Capítulo L

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Alexandra

Cuando empezó el partido, me obligué a olvidarme de los videos y a disfrutar el espectáculo de los Raiders, que iban con una ventana de 17 puntos cuando solo faltaban 6 minutos para el término del partido. Aiden estaba jugando espectacularmente, digno de cualquiera de los reclutadores universitarios que probablemente estaban entre los espectadores, ansiosos por ofrecerle cientos de becas deportivas con tal de que tenerlo entre sus filas.

La emoción del público era contagiosa, y si bien me había tomado tres cuartos completos dejar de preocuparme del todo, ahora estaba gritando y saltando junto a las chicas, mientras veíamos cómo con la victoria de este partido nos aseguraríamos un lugar en los playoffs a pesar de lo que pasara después. Este partido era tan importante, que incluso papá estaba en algún lado viéndolo, demostrando apoyo al equipo de la ciudad. Por suerte, pude escabullirme de él para estar con las chicas.

—¡Buuu! ¡Falta! —gritó Hailey a mi lado mientras los árbitros discutían sobre un holding por parte de la ofensa de los Osos, el equipo contrincante.

Al final la falta fue denegada, lo que nos llevaba a un cuarto intento y a la devolución de la pelota para los Osos.

—Ese árbitro está comprado —dijo Katt, arrugando la nariz. Yo por mi parte no estaba preocupada, sabía que Aiden llevaría a los Raiders a la victoria.

—No creo que esté comprado —mencioné casualmente—. Además, ya es imposible dar vuelta el partido con el poco tiempo que queda.

—Dios, Aiden es muy bueno —silbó Gina, ignorando nuestros comentarios.

—Y está muy bueno también —comentó Hailey riendo, y a pesar de que aún la resentía por lo que había hecho, estar distraída con el partido fue suficiente para no odiarla un poco más solo por hablar de Aiden.

—Qué babosas —se rio Katt.

—Como si no pensaras lo mismo —le di un codazo y las cuatro reímos. Ya me había acostumbrado a que las chicas a mí alrededor hablaran de Aiden, después de todo, era algo que solíamos hacer antes de que me pusiera toda posesiva y territorial.

Cuando el partido finalmente terminó, dándole la victoria a Sylver Valley y a sus Raiders, el estadio estalló en gritos y aplausos, casi completamente lleno por gente de la ciudad, y mientras la celebración corría con creces en las gradas, en el interior de la cancha los chicos gritaban y se golpeaban los cascos a modo de celebración. Las animadoras revoloteaban alrededor de ellos, celebrando con sus pompones de color rojo metálico la victoria, lo cual no era nuevo en absoluto, pero esta vez, mientras miraba la sonrisa de ensueño de Aiden a través del campo, mi propia sonrisa se desvaneció cuando Beatrice se acercó a abrazarlo. Ella susurró algo en su oído y entonces se agarró de su cuello, besándolo.

El aire se atascó en mis pulmones y no estoy segura de si solté un jadeo de sorpresa, mientras la voz en mi cabeza me repetía una y otra vez que esto no podía estar pasando, que Beatrice se le había aventado y que Aiden se separaría de ella.

Sin embargo y para mi pesar, no pude ver qué pasó luego de eso. Había demasiadas animadoras y jugadores rodeándolos de pronto, vitoreando y gritando obscenidades como para ver la reacción de Aiden. ¿Se había separado de ella? ¿Había odiado ese beso? ¿Había pensado en mí?

Probablemente no.

—Creo que voy a vomitar —escuché que dijo Katt a mi lado, haciendo un gesto de arcada dramático.

—Perra suertuda —esta vez fue Hailey quien habló, ¿o quizá Gina? No estaba segura, porque apenas podía concebir lo que estaba pasando frente a mí.

—¡Consíganse una habitación! —gritó alguien en alguna parte del público, y hubo una risa generalizada, de la que no pude ser parte mientras miraba aún perpleja la escena que ni siquiera podía ver.

—¿Estás bien, Alex? —preguntó Katt, de pronto sacándome de mi burbuja de autodestrucción—. Te ves un poco pálida.

