XLIII: Batalla final.

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Sus pasos eran débiles, cualquier mínimo ruido provocado por la naturaleza, o por los animales que habitaban en ella, lograban sobresaltarla lo suficiente como para empuñar con fuerza un pedazo de vidrio punzante que se encerraba dentro de su puño.

El cual seria ridículo utilizar contra un mago armado con una varita.

camino detrás del patronus, con cierta desconfianza, debido a que jamás había visto aquel patronus, y tampoco sabia por que la estaba ayudando o, siquiera, quien lo había enviado para "guiarla" hacia un lugar desconocido.
Inspeccionó la figura fantasmal, esta de vez en cuando se giraba en dirección a Belle, verificando que esta aun se encontraba siguiéndole el paso.

De repente vio como la figura se mantuvo parada, esperando que Belle se acercara para posarse a su lado. Al acercarse un poco mas, se dio cuenta que estaban frente a un estanque congelado, gracias al invierno, las hojas secas de los árboles caían sobre este tapando su agua congelada y sus orillas, dejandolo casi tan imposible de ver en la noche como en el día.

Arqueo una ceja levemente extrañada, en aquel lugar no había ninguna persona, por lo menos, no en su campo de vision.

Sus rodillas se debilitaron, cayendo de rodillas hacia el colchón de hojas resecas que los árboles le proporcionaban. Debido a la cantidad de sangre que le sacaban por día , la debilitación en su piel, cuerpo y huesos era la suficiente como para dificultarle algo tan simple como respirar o correr.

Sintió como un brazo le envolvía los hombros con suavidad, despertando cierta alarma dentro de ella. En un acto reflejo, con un codo golpeo la nariz de quien fuera la persona detrás de ella que invadia su espacio personal.

Sintió como el brazo se despedía hacia atrás con frivolidad, al girar para ver quien era su atacante se encontró con ciertos ojos azules, y un anciano canoso, el cual era su portador, cierta sonrisa se formo en su rostro al ver la mueca de confusion de la joven.

—Querida Lilith, que bueno reencontrarnos de esta manera tan cálida. —— el ojiazul sonrió con amabilidad, sentandose a un lado de la muchacha, quien aun lo miraba como si no entendiera nada de lo que ocurría.

—¿Aberforth?  — pregunto extrañada, recibiendo una mueca del hombre, quien asintío —, pero ¿Que... que haces aquí?.

El anciano rio. No había envejecido nada desde la ultima vez que lo vio en la segunda guerra mágica, mas bien, parecía que su envejecimiento se había detenido en el tiempo.

—Crei que ya era hora de reencontrarme con mi hija, ¿no crees? — examino el rostro de la muchacha, el parecido con su madre era demasiado vital, incluso en el tipo de sus manos, iguales a las de su madre —. Supongo que te fascinaría escuchar esta preciosa historia ahora, pero debes salvar a un Weasley primero — Belle observo como el hombre sacaba una especie de palo largo, al verla mejor, lo que sacaba era una varita preciosa de su bolsillo, la inspecciono durante unos segundos ates de colocarla sobre la palma de Belle, quien la miro con curiosidad y confusion.

Al tomarla, Belle sintió como cierto calor le recorria la punta de los dedos para luego expandirse por todo su cuerpo, calentandola de el frio viento que la zucumbia con violencia.

Al terminar su impresión, volvio su mirada a Aberforth, quien aun la observaba con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Eres mi padre? — pregunto incrédula, aun observando con cierta curiosidad a el ojiazul.

—Lo soy, pero estoy seguro que podemos reservar esta conversación para mas tarde, pequeña. — acaricio el cabello platinado de la muchacha, quien se levanto tambaleándose ante la fragilidad de sus huesos.

Serendipia Pelirroja | G Weasley | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora