Parte II - Capítulo XXXV

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Alexandra

—Gracias por su ayuda —le sonreí al funcionario y guardé mi identificación nueva en mi bolso nuevo. Esta vez, había procurado que fuera un bolso de Walmart de diez dólares que no atrajera la atención de gente indeseada.

—Está bien. Próxima parada, un celular nuevo —dijo Katt mientras miraba Google Maps, que nos había estado guiando a través de toda la ciudad mientras recuperaba mis documentos para poder viajar de vuelta s Sylver Valley.

—Tengo que recuperar mi número antes de que papá pierda la cabeza. ¿Le enviaste el mensaje que te pedí?

—El señor King está convencido de que tu celular no tiene batería y estamos en medio de un viaje de senderismo hasta la noche. Tienes tiempo.

Asentí y la seguí hasta el tren subterráneo, que era increíblemente rápido y no estaba tan lleno como había esperado. Estuvimos en la calle Maddison en veinte minutos y con celular nuevo en treinta. En cuarenta, ya tenía mi número de vuelta y fue como si nada hubiese pasado.

El problema es que había pasado.

—Vamos a ir a un lugar lindo a cenar —me dijo Katt mientras salíamos de la tienda—. ¿Vamos de compras?

—Sinceramente, no tengo ganas de ir de compras —suspiré.

—¡No digas eso! Las compras son terapia. Vamos por unos lindos vestidos y un labial rojo de esos que te gustan. Sé que te hará sentir mejor. ¿Sí? —puso voz de bebé.

—Está bien —rodé los ojos, y Katt aplaudió como niña pequeña—. De todas formas, no traje ningún vestido decente. Y tengo hambre, ha sido un día de mierda.

—Es en efecto un día de mierda cuando Alexandra King dice groserías —me tomó la man y me dio una sonrisa tranquilizadora—. Vamos a nuestra terapia favorita.

Era Nueva York, así que no nos tomó mucho rato encontrar una calle que vendiera vestidos. Ya había gastado demasiado en el celular que había encontrado, así que por primera vez en mi vida me metí a una tienda de vertidos sin marca específica. Tenía que admitir que la tela definitivamente no era la mejor calidad que hubiese visto, pero estaba impresionada con los diseños y los colores. O en Nueva York tenían mucho estilo, o yo tenía que empezar a visitar más de estas tiendas.

Luego de probarnos algunos modelos y de que Katt se quejara porque la tela le picaba, nos decantamos por un modelo corto y con la falda tableada. Los hombros estaban levemente descubiertos y tenía mangas que caían en un bello encaje en el final.

Katt pidió su vestido en rojo y yo pedí el mío en negro para que combinara con los únicos tacones que había traído en mi maleta. En algún lugar de Nueva York encontramos una licorería que nos vendió cervezas sin pedir nuestra identificación y volvimos al hotel entre risas y bromas. A pesar del buen rato, me seguía sintiendo mal por mi pelea con Aiden y por lo que había pasado antes de eso.

—¿Qué estás haciendo? —me detuvo Katt en seco cuando llevé mis manos a mi coleta para desarmarla.

—¿Qué hago de qué? —la miré extrañada.

—¡Cena! ¿Crees que compramos estos vestidos por el placer de comprar?

—Uhm... ¿sí?

—¡Claro que no! ¡Te lo dije!

—Pensé que era una excusa para llevarme de compras y que no me pudiera negar.

—No seas ridícula. Arréglate la coleta y ponte el labial que te compraste.

—Pero...

—Vamos, será divertido. Iré a cambiarme y pasaré por ti cuando esté lista. Tengo unos zapatos que irán perfectos con este vestido.

Asentí y miré a Katt dejar la habitación. Miré alrededor y luego miré la cama vacía. ¿Vendría Aiden esta noche? ¿Debería decirle que saldría con Katt? Dios, no tenía idea de cómo funcionaba una relación, y menos tenía idea de qué reglas aplicaban si habíamos tenido una discusión.

Una vez que estuve lista, Katt aún no había venido por mí, así que me quedé varios minutos mirando el nombre de Aiden en la pantalla, pensando en qué decirle para arreglar esto. ¿Debería disculparme? Definitivamente debería disculparme, pero no sabía por donde empezar. ¿Y si estaba muy enojado? ¿Y si terminaba conmigo? No, Aiden no terminaría conmigo por eso, ya me había demostrado que podía confiar en él. ¿Pero confiar en mí misma? Eso estaba fuera de mis manos.

Suspiré y bloqueé el celular. Siendo hija de un político, se me tenía prohibido guardar conversaciones o fotos prometedoras en mi celular, así que no me preocupaba por lo que pudieran encontrar en él. De todas formas, no tenía respaldo de mis conversaciones con Aiden, pero eran las únicas que guardaba y que leía cuando me sentía triste o sola y no podía estar con él. Ahora quisiera poder leerlas para que la Alex del pasado me diera un poco de inspiración.

Estaba a dos segundos de levantarme e ir por Katt cuando mi celular sonó. Era un mensaje.

Kattcat: piso 31!!!!!AHORA!

Solté un gemido y me paré de mala gana. El ascensor tardó mil años en llegar y no fue hasta que llegué al piso 31 que me di cuenta de que era la azotea. Caminé por un estrecho pasillo y me encontré con varias luces adornando la terraza. Miré a mi alrededor buscando a Katt, pero solo encontré a Aiden.

Con traje.

—¿Aiden? ¿Qué...? ¿Qué es esto?

Él se acercó a mí y me dio un beso en la frente que duró varios segundos. Levanté mi mirada y me encontré con la tormenta de su ojos. Un gris profundo y brillante que reflejaba todas las cosas lindas de mi vida.

—Sabes que odio pelear contigo, aunque seas una princesa malcriada.

Sonreí un poco avergonzada.

—Respecto a eso. Lo siento.

—No es nada. Sé que has tenido un mal día —me tomó la mano y me guio hasta el centro de la terraza, bajo una pérgola. La cena estaba servida y varias velas y luces adornaban el lugar.

—¿Tú... tú hiciste esto?

—Tuve ayuda. Pero si Ashley supiera que te lo dije, me mataría.

Me reí como tonta.

—Esto es... esto es perfecto. No puedo creer que tú... Dios, te amo tanto —me lancé a abrazarlo, sin poder controlar mi felicidad ni mis sentimientos que estaban a flor de piel—. Lo siento, siento ser un tonta que...

—Alexandra, si vuelves a llamarte tonta a ti misma una vez más, tendrás problemas.

—Lo siento —sollocé un poco en su camisa—. Es solo que... estoy tan acostumbrada a suprimir mis emociones que cuando alguien se preocupa... actúo como estúpida, y eres la primera persona que realmente se ha preocupado por cómo me siento.

—Lo sé. Créeme, Alex. Lo sé.

Asentí y lo abracé un poco más fuerte. Aiden me rodeó con sus brazos y todos los problemas parecieron desaparecer por un momento. Tarde o temprano tendría que volver al mundo real, pero mientras Aiden estuviera en ese mundo, creía que podría sobrevivir más que bien.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora