Capítulo XX

749 42 9
                                    

Cuando llegué a la casa de Aiden el martes por la tarde tuve que tomar una gran respiración antes de salir de mi camioneta, no solo porque me dolía la pierna por una caída en el entrenamiento de All Stars gracias a mis constantes distracciones, sino porque mis piernas temblaban solo de pensar en la noche del juego.

Desde lo que había sucedido el viernes luego del partido no nos habíamos hablado, y tampoco habíamos hecho más que encontrarnos esporádicamente en clases y en nuestros casilleros, pero no habíamos intercambiado palabras. Yo seguía demasiado avergonzada por todo lo que había dicho y hecho como si no tuviera dignidad como para mirar en su dirección, y Aiden se creía demasiado importante como para reparar en mí en la escuela, y en parte eso era bueno, porque no estaba segura de como enfrentarlo.

Pero el martes por la tarde había llegado y en cuanto Aaron se fuera, estaríamos solos, y no quería pensar en todas las cosas que podríamos hacer estando solos en su casa porque solo hacía que mi corazón latiera más rápido y mi respiración se hiciera errática.

Intentando no pensar en ello y de mantener mi compostura, me bajé de la Rover y toqué la puerta, repasando mentalmente todos los pasos para no quedar como una tonta: 1. Saluda como si todo estuviera normal. 2. Actúa como si no fuera la gran cosa 3. No menciones nada que te comprometa.

—Hola, Alex, justo estaba terminando de hacer la cena. Pasa.

Saludé a Aaron y entré a la ya conocida estancia. Aiden estaba sentado en la mesa con un plato vacío en frente. En cuanto levantó su vista para mirarme, entré en pánico: había olvidado todos los pasos.

Hubo un largo silencio en el que olvidé los modales básicos del saludo, y Aiden no me ayudó mucho mirándome como me estaba mirando.

En cuanto me compuse, me senté a su lado en la mesa, saludándolo, a sabiendas de que si me sentaba en frente tendría tiempo para mirarme y descubrir mi fachada.

—Papá apartó una ración solo para ti —me dijo cuando Aaron había entrado en la cocina—. Deberías comer.

Había sido estúpido creer que Aiden dejaría esto ir.

—Alex, entrenas todos los días, necesitas comer, o tu pierna no va a sanar.

—¿Cómo sabes que me duele la pierna? —pregunté, completamente confundida.

—Juego fútbol, Alex, y sé reconocer un cojeo cuando lo veo.

No le pregunté por qué estaba mirándome con suficiente atención para saber eso en primer lugar. Lo cierto es que había estado tantos días matándome de hambre que no concebía no comer la comida que preparaba el padre de Aiden. Mi fuerza de voluntad no llegaba a tanto.

—Sí, está bien. Comeré.

—Te estaré vigilando, princesa.

—¿Cuándo no? —pregunté secamente y la respuesta de Aiden solo fue una sonrisa socarrona.

Cuando di la primera probada a la comida que había hecho Aaron, no tuve que seguirme preocupando. Por alguna razón, el saber que Aiden estaba a mi lado me hacía sentir segura, lo que era bastante estúpido y sin sentido, pero hace tantos días que no probaba una comida de verdad que sinceramente no importaba.

—Esto está delicioso —murmuré—. ¿Qué es?

—Rissoto, ¿está bueno?

—Es lo mejor que he probado —admití.

—Si hay algo bueno de esta casa, es la comida —murmuró Aiden riendo, y me di cuenta de que por primera vez no había tensión en la mesa entre nosotros. Mi guardia no estaba alta y tampoco la de él. ¿Finalmente nuestros encuentros sexuales habían roto el panel entre nosotros? No estaba segura, pero era un avance.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora