Capítulo 49

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Cuando por fin se quedó solo en el pasillo, lejos del aula de Defensa, Harry se permitió una risa tranquila. El castigo fue frustrante, pero había tenido cosas peores y, en privado, pensó que lo había manejado bastante bien. Sentarse y aceptar la propaganda del Ministerio ni siquiera había sido una opción, en lo que a él se refería; pero no había dicho nada sobre la lucha contra Voldemort, ni había hecho ninguna afirmación extravagante; sólo había señalado los hechos y las incoherencias de su propia lógica. 

Remus estaría orgulloso.

Ignorando a Peeves haciendo malabares con los tinteros y cantando sobre su cordura -(o la falta de ella)-, Harry se acercó tranquilamente al despacho de la profesora de Transfiguración, llamando a la puerta. Al cabo de unos instantes, McGonagall la abrió y lo miró desconcertada. -¿Potter? ¿No deberías estar en clase?-.

-Me han enviado a verte-, le informó él. Sus cejas se alzaron.

-¿Enviado?-.

Harry levantó el rollo de pergamino rosa a modo de explicación. Los labios de la jefa de casa de Gryffindor se aflojaron. -Pasa, entonces-.

Tomando el pergamino, lo desprecintó con un toque de su varita, indicando distraídamente a Harry que se sentara en la silla frente a su escritorio mientras leía. Finalmente, levantó la vista hacia él, con una expresión ilegible. -¿Es esto cierto?-.

-No sabría decirle, profesora; no sé lo que dice-.

-¿Es cierto que le gritaste a la profesora Umbridge?-.

-Bueno, yo no diría que le grité-, dijo Harry. -Levanté la voz, tal vez-. McGonagall no parecía impresionada.

-¿Le faltaste el respeto a ella, y al Ministro?-.

-Supongo-.

-¿La llamaste mentirosa?-

-No con tantas palabras-.

-¿Insististe en que Quien-No-Debe-Ser-Nombrado mató al señor Diggory el año pasado?-.

-Señalé que si no lo hizo, el Torneo de los Tres Magos -(del que era responsable el ministro Fudge)- tenía la culpa, y que ella era bienvenida a elegir a quién culpar-.

McGonagall lo miró fijamente durante un largo momento, desesperada en silencio. Luego suspiró. -Toma una galleta, Potter-.

Harry parpadeó mientras una lata de galletas de tartán levitaba hacia él. -Yo... ¿Qué?-.

McGonagall se limitó a mirarlo fijamente, hasta que seleccionó un Ginger Newt y le dio un mordisco. -Es el primer día de curso, Potter. Tienes que tener más cuidado-.

Harry tragó saliva. No era el regaño que había previsto. En realidad sonaba ansiosa. -Nunca dije explícitamente que Voldemort había regresado-, le dijo. -Dije que un mortífago había matado a Cedric, y ella podía sacar sus propias conclusiones. Ah, y yo, más o menos, culpé al Ministerio por lo que le pasó a mi primo-.

McGonagall frunció los labios. -Mis condolencias-, murmuró ella, y él asintió. Suponía que iba a recibir muchas de ellas, ahora; la historia estaría por todo el colegio para la cena. -Pero eso no justifica este tipo de comportamiento. Portarse mal en la clase de Dolores Umbridge podría costarte mucho más que puntos de la casa y un castigo-.

-Ya lo sé-, convino Harry. -Pero sé por qué está aquí. Sé lo que intenta hacer-. 

McGonagall lo miró con atención. -Sí, creo que lo sabes-, murmuró. -¿Supongo que sería demasiado pedirte que agaches la cabeza en sus clases?-.

Harry no pudo evitar una sonrisa. -Profesora, no se ofenda, pero ¿cuándo ha sabido usted que yo agache la cabeza?-. Volvió la mirada desesperada y se rió. -Si está concentrada en mí, está distraída de todos los demás-. Que McGonagall pensara que estaba hablando de Dumbledore, de la Orden. A Harry le importaban un carajo... pero si Umbridge estaba ocupada haciendo juegos de palabras con él, intentando que se incriminara como mentiroso y lunático, entonces no tendría tiempo de prestar atención a Susan y al resto poniéndose en marcha para acabar con Fudge en cuanto todos fueran mayores de edad. 

LILY'S BOY Where stories live. Discover now