Parte II - Capítulo XV

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Alexandra

Había pocas cosas que me enfermaran más en la vida que estar en una fiesta con mi familia en nuestra casa.

Una de esas cosas era estar en una fiesta con mi familia y una resaca horrible. En el cumpleaños de Aiden había tomado más de lo que alguna vez creí posible. El hecho de haber comido evitó que me emborrachara tan rápido y eso solo hizo que tomara el doble de lo habitual, y es que el hecho de tener mas tolerancia al alcohol por comer, no significaba que tuviera más tolerancia a la resaca.

Sin embargo, hoy las cosas no estaban tan mal, porque a pesar de las miradas que mi madre no me había dejado de dar desde que exploté contra ella la última vez, ella no había dicho ni una sola palabra en mi dirección. Nada. A veces me saludaba, y eso era todo lo que escuchaba de ella desde entonces. ¿Debería estar triste? Probablemente, porque es mi madre, y la amaba a pesar de todo, pero no estaba triste; estaba aliviada.

En eso estaba pensando cuando Tammy se puso a mi lado en la barra.

—Sospecho que ya ni siquiera estás comiendo por hambre, sino por molestar a mamá —murmuró, con tono de desaprobación, pero había una sonrisa en su cara.

Tomé otra mascada de un muffin de arándano antes de responder.

—Puede haber un poco de verdad en eso. ¿Ella te envió a detenerme así puede seguir sin hablarme?

—Lo mencionó —confesó—, pero no me interesa detenerte. Eso es lo que quería decirte.

—¿Uh?

—Mamá es como esas niñas abusivas de la preparatoria —suspiró, y luego miró a todos lados como si estuviera esperando a que alguien nos estuviese espiando—. Me alegra que le hayas plantado cara, duende. Yo... yo debí haber hecho algo por ti, o papá... todos sabemos lo mal que estaba, es solo que mamá... Bueno, sabes que se pone mal muy fácil.

Quería decirle a Tammy que no fue mamá quien sufrió una violación, que no fue mamá quien tuvo que presenciar la violación de su hermana, que no fue mamá la que pasó por numerosas pastillas y psiquiatras a lo largo de su vida, que entre todos en esta situación, era quien menos derecho tenía a ser protegida. ¿Dónde estuvo ella cuando Tammy necesitó protección? ¿Dónde estuvo cuando yo la necesité? Ya estaba harta de que todos en esta familia actuaran como si mamá fuese la única integrante cuyos sentimientos podían ser rotos.

Pero me guardaría eso para mí, porque estaba trabajando en mí, y si los demás querían tratar a mamá como si fuera de vidrio, no era mi problema. Tampoco iba a culpar a Tammy, ella probablemente estaba tan perdida como yo.

—Sí, bueno, intento no pensar en eso ahora —le di una sonrisa resplandeciente, a pesar de como me sentía.

Antes de que Tammy pudiese decir algo, mi padre me llamó desde el otro lado de la sala para presentarme a unos hombres de avanzada edad, cuyas esposas apenas podían ser unos años mayores que yo. Me explicó que trabajaban en el capitolio y que estaban muy interesados en que mi padre formara parte del concejo de salud si los Demócratas volvían al poder, clamando estar bastante impresionados con sus programas de salud en la ciudad y el funcionamiento del hospital de Sylver Valley.

—¿Qué iniciativas ha tomado tu gobernación con respecto al cáncer? —preguntó de pronto uno de ellos, que según había entendido, era un representante del estado en el congreso—. Verás, mi maravillosa esposa lleva una ONG dedicada a ayudar a las mujeres con cáncer de mama hace más de 20 años, y estamos muy interesados en esta área y cómo puede contribuir al desarrollo de nuestra comunidad.

—Sylver Valley tuvo una iniciativa que ayudó a decenas de pacientes por más de dos años. Sin embargo y lamentablemente, algunos detractores lucharon con dientes y garras hasta que el presupuesto no lo pudo incluir el siguiente año. Fue... una real tragedia para nuestras filas políticas, porque fue un proyecto revolucionario, utilizando los excedentes de...

—Me agrada como suena eso, quizás podamos echarle un vistazo —lo interrumpió el otro hombre a su lado—. ¿Tienes quizás algunas copias del proyecto que puedas enviarnos?

—Mejor aún, tengo una aquí mismo en mi oficina —se arregló la corbata y me miró—. Hija, cariño, ¿serías tan amable de buscarla por mí? No puedo dejar a mis invitados solos.

Lo miré con los ojos abiertos. Papá nunca dejaba que nadie más que mamá se metiera a su oficina, y mucho menos a sus archivos. Ni siquiera sus hombres de mayor confianza habían tenido acceso a ella, ni siquiera... Joseph, por lo que lo que sea que estaba sucediendo en esta conversación debía ser importante, y no solo por el hecho de que sus dos invitados eran congresistas.

—Es el cajón con llave, el tercero, carpeta roja —instruyó para que los demás no escucharan y me dio una llave que sacó de su billetera—. Rápido, Alex, y no vayas a mirar nada más.

—Uh... sí, pa.

Recibí la llave y me escabullí de la conversación con una rápida disculpa. La oficina de papá estaba en el tercer piso, cuya totalidad se dedicaba a su trabajo. La única habitación era su oficina y la sala de estar la utilizaba para sus reuniones más importantes y confidenciales. Si él esperaba que pudiera apurarme hasta ella en estos zapatos y en este vestido, él realmente no tenía comprensión de cómo funcionaban las cosas en el mundo. De todas formas, prefería ahorrarme el drama con papá, así que me apresuré lo más que pude hasta territorio prohibido.

De las pocas veces que había estado en su oficina desde la puerta, todo siempre parecía impecable y pulcro. Esta vez, en cambio, había papeles y carpetas tiradas por todas partes como si alguien hubiera tenido un episodio psicótico. A pesar de las preguntas que se formaron en mi cabeza, las ignoré y me acerqué al escritorio, localizando rápidamente el cajón con llave. Lo que no alcanzaba a entender era por qué papá pondría un cajón con llave en una oficina que ya tenía llave, como si quisiera ocultar algo del resto de personas que tenían acceso a ella, como mamá.

El cajón estaba lleno de papeles, y la carpeta roja estaba por sobre todos ellos. La tomé y me paré rápidamente, apresurándome a la puerta, cuando un extraño presentimiento me detuvo y me hizo voltear. Luego de unos segundos de titubeo, volví al cajón y lo abrí. Removí todos los papeles, esperando encontrar algo interesante, pero solo eran hojas y hojas de cosas que no entendía.

Hasta el final de él.

En el final de él había una foto de mi padre con una hermosa mujer de cabello rubio y grandes ojos verdes. En la foto, se estaban abrazando como si fuesen viejos amigos... ¿o quizá algo más?

Girando la foto, me encontré con un mensaje escrito en fina caligrafía femenina.

Elton,

nuestro tiempo juntos ha sido lo más maravilloso de mi vida, pero sabes que debo elegir a mi familia en estos tiempos difíciles. Te amo como nunca amaré.

Siempre tuya,

Diana

Qué. Demonios. Es. Esto.

Antes de que tuviera un episodio de estrés absoluto, di vuelta la foto y le saqué una foto con mi celular, esperando encontrar respuestas a esto... que se parecía mucho a una infidelidad.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora