Capítulo treinta y cinco.

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Fue el silencio después de haber preguntado su nombre lo que le hizo sentirse asustado. Richie sentía el corazón en los oídos, los latidos coordinaban con los segundos, latiendo fuerte, golpeando hasta dolerle.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro segundos y al fin siente una respiración familiar del otro lado de la línea.

soy yo, ¿quién habla? Richie sintió un profundo alivio al escuchar su voz, como si no la hubiera escuchado hace muchos días, meses, años.

— ¡El amor de tu vida, idiota! Es glorioso volver a escuchar tu voz Eds, joder. Pensé que me moría si no te escuchaba de nuevo.

Otra vez hubo silencio en la línea, a Richie no le pareció extraño. Quizá Eddie estaba ocultándose de su madre para responderle.

— ¿Disculpa? Sonaba confundido. Richie río con nerviosismo. ¿Quién eres y por qué estás diciendo esas cosas?

El maldito está bromeando. Él solo está bromeando, me está jugando una buena broma y luego va a reírse de mí cara aunque no pueda verme. Es eso.

— ¡JA, JA! Qué gracioso eres, Eddie Espagueti. ¿Tu madre está cerca? ¿No puedes hablar, es eso?

Otro silencio le golpeó como bofetada. Escuchó un sonido desde el otro lado y Richie comenzaba a sentirse impaciente.

No tengo idea de qué estás hablando y por qué me llamas así. Creo que te confundiste de número, adiós.

La llamada se cortó.

Eddie colgó.

El estómago de Richie se estrujó dolorosamente, como si todos sus órganos se apretaran entre si. Tuvo ganas de vomitar. Miró el teléfono como si este, de pronto, hubiera explotado en su oído.

— Idiota. Me estás jugando una broma.

Quería ignorar ese pinchazo en su pecho. Es solo una broma, el idiota solo me está bromeando.

Una broma, solo podía ser eso.

Revisó sus bolsillos en busca de otro centavo que sabía que no tenía. Ese fue el último, sus dedos solo rozaron con la tela vacía de sus bolsillos. La sonrisa de emoción que había aparecido cuando Eddie atendió la llamada, se esfumó sin dejar rastro. Tozier quería llorar, quería gritar, golpear el teléfono contra la pared, pero sobretodo quería volver a llamar.

Detrás suyo, alguien golpeaba con impaciencia el pie en el suelo, esperando que aquel jovencito desocupara el teléfono. Richie se volteó, era una señora mayor de edad y tenía cara de pocos amigos. Si fuera un perro seguramente estaría gruñendo en dirección a Tozier.

— Disculpe, ¿tiene un centavo? Se lo devolveré, es de vida o muerte. Hasta su voz sonaba demasiado extraña, ida, lejana. Estaba dolido, pero creía que tenía una razón, tal vez Sonia había estado cerca de Eddie y no le quedó otra cosa que improvisar.

— Acabas de hacer una llamada, no tengo todo el día para esperar. Maldita anciana, murmuró Richie en sus pensamientos.

¡Oh, por favor señora! Tenga piedad de este pobre chico asustado, necesito llamar a mi mamá, ¡No sé donde está! Debería haber llegado a casa hace dos días!

A veces improvisar se le daba bastante bien. Sobretodo en situaciones desesperadas.

La señora lo pensó unos segundos pero terminó por entregarle el centavo que pedía, era el único modo de hacerlo callar. Richie agarró su mano entre las suyas y comenzó a murmurar "¡Muchas gracias, oh muchas gracias amable señora! Acaba de salvar a un niño desamparado" A lo que la señora retiró la mano rápido, espantada.

my medicine ; reddie (editando)Where stories live. Discover now