todos los pensamientos de Eddie se disciparon de un segundo a otro cuando unas manos le rodearon la cintura con seguridad.

Terriblemente nervioso, se giró rápidamente a ver de lo que se trataba. Divisó una algo escondida mirada, la cual trataba de ocultarse entre la madera del piso. No entendía muy bien a qué se debía y mucho le costaría creer que de hecho había un Richie sonrojado detrás suyo mientras le levantaba del suelo para que alcanzara las colchas.

— N-no hacía falta que me cargaras.

Fingió indignarse, pero el corazón le latía rápidamente de vergüenza mientras aprovechaba para tomar las colchas entre sus brazos.

- Estaba a punto d-de alcanzarlas por mi cuenta.

Titubeó estúpidamente mal. El pecho se le encogió mientras trataba de actuar con normalidad. A diferencia de Richie, a Eddie le asustaba sentirse así y el no saber por qué. Hacía varios días que venía sintiendo esos "síntomas" como él le llamaba, así que planeaba contarle a su amigo que estaba... ¿Enfermo? Sí, enfermo de algo que no entendía.

my medicine ; reddie (editando)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt