Capítulo 107

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El primer pensamiento de Harry por la mañana fue preguntarse dónde demonios estaba. El segundo fue que realmente tenía que dejar de dormirse llorando en los brazos de Draco; estaba empezando a convertirse en una costumbre.

Draco seguía durmiendo cuando se despertó, y se tumbó en la cama durante un rato, contento de estar de nuevo en su propia habitación. No se había dado cuenta de lo asfixiante que había empezado a ser el castillo, su cerebro seguía en modo guerra mucho después de que la batalla hubiera terminado. Aquí podía relajarse. Podía empezar a volver a la normalidad.

Resopló en silencio. ¿Qué demonios era eso, para Harry James Potter?.

Observó a Draco, el rostro del rubio relajado por el sueño. Observó el constante ascenso y descenso de su pecho, la forma en que su brazo se extendía hacia Harry incluso estando inconsciente. Era tan jodidamente bonito, su cara de pómulos altos y mandíbula fuerte, lo que había sido puntiagudo cuando tenía once años, ahora se igualaba en unos rasgos por los que los fotógrafos llorarían. Hombros estrechos y esculpidos y la suave pendiente de su espalda, que daba al culo y los muslos de un jugador de quidditch, tonificados y pálidos. Sin duda, la persona más bonita que Harry había visto nunca.

Pero se le caía la baba mientras dormía y, a pesar de todos sus excesivos rituales de cuidado de la piel -(o tal vez porque Harry seguía haciéndole olvidar sus excesivos rituales de cuidado de la piel)-, tenía un brote de acné en el lado derecho de la barbilla. Tenía la nariz un poco torcida, donde se la había roto la mano de su padre cuando era niño. Tenía un ochenta por ciento de extremidades, todas las cuales parecían encontrar una manera de clavarse en Harry mientras dormían. Pateaba las mantas hasta el fondo de la cama cada maldita noche, excepto cuando hacía frío y entonces las robaba todas para él. Ahora tenía marcas en la piel, heridas de guerra que no había tenido tiempo de curar adecuadamente, cicatrices plateadas que sólo se notaban si se acercaban.

No era impecable. No era perfecto. Pero Harry amaba hasta la última parte de él.

La normalidad era esto, quizás. Ver a Draco dormir a su lado, disfrutando de la tranquila calma. Levantarse e ir abajo, donde Ceri tendría el desayuno preparado. Ir a volar, tal vez. Dios, no había estado en su escoba en lo que parecía una eternidad.

Tenía pruebas para el equipo nacional de Inglaterra en unas semanas. ¿Era eso normal? En cualquier caso, debería practicar un poco. Oliver lo mataría si no daba lo mejor de sí.

Todas esas cosas, el quidditch, los amigos y la familia, eran normalidad. Volver a la escuela sería la normalidad.

Ahora, ir a las reuniones del Wizengamot era normalidad.

Tenía una vida. Y sin Dumbledore, por fin podía dejar de preocuparse por los fantasmas de su pasado y vivirla de verdad.

Sonriendo, pasó una mano por la espalda de Draco, sacudiendo suavemente el hombro del Slytherin. Una ráfaga de cariño lo inundó cuando esa perfecta boca rosada se torció en un ceño, los ojos se abrieron con disgusto que inmediatamente se suavizó al ver a Harry. -Estás sonriendo-, murmuró, acercando una mano para pasar los pulgares por los labios de Harry. -Eso... no es lo que esperaba-.

Harry se rió, besándolo rápidamente. -Me siento bien, creo-, dijo. -Creo... que va a ser un buen día-.

Draco rodó sobre su espalda, arqueándose en un estiramiento que hizo que su columna vertebral chasqueara horriblemente pero también hizo que su camiseta se subiera y expusiera la V de su cadera. -Bueno, si el salvador lo ha decretado, así será-, declaró magnánimo. -¿Qué hacemos, en este buen día nuestro?-.

-Primero el desayuno-, le dijo Harry, -luego el quidditch. Luego... veremos cómo va-. Hizo una mueca, y Draco le sonrió con desprecio.

-Me gusta cómo suenan todas esas cosas. Supongo que será mejor que nos levantemos-.

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