Capítulo III (Editado)

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Alexandra

Cuando mañana llegó, y al final del periodo Aiden todavía no me daba su dirección, tuve que esperarlo diez minutos completos para que llegara a su casillero. Al parecer, había olvidado darme la dirección durante la mañana, y como yo no tenía ganas de iniciar una discusión ridícula, le dije que daba igual.

Atrasarme diez minutos nunca era bueno, porque me demoraba 45 minutos en llegar a mi práctica de All Stars, lo que significaba que iba a llegar diez minutos tarde que me ganarían hacer 50 flexiones de brazos.

Cuando pequeña practicaba gimnasia rítmica, pero luego conocí la animación y algo crujió dentro de mí; definitivamente era algo que quería hacer. Averigüé un poco junto a mi hermano y encontramos All Stars, un tipo de animación competitiva que iba mucho más allá de los cánticos de apoyo a nuestros equipos escolares, y era un mundo de difícil. A lo largo de los años me había lesionado innumerable veces y sentido como si mi cuerpo fuera a explotar gran parte de la semana. Era un deporte difícil y agotador, ya que parecía nunca haber una forma de tener la suficiente resistencia como para aguantar los entrenamientos y rutinas al 100%, pero era lo que amaba hacer y no lo dejaría por nada en el mundo, a pesar de que mamá se había vuelto un poco loca y obsesiva con ello, y actuaba como si All Stars fuera más un estilo de vida que un deporte.

No me gustaba que la gente supiera que practicaba All Star, porque comenzarían a decir que no era justo ponerme lado a lado con chicas y chicos que solo practicaban en la escuela, porque pagar una carísima matrícula en el gimnasio, viajes, mensualidad y ropa me daban una ventaja insuperable, y dudarían de mis habilidades para ser capitana, así que solo unas cuantas de mis amigas más cercanas estaban enteradas.

Yo ya sabía como funcionaban las cosas en la escuela, y la apariencia lo era todo. Nunca usaba mis verdaderas habilidades en las coreografías escolares, ya que eso me delataría. Prefería que todo el mundo creyera que solo era una porrista escolar extra flexible y con un equilibrio impecable, y no que practicaba animación a nivel competitivo desde que tenía 7 años.

Mientras hablaba con Katt camino al gimnasio, me contó como habían ido las cosas con su compañera de literatura. Al parecer, las cosas habían ido algo mal entre las dos chicas. Siendo ambas como eran, sus personalidades habían chocado y habían comenzado una pelea de egos que nadie iba a ganar. Según Katt, había intentado ser amable, pero Ashley no paraba de ser una arpía y estar a la defensiva. Intenté convencer a Katt de que los chicos del sur tenían que lidiar con un montón de malos tratos, y que no estaban acostumbrados a nosotros siendo amables con ellos y por eso Ashley estaba tan a la defensiva, pero Katt estaba demasiado enfadada como para escuchar. Solo esperaba que entrara en razón más temprano que tarde.

El entrenamiento empezó puntual a las 3:45, por lo que tuve que hacer flexiones de brazos para pagar por mi atraso involuntario. Al menos, no creía que la entrenadora le fuera con el chisme a mi mamá de que había llegado atrasada, al menos no por diez minutos, así que suponía que me salvaría de su ira injustificada.

El entrenamiento pasó normal. Como no teníamos ninguna competencia cercana en algunos meses no nos desfallecíamos entrenando, pero seguía siendo un poco horrible luego de terminar y no sentir los músculos.

Hoy me había tocado ensayar canastas, de las más dolorosas, ya que tenía que aterrizar constantemente en los brazos de mis compañeros luego de dar varias piruetas a varios metros de altura. Las primeras veces no te dabas cuenta lo fuerte que tu cuerpo estaba recibiendo la caída hasta que ya llevabas un rato practicándolas. A lo largo de mi vida había tenido varias lesiones de costillas por las canastas, sobre todo cerca de los campeonatos regionales o nacionales.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora