Capítulo 109

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El día de las elecciones había llegado a Gran Bretaña mágica y todo el país bullía de expectación.

Harry y su familia fueron al Ministerio temprano para emitir sus votos, enviando miradas de simpatía al equipo de oficinistas del Ministerio con aspecto acosado que se ocupaban de todos los votos que llegaban por lechuza y floo.

Fue tan sencillo como presionar su varita sobre el nombre de Amelia en la papeleta de votación y ver cómo se desvanecía en un destello de luz dorada.

Se quedaron un rato después, ayudando a Susan con la campaña de última hora a favor de su tía -(no es que la Hufflepuff necesitara su ayuda, con lo aterradoramente competente que era)- y luego se dirigieron a la mansión Longbottom en previsión de la fiesta de la victoria. Sirius y Charlie pasaron por la Mansión Potter para recoger a los niños Forrester, a los que sólo les faltaba una última comprobación para ser sus hijos. La pareja había estado preparando frenéticamente Grimmauld Place durante la última semana, planeando mudarse allí con Amy y Tahan después de haber despedido a todos los demás niños del colegio.

También trajeron a Frankie, por supuesto, y Harry no se sorprendió ni un ápice cuando el chico de Slytherin se dirigió hacia Remus y Snape.

Si ese chico no era oficialmente su pupilo al final del curso, Harry arrasaría con todo Hogwarts.

Neville estaba en buena forma de anfitrión, para orgullo de su abuela. A medida que transcurría el día, más y más personas pasaban por el floo: toda la gente de siempre, los que habían trabajado tan duro para que ese día se celebrara.

Harry dejó a su novio charlando con Tonks y se dirigió a un sillón de gran tamaño junto a Ginny en el invernadero, mucho más tranquilo. -Hola, tú-, saludó, pasándole un brazo por los hombros. -¿Cómo te sientes hoy?-.

El día anterior, se habían escabullido -(o más bien, Ginny se había escabullido y Harry había salido de la casa con el estímulo entusiasta de su padrino)- para encontrarse con el amigo tatuador de Charlie para su cita prometida. Ginny se había ganado un anillo de oro a través del flamante cartílago de su oreja mágicamente rebrotada, lo que se había ganado la ira de su madre pero era un gran señuelo para alejarla del pircing a través de su pezón izquierdo, que la señora Weasley definitivamente no conocía.

-No está tan mal; los hechizos curativos son una maravilla-. Ginny le sonrió, moviendo las cejas. y tú?-.

-Casi ni lo siento-. Su nuevo tatuaje, una serpiente dorada revoloteando justo en la base del lado derecho de sus costillas, estaba completamente curado y ya se movía.

-¿Y qué le parece a Draco?- Ginny miró con desprecio, moviendo las cejas.

-¿No te gustaría saberlo?-, bromeó en el mismo tono. Definitivamente, Draco era un gran fan del tatuaje, aunque pusiera los ojos en blanco ante los juegos de palabras de buscador que hacía Harry. -¿Qué le parece a Nev el tuyo? ¿Lo ha visto ya?- Todavía recordaba el tono de rojo que había puesto Neville cuando lo comentaron.

-Todavía no. Es decir, sabe que está ahí, obviamente-, dijo Ginny, pasando un dedo suavemente por su nuevo pendiente. -Pero no lo ha visto-. Luego sonrió de forma lobuna. -Pero voy a pasar la noche aquí, así que...-

Harry se rió, frotando la pelusa en el lado de su cabeza. No se la estaba dejando crecer, aunque había pociones que lo harían en un instante. Harry se alegró; le gustaba este nuevo aspecto en ella. Parecía mayor, y con otro estirón de los Weasley y sus músculos por jugar al quidditch, parecía una chica con la que no querías meterte.

-Sabes, voy a echar de menos nuestro pequeño arreglo de dormitorio del verano-, confesó. -Aunque no echaré de menos escucharlos a ti y a Neville cuando olvidabab sus encantos silenciadores-.

LILY'S BOY Where stories live. Discover now