—Uh... no, solo estaba pensando en lo increíble que es volver a los playoffs luego de tantos años —me las arreglé para sonar incrédula, a pesar de que en realidad sí lo estaba.

—Desde que tu hermano fue el quarterback —recordó con una sonrisa.

—Sí, desde Travis —intenté sonreír, pero podía sentir mi voz quebrándose, y las lágrimas peleando por salir. La usual daga que se apretaba contra mi corazón ahora se sentía como si lo hubiera atravesado, y como si estuviera desangrándome de apoco, pero al menos Katt creería que era porque me sentía nostálgica por mi hermano y no triste por Aiden y Beatrice.

Quería salir corriendo de ahí, pero estaba completamente paralizada. Me seguía diciendo que esto no era mi problema, que era una celebración, que estaba bien, que podía soportarlo... pero las palabras sonaban a mentiras incluso en la voz de mi cabeza.

Esperé a que el dolor se deslizara fuera de mí para empezar a actuar con normalidad, pero solo sentí una profunda pena y una angustia que ni siquiera sabía cómo empezar a describir. ¿Así se sentía un corazón roto? Porque si era así... Dios, quisiera poder arrancármelo.

—¿Qué les parece si vamos a celebrar la victoria de Sylver Valley con unas malteadas?

Podría haber dicho que no, haber corrido a mi casa para llorar en paz, pero no podía darme ese lujo, porque en lo que al resto del mundo concernía, este solo era otro día normal, otro partido ganado de los Raiders y otra celebración, así que cuando las chicas se montaron en sus autos para dirigirse a Luigi's, las seguí sin decir una palabra, respondiendo robóticamente a lo que Katt me decía. Cuando ella tocó casualmente el tema de Aiden y Beatrice, sentí reales ganas de vomitar, pero me las arreglé para parecer impasible mientras hablaban de lo colada que estaba Beatrice por él y que probablemente se estaban acostando. Qué chica con suerte, dijeron.

De seguro, una chica con suerte.

Me la pasé el resto de mi tiempo que estuvimos tomando malteadas pensando en ese beso. ¿Aiden se lo habría devuelto? No tenía idea, tampoco quería saber, porque si fuésemos exclusivos, si tuviéramos una relación seria... no tendría que hacerme estas preguntas, y era demasiado cobarde para decirle cómo me sentía sobre nosotros y recibir una negativa de su parte. De seguro Aiden no quería enfrascarse en una relación seria cuando era el chico más codiciado del condado, y menos en una relación conmigo.

Las horas pasaban un poco borrosas mientras el beso seguía dando vueltas en mi cabeza. Seguía repitiéndome que quizá Aiden no lo devolvió, que quizá solo lo había tomado desprevenido. Después de todo, no había visto lo que sucedió después, pero entre más intentaba sentirme mejor, más me daba cuenta de que ese no era todo el problema; el problema de base era que estaba en una relación abierta con un chico del cual estaba enamorada; mi corazón no podía estar más expuesto que eso.

Fui directo a mi habitación cuando llegué a casa. Me miré al espejo mientras me desvestía, admirando las marcas aún sin desvanecer que la boca de Aiden había dejado el día anterior, brillando en varios tonos de morado y rojo en las partes más íntimas de mi cuerpo, a lugares que nunca nadie había llegado más que él. Mientras acaraciaba las marcas como si esperara volver en el tiempo haciéndolo, me pregunté qué debería haber sido para haber sido suficiente. ¿Mas alta? ¿Más atractiva? ¿Más experimentada? ¿Quizás todo eso al mismo tiempo? ¿Qué tenía Beatrice que yo no? Quizá... ¿todo?

Y esta noche, luego de semanas de habernos visto sagradamente todos los viernes antes o después de los partidos, Aiden ni siquiera se había molestado en enviarme un texto, probablemente demasiado ocupado con Beatrice como para acordarse de su princesa.

Quizá esto era lo mejor, sobre todo considerando que alguien estaba amenazando con esparcir videos comprometedores si no me alejaba de él. Quizá mi mala suerte finalmente era una señal del destino, y quizá esto no era algo malo después de todo.

Quizá.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora