Capítulo cuatro.

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A Richie Tozier le costó dormir esa noche.

Cada vez que cerraba los ojos e intentaba conciliar el sueño, su cabeza se encargaba cruelmente de recordarle, o mejor dicho, torturarle, con lo que Eddie había dicho. Aquella simple y llana oración de dos palabras que no podía sacar de su cabeza por más que quisiera.

" Estoy enfermo "

Su preocupación se acrecentaba por su amigo, no entendía a qué se refería y lejos estaba de imaginarse el verdadero significado de esa frase, ¿de que podía estar enfermo? La seriedad se vio reflejada en sus facciones cuando se lo dijo, así que tenía que ser algo serio. Eddie no bromeaba con esas cosas, lo conocía muy bien. Le dio vueltas al asunto al menos hasta las cuatro de la mañana sin saber realmente que se había dormido tan tarde pensando en eso, pero claramente de aquello se enteraría al día siguiente cuando a Eddie le costara despertarlo, quien por supuesto, también había estado pensando durante toda la noche, casi el mismo tiempo que Richie, pero él trataba de buscar un modo de explicarle a su amigo lo que pasaba por su cabeza, ¿tan difícil tenía que ser decirle que estaba enfermo de algo de lo que no tenía conocimientos?

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— ¡Despiértate, zopenco, ya casi es medio día!

Exclamaba Eddie, quien le pegaba a su amigo en la cabeza con una almohada.

— ¡Maldita sea mamá, déjame en paz!

Richie se había cubierto la cabeza con las mantas y le daba la espalda a su amigo, al parecer aún seguía medio perdido en sus sueños.

Eddie parpadeó, pensaba que Richie se veía adorable.

— Joder, Richie. Despierta o tu mamá de verdad vendrá a ver si ya nos levantamos, no quieres que te regañen, no hoy.

Tozier pareció reaccionar luego de unos segundos en silencio, en los que Eddie, cansado, pensó que había vuelto a dormirse y había fallado en su plan de despertarlo. Pero un Richie de cabellos alborotados y ojos pequeños se asomó entre las cobijas para mirarlo. El más chico estaba arrodillado al lado de su cama improvisada sosteniendo la almohada entre sus manos por encima de su propia cabeza, como si justo hubiera estado por darle con ella.

— Eds. Oh Eds. Qué encantadora sorpresa despertar con tu melodiosa voz. — Bromeó aún adormilado con sus ojos pequeños.

— Cierra el pico, llevo dándote golpes toda la mañana.

Ah, así que era eso... Lo siento, estaba soñando con Madonna y creo que mojé las sábanas.

El azabache le guiñó un ojo para que se diera cuenta a que se refería. Eddie dibujó una mueca de asco en cuanto lo entendió y volvió a golpear a Richie, esta vez directamente al rostro adormilado de su compañero.

— ¡Eres un puto cerdo, Richard! No puede ser. No me toques. NO ME TOQUES.

Chillaba mientras seguía dándole golpes con la almohada, Richie intentaba en vano tratar de protegerse de ellos entre varias carcajadas. El azabache le tiró su almohada justo a tiempo al ver que otra vez iba directamente a su cara, sirviéndole de escudo. Ambos estaban riéndose, y por un momento Richie había olvidado que estuvo casi toda la noche preocupado.
Pero se fijó en Eddie, en lo tan jodidamente adorable que se veía usando un pijama que le quedaba el doble, ¡triple de grande! y más al recordar que esa ropa era suya. Pero despertó en cuanto la almohada le pegó en la cara, por suerte, cubriendo sus mejillas que habían tomado un leve color rosado, dejándolo un poco más confundido de lo que ya estaba al haber pensado eso de su mejor amigo.

Mierda.

— ¡Ya deja de golpearme! Qué linda forma de despertarme, ¿así te despierta tu madre todos los días? Porque no quieres saber cómo me despierta a mí.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now