Capítulo I (editado)

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Alexandra

Último primer día.

Finalmente era último año, y me sentía tan emocionada como nostálgica de saber que estos serían los últimos meses de secundaria, y los últimos meses de relativa tranquilidad antes de que la avalancha de aplicaciones universitarias comenzara a aplastarnos a todos.

Estaba de mi normal buen humor cuando uno de los Raiders ocupó mi aparcamiento habitual con su motocicleta. Todos sabían que me gustaba poner mi auto bajo la única sombra que había en los estacionamientos, y todos estábamos de acuerdo con ello, excepto los Raiders, por supuesto, que jamás dejaban pasar alguna oportunidad de meterse pasiva-agresivamente con nosotros.

Incapaz de solo dejarlo pasar, me bajé de mi auto, mirando a Gabriel Guilbert con mi mejor cara de pocos amigos.

—¡Hey, idiota! Sé que no estás seguro de cómo leer, pero allá —mascullé, apuntando el aparcamiento de motos— es donde dice "motocicletas".

Me miró como si no hubiera algo más gracioso que yo en el universo. Llamamos la atención de varias personas en las cercanías que se quedaron a mirar qué estaba pasando. Por desgracia, había muchos sureños dispuestos a darme la lata y ninguno de mis amigos a la vista.

—Y yo sé que te gusta imaginar cosas, King, pero no veo tu nombre en ningún lado —fingió buscar con la mirada mi nombre—. No, nada de nada. Y hasta donde yo sé, llegué aquí primero.

—Este aparcamiento es para coches —gruñí entre dientes, intentando no perder la cabeza. Lo que menos quería era enfrascarme en una pelea con alguien como Gabriel el primer día de clases.

—Diablos, Gabe. Apenas es el primer día y ya estás peleando con nuestra reina autoimpuesta. ¿Es que no tienes nada mejor que hacer?

Mirándolo un poco consternada, me encontré con Aiden Reed poniéndose al lado de Gabe, listo para echarme de ahí a como de lugar y ganar la guerra de egos.

Me quedé mirando un poco descolocada a la BMW S 1000 RR en la que había llegado. Mi placer culpable es que era fan de las motos de los Raiders, y esa BMW era espectacular en cada sentido de la palabra. No había ninguna como ella, y mi sueño era poder aprender a manejar motos y comprarme la mía propia cuando mis padres dejaran de tener injerencia sobre mi toma de decisiones.

Y su piloto, aparentemente, no hacía más que ponerse más guapo cada año.

Aiden Reed no se molestaba en mirar más abajo suyo, era casi como si se creyera demasiado genial para andar con plebeyos, aunque se empeñara en creer que los del norte éramos la pseudo-realeza.

—Solo mírala, cree que por ser una niña mimada del norte puede tener el aparcamiento que quiera —se burló Gabe, hablándole a Aiden como si de pronto yo no existiera.

Podía enfrascarme en una pelear a muerte con cualquiera de los Raiders, pero nunca con Aiden. Como si medir algo así como un metro noventa y tener los mismos músculos definidos de un atleta profesional no fuera suficiente para espantar a cualquiera, era su presencia intimidante y su sonrisa socarrona de "no quieres tener problemas conmigo" lo que sellaba el trato para mí, pero algo que me estaba molestando constantemente el último tiempo era pensar que no podía ponerse más irresistible que eso.

Dios, Aiden estaba más guapo que nunca, y maldecía a todas las deidades del mundo por hacerlo tan inalcanzable, y por ponernos en lados distintos de la ciudad.

—King, será mejor que te esfumes. Para tu mal pasar, no hay una política de membresía en el estacionamiento —murmuró Aiden sin siquiera alzar la voz, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Quise convencerme de que era por miedo, lo cual era mucho más dignificante que aceptar que su profunda y ronca voz había hecho crujir algo dentro de mí.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora