Capítulo 17

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Apenas quince minutos después de haberse acostado, Harry se despertó con la campanada del despertador de Ron y un golpe en la puerta. La señora Weasley entró sigilosamente, sonriendo al ver que Harry se despertaba con un parpadeo. -Es hora de levantarse, querido-, susurró, moviéndose para sacudir a Ron, que dormía profundamente con la alarma. A los pies de la cama de Harry, dos formas indistintas se revolvían. Harry buscó sus gafas y vio que los gemelos se incorporaban con idénticos estiramientos, silueteados en la oscuridad. Aún no había salido el sol.

Se vistieron en silencio, demasiado somnolientos para intentar conversar, y bajaron las escaleras hasta la cocina. -¿Dónde están los demás?- preguntó Ron entre un bostezo. El señor Weasley levantó la vista.

-Las chicas bajarán en un minuto. Los otros chicos son lo suficientemente mayores como para aparecerse, así que se quedan un poco dormidos-. Se levantó, extendiendo los brazos con una sonrisa. -¿Qué te parece? ¿Parezco un muggle? Se supone que debemos ir de incógnito-.

Llevaba un jersey de golf y unos vaqueros holgados que parecían más viejos que Harry. -Muy bien-, aprobó Harry, sonriendo.

Hermione y Ginny entraron a trompicones, dejándose caer en las sillas mientras la señora Weasley empezaba a servir gachas para todos. El señor Weasley dijo que volvía a sentarse y revolvió algunos trozos de pergamino, contándolos; sus billetes, supuso Harry.

-Coman, tenemos un pequeño paseo-, les dijo el señor Weasley, embolsándose los billetes. Ginny lo miró sin comprender.

-¿Caminar?-, repitió, sin impresionarse.

-Hasta el Traslador-, explicó el señor Weasley. -Con tanta gente yendo al mismo sitio, sólo podían poner un número determinado de Trasladores. Por eso nos levantamos tan temprano, me temo-, añadió a Harry y Hermione. -La hora de salida programada y todo eso-.

-He hecho cosas peores para ir al aeropuerto-, le aseguró Hermione, frotándose los ojos. Sus ojos se iluminaron.

-Siempre me he preguntado cómo era eso de volar en un avión-, comenzó.

-¡George!- dijo bruscamente la señora Weasley, haciéndolos saltar a todos. Era demasiado pronto para ruidos fuertes y repentinos. -¿Qué llevas en los bolsillos?-.

-¡Nada!- La respuesta llegó demasiado rápido. La señora Weasley frunció el ceño y, con un rápido encantamiento de invocación, varios objetos de colores brillantes aparecieron en su mano extendida. Harry se preparó para la diatriba, viendo a Ron hacer lo mismo al otro lado de la mesa. Varios encantos más hicieron que los caramelos salieran volando de todo tipo de lugares inesperados, incluidos los dobleces de los pantalones vaqueros de Fred, mientras la señora Weasley les gritaba.

Si Harry hubiera sabido que estaban tratando de sacarlos de la casa, habría ofrecido sus servicios.

Tras una despedida un tanto gélida por parte de la matriarca de los Weasley, se pusieron en marcha por el césped a la luz de la luna. Harry aceleró para caminar junto al señor Weasley. -¿Y de dónde sale esta llave maestra, entonces?- Nunca había usado un Traslador, pero Remus le había enseñado sobre ellos durante el verano.

-La colina Stoatshead-, respondió el señor Weasley, señalando la masa de tierra que se elevaba frente a ellos. -Hay unos doscientos Trasladores en toda Gran Bretaña para esto, y ésta es la más cercana-.

Subir la colina Stoatshead en el mejor de los casos era probablemente toda una prueba, pero en la oscuridad era un campo de minas de agujeros de conejo y rocas inesperadas. Todos estaban sin aliento y un poco sudados cuando llegaron a la cima, y Harry vio dos siluetas al otro lado de la colina. -¡Por aquí, Arthur!-.

LILY'S BOY Where stories live. Discover now