Capítulo VIII (Editado)

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Aiden

—¿Estás hablando con Alexandra? —me preguntó Ash con el ceño más fruncido que de costumbre.

—Sí —rodé los ojos, no por su pregunta, sino porque era la reacción que Alexandra me causaba—. ¿Por?

—Recuerda lo que te dije —sus ojos imitaron la expresión de los míos, solo que con más dramatismo.

—¿Cuál de todas las cosas?

—Ocupa tu encanto masculino, de seguro la idiota de King caerá rendida a tus pies en dos segundos. La baba se le ve a kilómetros.

—Lo siento, Ash, pero mi mente no es capaz de funcionar en tu nivel de capacidad de manipulación.

—Alexandra te tiene agarrado por las bolas, hay que darle el crédito, pero la chica bajará sus barreras si la empujas solo un poco, entonces solo necesitas encontrar un punto débil para contrarrestarlo.

—¿Crees que pueda encontrar algo igual de sucio que lo que tiene ella?

—Aiden —me miró completamente seria—, nadie es tan perfecta. King parece el tipo de chica que tiene un cementerio de secretos, casi colapsado y sin espacio para más cadáveres.

—¿Y sabes eso con solo mirarla?

—Conozco a su tipo —me sonrió—. Si quieres quitártela de encima, tendrás que jugar su juego.

—Ella cree que tú no lo sabes.

—Deja que lo siga usando como excusa para pegarse a ti.

—Sobreestimas mi encanto masculino —le sonreí.

—Sabes perfectamente que no lo hago, cariño —me sonrió de vuelta.

Cuando el bus finalmente llegó a la carretera que conectaba con Key West, todos salieron de sus sueños profundos para mirar el paisaje. El mar se veía tan cristalino y azulado que parecía casi tener su propio resplandor contrastando con el de los rayos del sol.

—Esto es hermoso —dijo Ash, encantada como pocas veces la había visto, y me hacía feliz verla feliz, así que no pude evitar sonreír ante lo linda que se veía.

—Te sienta sexy el sol de Florida, Ash —silbé en su espalda.

—Estás siendo ridículo como siempre —rodó los ojos, poco sorprendida por mi halago.

Cuando finalmente llegamos, Alex estaba de mandona debajo del bus como era de esperarse. Señorita Perfección moriría antes de dejar escapar aunque fuera el más mínimo detalle de sus perfectamente inmaculadas uñas. Quizás si le decía que tenía una diminuta mancha de cloro en la parte trasera de su falda, se alteraría lo suficiente como para entretenerme por algunos minutos a lo menos, pero entonces estaría admitiendo que le estaba mirando el culo con más atención de la que debería en primer lugar. Por ahora, mantendría mi descubrimiento para mí mismo.

—Te ayudo con tu maleta —le dije a Ashley, que me miró como si la hubiera ofendido.

—¿Tengo cara de no ser capaz de llevar mi propia maleta? —me miró con ojos entrecerrados.

—Un poco —me reí.

—Ve a ayudar a King, de seguro que apreciará el gesto —dijo con tono burlón.

—Bueno, alguien se levantó con ganas de odiar a Alexandra King hoy.

—Lo siento, es todo esto de su actitud horrible—dimos una rápida mirada a Alex, que estaba anotando algo en una libreta—. Y no soporto que esté amenazándote con divulgar lo de tu mamá, ¿quién demonios se creer que es?

—¿La reina de todo, probablemente? Ya lo solucionaré, no te desgastes con ello —me encogí de hombros—. Y no te preocupes por Alexandra, te puedo asegurar que solo es una gatita intentado pasar por tigre. Si hay alguien por quien realmente no me preocuparía en el lado norte, es ella.

—¿Por qué dices eso?

—Ya te dije, gatita fingiendo ser tigre. Tú confía en mí. Alexandra es mucho más obvia de lo que ella cree que es.

Ashley no volvió a mencionar a Alex de nuevo, así que hicimos nuestro camino en silencio hacia el interior de la haciendo, demasiado perplejos con la vista y el lugar como para decir algo y arruinar el momento. Con Ashley reclamamos una habitación en el segundo piso, y Gabe y Kyle reclamaron la que estaba a nuestro lado. Buscamos las habitaciones más apartadas para poder escabullir un poco de alcohol y música y también tener más privacidad. Los idiotas del norte habían elegido todas las habitaciones del primer piso, y el tercero —nuestro piso— fue el último en llenarse, incluso habían quedado algunas habitaciones vacías.

—No tengo idea de qué voy a hacer con tanta libertad —murmuró Gabe mientras entraba a nuestra pieza. Se puso cómodo en la cama de Ashley y suspiró dramáticamente—. Sin entrenamientos, sin partido de pre-temporada. Casi es una locura. Ah, y sin papá respirándome en el jodido cuello. Estos ricachones sí que saben cómo divertirse.

—Dudo que nos quieran aquí —murmuró Ashley con amargura.

—Eso no importa. Vacaciones y además invadir el espacio de esos imbéciles. ¿Qué puede ser mejor? —dijo Kyle—. ¿Saben? Nunca he estado en un jacuzzi.

—Tu mente divaga a 100 kilómetros por hora, Ky —Ash rio.

—¿Qué puedo decir? Así soy —se encogió de hombros, divertido.

Antes de que pudiera replicar algo, un golpe interrumpió nuestra conversación. Me di vuelta para encontrarme a Alex parada en el marco de la puerta, con su bendita libreta y un lápiz. Ella era todo negocios mientras no miraba a nadie en particular.

—Solo estaré aquí un segundo. Necesito anotar sus nombres y sus habitaciones.

—Yo estoy en la de al lado, y podrías estar tú conmigo si quieres, cariño —silbó Kyle y todos rieron, mientras Alex mantenía la compostura como la mayoría de las veces.

—Me gustará tomar la suite presidencial de King por ella, si no les molesta —dijo Gabe y ambos chocaron los cinco.

Alex rodó los ojos, pero no dijo nada. Parecía querer salir corriendo de ahí. Su pierna se estaba moviendo frenéticamente como cada vez que estaba nerviosa. Había notado ese comportamiento desde el primer día que nos vimos en casa, a pesar de que su cara estaba desprovista de emociones.

—Gabe y Kyle en la habitación de al lado. Ashley y yo en esta, ya puedes irte —dije, rodando los ojos ante la escena.

—Uhm... gracias, Aiden —su voz titubeó un poco y desapareció tan rápido como llegó.

—Vaya, qué desplante, creo que has roto su corazón —Ashley se rio.

—Eso debe ser bueno para Gabe, que se agarra a todas las chicas que salen llorando de la cama de Aiden —se rio Kyle.

—Yo no voy a quejarme de lo que viene gratis —se rio Gabe mientras pasaba sus brazos por detrás de su cabeza—, menos si es un culo como ese.

Sin realmente entender por qué, me sentí extremadamente posesivo. No quería que siguieran hablando así de Alex, así que desvié el tema pidiéndoles que fuéramos a ver la piscina. ¿Por qué? La respuesta estaba más allá de mi entendimiento.

Justo cuando íbamos a salir de la habitación, Ash me detuvo y susurró para que solo yo la escuchara.

—Deja de comportarte como un capullo con King por un rato, al menos durante el viaje. Recuerda lo que te dije sobre encontrar los trapos sucios.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora