Capítulo XL

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Aiden

—Mira, no estoy diciendo que sea una buena idea, solo estoy diciendo que es una idea —me dijo Ash mientras miraba de reojo a Beatrice—. ¿Hace cuanto que no te acuestas con una chica? Porque tu malhumor de los últimos días deja mucho que desear.

—Ya te dije que no voy a acostarme con Beatrice, Ash —rodé los ojos.

—¿Qué hay de Clara? ¿O Natasha? Natasha está bien. Nunca puedes equivocarte con las pelirrojas, si sabes lo que digo.

—Ash...

—Está bien, no te jodo más, pero por favor quita esa cara de ogro. Sí, esa misma que me estás poniendo ahora.

—No.

—Idiota —dijo y rodó los ojos, dispuesta a darme otro sermón, pero algo distrajo su atención—. ¿Qué está sucediendo allá?

Miré a lo lejos lo que parecía ser el entrenamiento habitual de las animadoras de los Pumas. Estaban todos formados en un círculo y la entrenadora estaba gritando palabras obscenas que se escuchaban al otro lado del campo.

—Uh... no lo sé —me encogí de hombros, intentando que no me importara. Cualquier cosa que me mantuviera cerca de Alexandra estaba fuera de mi lista de prioridades.

—Creo... creo que alguien está herido. Y si Katt... digo, uhm... ¿Debería importarme? Porque las odio, pero parece que hay alguien en el suelo.

—¿Qué?

Intenté enfocar un poco más la mirada, pero con tanta gente amotinada no podía ver más que unas zapatillas rosadas que se parecían mucho a las que usaba Alex.

—Deberíamos ir a ver, por si acaso, aprovechando que tu papá te enseñó primeros auxilios.

Asentí sin dejar de mirar la escena y trotamos hacia el lugar.

Alex estaba en el suelo.

—Qué demonios...

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté atropelladamente mientras me abría paso entre el grupo y me inclinaba junto a Alex.

—Se cayó de la pirámide —fue Katt quien me respondió.

—¿911?

—Acabamos de llamar —dijo la entrenadora a cargo.

—Sé primero auxilios, voy a necesitar que le den aire, por favor —golpeé cada palabra, y no pasaron más de dos segundos antes de que se hiciera un espacio razonable—. ¿Alexandra? ¿Puedes escucharme?

Cuando no hizo ningún amago de respuestas, puse mis manos en su carótida para checar su pulso. Los latidos eran normales en fuerza y frecuencia, pero ella había perdido la consciencia.

—Mierda —mascullé, un poco perdido en qué hacer. Mi cerebro estaba intentando procesar todo lo que me había enseñado papá sobre primeros auxilios, pero esta no era una persona cualquiera que se había desmayado en la calle, esta era Alex.

Con la tranquilidad de que su pulso estaba intacto, utilicé el flash de mi celular para mirar sus pupilas. Respondieron con normalidad a la luz, así que continué mirando si encontraba algún tipo de lesión visible que explicara la pérdida de consciencia, la cual se hizo obvia en la esquina de su cabeza volviéndose morada e hinchada.

—¿Deberíamos llevarla a la enfermería? —preguntó una chica que no pude reconocer.

—No, no podemos moverla hasta que despierte, e incluso así es necesario estar seguros de que no hay lesión en su cuello o columna.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora