Parte II - Capítulo XXIX

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Aiden

Durante el resto del día me encargué de decirle al mundo que Alexandra King era mía, y que no iba a tolerar que se metieran con ella. Si se metían con ella, se metían conmigo y con todos los Raiders. Habían límites que incluso los imbéciles del norte respetaban, por el bien de sus dientes y pómulos.

Y ellos sabían que Alex era uno.

Para los Raiders, Alex había salvado el campeonato que yo casi había perdido por mi falta de control. Alex había salvado sus becas universitarias y sus pasajes con un boleto de solo ida hacia un lugar lejos de Sylver Valley, y se había ganado el respeto de todos, incluso de Beatrice, que increíblemente dejó de acosarme en cuanto nuestra relación se hizo pública. No parecía contenta con ello, pero al menos se estaba comportando.

Era imposible que los del norte dejaran de murmurar, pero al menos no lo hacían en su cara, ni en la cara de ninguno de nosotros. Incluso Garrett, que siempre parecía más que dispuesto a empezar una pelea, mantuvo su cabeza gacha. Incluso se comportó como un ser humano decente con Gabe cuando se vieron el lunes en la biblioteca.

Algo que no se pudo evitar fueron los mensajes desagradables escritos con pintura de spray en el casillero de Alex que aparecieron el martes por la mañana. El menos malo decía "puta de los Raiders". Cuando los vimos al llegar, quería golpear a alguien en la cara. Alex, en cambio, solo se rio. Estaba tomándose la situación tan bien que estaba empezando a preocuparme, pero no dije nada.

Estábamos terminando la última asignación de literatura del semestre cuando iba a comentárselo, pero mi celular sonando me interrumpió.

Alex me miró de reojo mientras contestaba.

—¿Diga?

—Buenos días, ¿hablo con Aiden Reed?

—Él habla.

—Señor Reed, mi nombre es Alonso Guzmán, de la mesa de admisión de la Universidad de Michigan.

—Uh... —me aclaré la garganta—. Claro, dígame.

—Como ya sabe, nuestra universidad se encuentra sumamente interesada en que se una a su cuerpo estudiantil.

Miré a Alex de reojo, que me miraba curiosa.

—Es de mi agrado informarle que tenemos un cupo reservado especialmente para usted y que esperamos acepte. Como parte de nuestra constante búsqueda por deportistas de excelencia, es un placer para mí comentarle que la universidad le estaría ofreciendo una beca completa para cualquier programa de pregrado en el que esté interesado para ser parte de nuestro programa de fútbol, además de financiamiento para materiales, implementos deportivos y hospedaje en el campus universitario. Todo esto acompañado de un constante apoyo en el área académica y deportiva.

Me quedé tanto tiempo callado, que el señor Guzmán me preguntó si seguía ahí.

—Lo siento, es solo que... es abrumador lo que me está diciendo —confesé, intentando mantener la calma. Varias universidades habían estado llamando desde el sábado para ofrecerme cupos y becas, pero la de Michigan era la que estaba esperando, y los que aún no habían llamado.

—De todas formas, el cupo se mantendrá abierto hasta que comiencen a correr las listas de espera después del periodo de matrícula. No tiene que tomar una decisión ahora.

Mi decisión estaba tomada. No necesitaba pensármelo dos veces. La universidad de Michigan había estado en mis planes desde siempre, sobre todo con su calidad educativa y su programa de fútbol.

—Gracias, señor Guzmán. ¿Podría enviarme las instrucciones de matriculación?

—Por supuesto, señor Reed. Si pudiera confirmarme su dirección de correo electrónico para hacerle llegar todo el papeleo.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora