Capítulo 47

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Cuando se despertó, supo que el sueño que se desvanecía rápidamente no había sido suyo.

Un sueño de Voldemort tenía una cierta sensación. Una sensación resbaladiza y aceitosa, muy parecida a la de la magia ajena pegada a la suya. Pero más que eso, era el mismo pasillo interminable con la misma puerta cerrada. Le dolía la cabeza incluso mientras se sacudía, pero ya sabía que no iba a decírselo a nadie. Especialmente a Sirius. No tenía sentido preocuparlo justo antes de que se despidieran.

Harry se enteró de toda la debacle del boggart una vez que llegó abajo. El sentimiento de culpa se le revolvió en el estómago al parecer, al principio había aparecido como el cadáver de Bill, y como el rompedor de maldiciones estaba en la habitación de Harry, la señora Weasley no se había dado cuenta de que era un boggart al principio. Pero no era su culpa que Bill estuviera arriba, y al final todos lo habían solucionado. La señora Weasley estaba bien, aunque un poco pálida.

Desde luego, eso no le impidió gritar arriba y abajo por las escaleras durante toda la mañana, arreando a sus hijos en la rutina previa a Hogwarts. Todo el mundo había renunciado a intentar cerrar las cortinas a la señora Black, y después de robar un poco de desayuno, Harry evitó el caos lo mejor que pudo: su baúl estaba empacado, la jaula vacía de Hedwig descansando encima de él, y ella se reuniría con él en la escuela una vez que hubiera recuperado su pedido de lechuza de libros escolares. 

-¿Todo bien, cachorro?- Sirius se coló, haciendo una mueca de dolor por el volumen del caos en el pasillo. -¿Estás listo?-.

-Como siempre lo estaré-, confirmó. -Los demás no lo están, supongo-.

Sirius le dedicó una sonrisa ladeada. -¿Qué te hizo pensar eso?- Se rió, sacudiendo la cabeza. -Sabes, pensé en ir contigo - como Padfoot, por supuesto. Pero Moony me indicó que el maldito Colagusano probablemente le haya entregado todos nuestros secretos a su amo-, se burló con maldad. -Lo último que necesito es que me reconozcan los mortífagos. Así que, ah, tendré que despedirme aquí-.

Harry atravesó la habitación, abrazándolo con fuerza. -Ojalá pudieras venir a despedirme-. Todos los años, observaba a los niños abrazando a sus padres antes de subir al tren, con el corazón dolorido por la envidia. Los Weasley no eran lo mismo que tener gente allí sólo para él.

-Un día-, le prometió Sirius, abrazándolo con fuerza. -Todavía quedan dos viajes más después de este. Mucho tiempo para limpiar mi nombre-.

Harry esperaba que pudieran lograrlo. -¿Vas a volver a Seren Du?- Sintió que Sirius asentía.

-En cuanto la casa se haya despejado-, confirmó. -Calculo que podré tener al menos un par de horas de sol. Moony les dirá a todos que estoy enfurruñado en mi habitación cuando vuelvan de dejarte-.

-Bien-. Harry odiaba la idea de dejarlo, pero al menos le daría la oportunidad de salir de la casa. -Recuperaré el espejo de Draco y lo enviaré a través de Snape tan pronto como pueda-. 

-Me parece bien. Cuídate, ¿de acuerdo? No me refiero sólo a Dumbledore-. Sirius suspiró, apoyando la barbilla en la frente de Harry. -Me gustaría que no tuvieras tanto sobre tus hombros, cachorro. Espero que tengas un año agradable y tranquilo, pero creo que eso es pedir demasiado. Así que todo lo que puedo decir es: estudia mucho, vuela bien, saca tiempo para tus amigos, y definitivamente saca tiempo para tu novio-. Su sonrisa presionó el cabello de Harry. -Sigue trabajando en tu transformación en animago, apuesto a que habrás avanzado mucho para Navidad-. 

Harry apenas había tenido tiempo libre para trabajar en la magia desde que dejó Seren Du, y estaba deseando volver a hacerlo como es debido. -Tú también te cuidarás, ¿sí? Hay suficiente gente alrededor como para que no estés solo cuando el frío se ponga feo. Siempre y cuando se lo digas a alguien-, dijo de forma contundente, apartándose para mirar a su padrino a los ojos. -Bill, o Charlie, o incluso Tonks. Ella parece estar bien-.

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