Capítulo veinticinco.

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No se esperaba que su madre estuviera esperándolo en la puerta de su casa esa noche lluviosa.

Las gotas resbalaban por su impermeable mientras caminaba lentamente, realmente no tenía ganas de llegar a su casa, no le hubiera importado pasar la noche fuera tampoco.

Así de miserable se sentía Richie.

¿Y dónde están tus bromas, Richie?

Le repetía una voz en sus pensamientos, evidentemente Tozier era más que un chico gracioso.

¡Richie! Por Dios, mira la hora ¿estás loco? ¿por qué sales con esta lluvia?

Ni siquiera alzó la mirada cuando su madre le tomó del brazo y le hizo entrar a la casa. Tan pronto como entró, siente una delicadas manos tomarle de las mejillas luego de haberle quitado el impermeable, aún así su campera negra estaba empapada. No escuchó el sermón infaltable que Maggie le estaba soltando, que podía haber una inundación, que se esperaba más viento, más agua. El pelioscuro estaba en otro lado y solo pudo abrir la boca para soltar un pequeño suspiro.

Y algo que había querido preguntarle de hace mucho.

— Mamá, ¿tú me odias?

Maggie Tozier abrió sus ojos con impresión, sorpresa. Su ceño se relajó y miró a su hijo con preocupación, ¿quizá había sido muy dura regañándolo? Sea como sea, era la primera vez que Richie le preguntaba algo así.

— Cielo... Claro que no te odio, Richie ¿por qué preguntas eso?

La vista de Tozier se nubló, tuvo que bajar la mirada avergonzado.

— ¿Me odiarías si te dijera que todo lo que la señora K dijo es verdad?

Silencio.

Richie pudo imaginarse a su madre con una mueca de asco en el rostro, retrocediendo, podía imaginarse echándolo de su casa así como Sonia Kaspbrak lo hizo. Incluso podía verse a sí mismo en el consultorio de un psicólogo como Eddie; sin embargo, unas frías manos se apoyan en sus mejillas y le obligan a mirar sus ojos marrones, iguales a los de Richie, pero a diferencia suya, las pestañas de su madre eran más largas, más delicadas, que bajaron y subieron lentamente mientras le obsequiaba una de las miradas más tiernas que pudo haber recibido alguna vez.

— Eres mi niño, cariño. Nunca podría odiarte por amar a alguien.

— P-pero la señora K..

Nosotros no decidimos a quien amar, las cosas pasan por algo y escúchame Richie, quiero que seas feliz sintiendo lo que sientes por ese chico. Eres mí hijo y siempre te voy a amar como eres, solo trata de tener cuidado tú y el pequeño de Eddie, ¿pueden cuidarse? Creo que no debo decirte cómo es la gente aquí.

Richie no podía creer lo que escuchaba, pero estaba pasando demonios, ¡su madre no lo odiaba! lo estaba aceptando tal cual era, le estaba dando el apoyo que tanto había necesitado todo este tiempo.

El más chico de los Tozier se abrazó a su mamá con fuerza, ella lo recibió en sus brazos y lo apretó contra su pecho, fue suficiente para Richie, su corazón podía saltar de la alegría allí mismo. Ya no se sentía tan miserable, eso era dar un pequeño paso, ¿no?
Sin saberlo, ambos estaban llorando. Richie se sentía tan frágil entre los brazos de su madre como un cristal al que estuviera apunto de romperse, su madre, en cambio lloraba porque tenía miedo, ¿cómo podía garantizar la total seguridad de su hijo viviendo en Derry? Pero haría lo posible para cuidar de él y de Eddie.

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Richie caminaba lentamente hacia Los Barrens, tenía las mejillas rojas al igual que su nariz, y era por el resfrío que se había pegado al haberse pasado horas bajo la lluvia, ¡al menos su madre le había dejado salir! Aunque sinceramente no había tenido muchas ganas de hacerlo. Habían quedado allí con los perdedores igual que todos los días, pero al principio no quería estar en ese lugar. Las cosas no eran lo mismo desde que esa chica Sandra estaba entre ellos, ¡era insoportable! No podía aguantarlo, ¿cómo alguien podía ser más molesto que él? Richie lo admitía, se moría de los celos y estaba dispuesto a hacer algo para cambiarlo, ¿qué cosa? Aún no lo sabía, pero se había pasado esos días pensando que podría hacer.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now