Capítulo treinta y cuatro.

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El despertador le timbró los oídos con rudeza, chirriando como el más insoportable sonido que haya escuchado. En otro momento no le habría molestado en lo más mínimo, quizás le pondría de malas por unos cuatro o cinco minutos hasta que recordara a quién vería en cuanto llegar al colegio, pero esta vez sabía que era el comienzo de la peor semana de su maldita vida.

Permaneció con la mirada perdida en el techo por un buen rato, respirando con pesadez. Su vista era borrosa y es que sin los anteojos no era nada; sin embargo, se sentía tan triste que no tenía ni ganas de colocárselos.

— ¡Richie! ¡el desayuno!

Maggie gritó desde la planta baja, pero no tenía apetito de nada. Aún así tuvo que levantarse porque no quería ganarse un regaño de su madre. Arrastró los pies hasta su armario y sacó lo primero que encontró: sus vaqueros negros de mezclilla con las rodillas abiertas, un suéter con cuello de tortuga que asomaba por debajo de su camisa floreada (la cual por primera vez abrochó), converse negros y, por último, se miró al espejo, pero no tuvo ni ganas de cepillarse el cabello, así que solo se colocó las gafas y bajó tal cual se levantó. Su padre se hallaba friendo huevos y su madre servía zumo en tres vasos dispersados por la mesa. Ninguno había visto aún a Richie aparentemente, pero la primera en hacerlo fue su madre, quien se sorprendió por su alocado y despeinado pelo.

— Santo cielo.
Maggie jadeó de la impresión, lo que a su vez llamó la atención del propio Wentworth. Se bajó las gafas con impresión al ver a su hijo.

— Richie... ¿Ya estás listo?
Cuestionó, quien junto a su esposa esperaban una respuesta negativa. Richie levantó la vista hacia ambos y asintió lentamente, pero no respondió con palabras. Su padre se acercó a la mesa y sirvió el desayuno para todos, pero no dejaba de mirar con preocupación a su hijo. Maggie por supuesto no era la diferencia. El pobre Richie apenas y fue capaz de tocar su plato, picando nada más la yema del huevo con la punta de su tenedor.

— Cariño, ¿te sientes enfermo? Puedes quedarte hoy en casa si así lo quieres.

Era cierto que Richie era un chico bastante rebelde y muchas veces le habían mandado a detención, pero sus padres también eran conscientes de que llevaba las mejores calificaciones del curso, y era justo por ello que no eran tan exigentes con él. No estaban del todo seguros, pero los dos ya se venían sospechando algo extraño entre él y su pequeño amigo Eddie, que si bien siempre habían sido muy unidos, se habían dado cuenta que el malestar de su hijo era probablemente por la ausencia del más pequeño.

— Estoy bien, mamá.

Dijo al mismo tiempo que se levantaba de la mesa y dejaba intacto su desayuno. De dos zancadas se acercó a su madre y a su padre, despidiéndose de ambos. Ninguno fue capaz de recriminarle el no desayunar, simplemente le dejaron irse. La caminata de Richie hasta el instituto fue bastante silenciosa y aburrida, pero se ganaba miradas de vez en cuando por el poco arreglo físico que traía encima. Antes de llegar, decidió desviarse del camino para no llegar a la primera clase... Y probablemente tampoco a la segunda o la tercera, pero las explicaciones sobraban. Sabía que los perdedores comprenderían sin necesidad de palabras.

Richie terminó en el Memorial Park hasta sentarse en el primer banquillo que encuentra. La zona estaba muy despejada por las horas de labor, así que no habría nadie quien le recriminara su falta a clases... Excepto una persona, la última que Richard Tozier se imaginaría encontrando incumpliendo las reglas. Lo que no sabía era que ambos estaban compartiendo el sentimiento, pero Stan se lo venía reprimiendo desde poco antes.

Ese chico de dorados rizos y pulcras camisas pasteles, se encontraba sentado en la orilla de una fuente con su libreta en piernas mientras dibujaba en una posición que Richie consideró incómoda. Su espalda encorvada y la mirada gacha le hicieron recordar a aquellas ocasiones en las que hacía su tarea a plena clase con los libros escondidos bajo el pupitre y sobre sus piernas, copiando descaradamente.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now