Capítulo nueve.

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El lago reflejaba la perfecta luz de la luna, dándole un brillo especial en medio de la oscuridad de la guarida.
Eddie descansaba abrazado a sus piernas, con el mentón hundido entre sus rodillas. No podía dejar de mirar el reflejo de la luna en el lago. No podía dejar de pensar en cierta persona.

Mierda.

Susurró. Tirándose sobre el césped, estirando las piernas a lo largo de este y acomodando su cabeza sobre sus brazos. Esta vez se encontró con las millones de estrellas que iluminaban el cielo y no pudo evitar pensar en cómo estas tenían un espectacular parecido a las pecas que se salpicaban por sus pálidas pero bien delineadas mejillas y por su perfecta nariz. Incluso había notado una pequeña peca sobre los labios de Richie, ese día que le explicó matemáticas. Richie había estado tan concentrado en los ejercicios mientras mordisqueaba el plumón y fruncía su ceño. Una escena tan adorable para Eddie a pesar de ser Richie, el niño boca sucia de todo el pueblo podía ser adorable.

Eddie no podía sacar a Richie de su cabeza.

Se sentía totalmente asustado. Nunca antes se había enamorado, nunca le llegó a gustar nadie, mucho menos un chico. Su madre siempre le había explicado que las parejas tenían que ser hombre y mujer, nada más que eso, pero era hasta ahora que Eddie entendía que los sentimientos no podían controlarse. ¿Pero por qué eso estaba mal? Si se sintió tan bien cuando besó al pelinegro... Se sentía tan bien estar con él.

¿Eds? ¿qué haces aquí?

La reconocida voz le hizo salir de golpe de sus pensamientos. Se tensó a secas al darse cuenta de quien era el dueño de la voz. Sus mejillas estaban rojas y se sentía algo avergonzado. Hace tan sólo dos segundos estaba pensando en él.

¿Richie? Y-yo... Mh, solo estaba descansando.

Oh... Ya veo, pensé que estabas dormido.

¿Tú qué haces aquí?

A Richie le ardió la cara y ocultó la navaja con la que había tallado sus iniciales esa tarde.

Iba a encontrarme con tu madre. Quedamos para follar, ¿te quedas y hacemos un trío?

Pensó que la broma le sacaría los nervios.

Jódete, Richard.

Jódete tú, Kaspbrak.

Ambos sonriendo. Eddie tratando de ocultar la sonrisa mientras Richie tomaba asiento a su lado. El olor a menta y cigarrillos inundó sus fosas nasales, podía reconocer a Richie por ese aroma aún si estuviera ciego. Aspiró profundamente y soltó todo el aire que retenía en sus pulmones.

Richie golpeó suavemente su rodilla con la suya. El hipocondríaco tragó saliva.

Es una buena noche. Salí hace rato del arcade y fue el primer lugar al que pensé en visitar.

Comenzó a contar Richie.

¿Y tú? ¿no tienes que volver antes de la medianoche, Cenicienta?

No me llames Cenicienta, Richie. Soy Eddie. Yo estaba por irme de aquí en unos minutos, mamá ya debe estar esperándome.

Ya lo dije, muchachito. La señora K está esperando que vuelvas a casa así ella se reúne conmigo, pero si quieres le cancelo la cita.

—  Cállate.

¿Por qué?

No me gusta que hables de mi madre, Tozier.

my medicine ; reddie (editando)Där berättelser lever. Upptäck nu