Capítulo treinta y dos.

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Hockstetter.

Richie murmuró, tratando de mantener la compostura firme a pesar de que por dentro se estaba muriendo de miedo. Se acomodó la mochila con una sacudida de su hombro, fingiendo que no estaba asustado.

Patrick respondió con un gruñido, sin quitar esa malévola sonrisa de su horrible cara.

¿Tienes todo lo que te pedí, niñita? Señaló la mochila de Richie.

El pecoso dejó caer la mochila de sus hombros para tomarlo entre sus manos, con ayuda de sus rodillas comenzó a abrirla para enseñarle que allí tenía todo tal como lo había pedido. Pero cuando estaba a punto de cerrar la mochila y regresarla a su lugar, el chico mayor se la arrebató de las manos con un fuerte tirón, haciendo que Richie perdiera el equilibrio súbitamente. Comenzó a husmear por él mismo dentro de su mochila, con una mano arrojaba las carpetas y lápices de Richie, parecía que estaba tratando de sacar todo lo que no era de importancia para él. Richie no tardó en darse cuenta por qué lo hacía.

Cuando su walkman cayó al suelo lo comprendió.

Patrick cerró la mochila y se la colgó en el hombro.

La bocota de Richie no pudo evitarlo.

— ¿Qué demonios estás haciendo? ¡son mis cosas! toma las malditas botellas y vete con tu puta...

El chico más alto agarró a Tozier del cuello de la camisa y lo sacudió, como si solo se tratara de una bolsa de papas. Las gafas cayeron de su rostro y Patrick, en un rápido movimiento las aplastó con su sucio zapato. Crack. Crujieron en el suelo. El azabache no se atrevió a mirar sus gafas destrozadas, ya no había forma de remediar lo que había pasado y le esperaba un castigo en su casa por "perder" sus anteojos, sí, eso era lo que iba a decirle a sus padres.

Mamá, he perdido los anteojos mientras jugaba con Bill y Stan, o quizá los dejé en casa de Eddie y el enorme trasero de su gorda madre los absorbió. ¡Sea como sea encontraré las gafas! Y no, no estoy pensando esto mientras el imbécil cara larga de Patrick Hockstetter me amenaza porque nos ha pillado a Eddie y a mí comiéndonos la boca en un escondite de los Barrens. Si no hacemos lo que nos pide le dirá a todo el mundo que somos maricas. No, definitivamente no es por eso.

Todo pasó en los pensamientos de Richie como un flash mientras el maniático de Patrick le miraba con burla. Era más que burla, la maldita perversión se veía reflejada en sus ojos oscuros. Richie se sintió inferior, tembló del miedo. Realmente tembló al pensar que algo malo podía pasarle a Eddie.

— ¿Entiendes lo que está en juego, Tozier? Yo que tú pensaría dos veces antes de abrir la maldita boca si no es para meterle la lengua a Kaspa, maldito maricón. Es mejor que te calles si no quieres que vaya ahora mismo a decirle a todos lo que vi, ¿eso quieres? Sacudió a Richie con fuerza, quien lentamente negó con la cabeza. Sentía ganas de llorar. Que hayas hecho el primer trabajo no significa que ya vaya a dejarlos en paz, eso no va a ocurrir.

Soltó la camisa del pecoso y le dio un fuerte empujón que le hizo caer de culo al piso, a lado de su walkman.

— Gracias por la mochila.

Le sonrió con maldad justo antes de girarse y desaparecer de su vista. Richie creyó que esa espantosa sonrisa no podía traer nada bueno. Cuando Patrick Hockstetter estaba ya lo suficientemente lejos, Richie soltó un diccionario de maldiciones a su nombre mientras intentaba juntar estúpidamente los pedazos de cristales de sus gafas, astillando un poco sus dedos.

   Y eso a penas estaba comenzando.

Esa misma noche estaba tratando de dormir cuando le interrumpió la interferencia de su walkie- tolkie, no le hizo falta esperar mucho para saberlo porque la voz de su chico se escuchó en toda la habitación, un llamado repleto de timidez, casi con miedo.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now