Capítulo L9

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Nota de la autora MUY importante antes de empezar los capítulos de hoy: HOY SON LOS ÚLTIMOS CAPÍTULOS.

Pero que no cunda el pánico, solo son los últimos capítulos de la primera parte (de dos). Al final de ellos dejaré todo lo que necesitan saber sobre la siguiente parte. Sin más que decir, vamos a ello.


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Alexandra

Además del incidente con Tracey, la fiesta siguió su transcurso normal sin altercados, además de uno que otro borracho ruidoso que los mismos trabajadores se encargaban de calmar. A eso de las diez, todo el mundo cantó el cumpleaños feliz y se repartió la gran torta. Cuando vi el enorme pedazo de chocolate en mi plato, un nudo se hizo en mi estómago. Sabía que no debería sentirme mal por comer, que no había nada malo con eso, pero parecía que mi cerebro quería jugarme una mala pasada, justo cuando la estaba pasando bien.

—Hey, no voy a permitir que te sientas culpable por comer chocolate. —Me dijo Aiden, distrayéndome.

—Lo sé, lo siento, es solo que... Siento que mamá va a aparecer detrás de mi cuando dé la primera mascada a reprocharme todas mis elecciones de vida.

—Eso no va a pasar —sacó un pedazo de su propio plato y lo acercó a mi boca con el tenedor, haciéndome reír—. No me hagas usar el truco del avioncito, nos veremos ridículos.

—No me atrevería. —Acepté el bocado entre risas.

—Además, hoy no eres conductora designada —murmuró mientras tomaba un vaso de champagne de uno de los meseros y me lo entregaba—. Así que come y bebe como si no hubiera un mañana.

—Pésima influencia resultaste ser, Aiden Reed —mascullé, pero ya estaba bebiendo del vaso. Imaginaba que a nadie aquí le importaba el consumo de alcohol por menores.

A eso de las doce y algunas copas de champagne en mi sistema, finalmente me las había arreglado para olvidar mis problemas con la comida, y me encontré comiendo cada cosa que llamaba mi atención. Los meseros seguían saliendo con nuevos aperitivos, y cada uno lucía el mejor que el anterior.

Esta era la mejor fiesta en la que había estado, porque era la primera en la que me dejé disfrutar de la comida y el alcohol sin sentirme culpable, Aiden ayudaba bastante con eso, y también ayudaba que mis padres no estuvieran alrededor (y el alcohol en mi sistema también). ¿Me había sentido alguna vez así? ¿Completamente feliz y desinhibida de mis inseguridades? No, esta era la primera vez.

Cuando ya había perdido la noción del tiempo, nos quedamos jugando cartas con Regie y Ollie, mientras Trace revoloteaba alrededor cantando canciones de cuna y agitando los velos de su vestido rosa. Los hermanos de Aiden eran geniales, y me hacía muy feliz que nos agradáramos mutuamente.

Cuando las cartas nos terminaron de aburrir, subimos al segundo piso a intrusear las cosas de la casa. En medio de la enorme sala de estar había un piano de cola, que me trajo varias imágenes de cómo mis padres me obligaron a aprender a tocar el piano por más de siete años, hasta que finalmente pude negociar con mamá para dejarlo y enfocarme en All Stars.

Pero no, no iba a pensar en eso.

—Mamá es una genio musical —explicó Regie mientras yo miraba el piano. A su lado, había varios otros instrumentos, que sospechaba también pertenecían a la mamá de Aiden.

—Eso es genial. ¿Qué hay de ustedes? —pregunté—. ¿Heredaron ese talento?

—Todos sabemos tocar a lo menos uno, pero eso es todo —se encogió de hombros—. Mamá tiene más afición por la música que nadie.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora