Capítulo 53

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Mikhail


La semana ha pasado muy lenta. Adán salió del hospital al día siguiente, por lo que pudo asistir al velatorio y al funeral de José, aunque estaba tan ido que no parecía ni estar en este mundo, por ello no me separé de él ni un minuto.

Fran también estuvo muy pendiente de su amigo, tanto como para venir a mi casa varias horas durante unos días para que yo pudiera descansar, y es que Adán no ha dormido casi nada por el estrés y por las pesadillas, que no dejan de hacerle revivir el trauma cada vez que cierra los ojos.

Me encuentro en el salón, comiendo algo mientras veo la tele, cuando llaman al timbre. Al abrir, saludo a Fran y le dejo entrar.

—¿Cómo está hoy? —pregunta mientras me sigue hasta el salón.

—Igual.

Le invito a sentarse con un gesto de mano. Se acomoda en el sillón y yo vuelvo al sofá.

—Que aproveche.

—Gracias. ¿Tú has comido?

—Sí, gracias. ¿Y Adán? Supongo que aún no ha querido comer mucho.

—Supones bien. Además, ayer...

—¿Qué?

—Me dijo que mañana quiere irse a su piso.

—Mm... No iba a tardar mucho en hacerlo. Pero el apartamento está a medio arreglar, quizá...

—En realidad... —interrumpo, y él me observa curioso—. Bueno, sabía que Adán no se iba a querer quedar muchos días más aquí, así que les dejé las llaves del piso y de la casa a Rose, Amber y Zafiro.

—No sé si eso le hará mucha gracia.

—Lo sé, lo sé, pero quería que se sorprendiera al entrar viéndolo todo listo y que pudiera entrar a vivir sin más preocupaciones.

—Con lo tiquismiquis que es, ya veremos si no se vuelve loco poniendo todo a su gusto. —Sonríe con gesto triste.

—Confía en esas tres damas, que a gusto y eficacia no las gana nadie.

—Si dice que mañana quiere irse para allí, llamaré a Yago y a nuestras señoras para ayudar en lo que quede; había demasiado curro sólo para tus tres damas.

—En realidad, no será necesario; ya lo tienen todo listo.

—¿Cómo es posible?

—Tienen una buena familia en La vie en Rose.

—Creo que les vamos a deber una.

—Tranquilo, esto corre de mi cuenta.

—Oh, Adán... —musita, poniéndose en pie.

Miro hacia el pasillo y veo a Adán con la cara pálida y el cuerpo tembloroso. Imagino que ha tenido otra pesadilla y corro a su lado.

—Ya está, mi amor —le susurro mientras lo sostengo—. Vamos al sofá.

Lo acompaño despacio; casi no puede ni andar de lo que tiembla.

Fran se pone al otro lado cuando Adán se sienta. Le coge la mano y se la lleva a los labios.

—Estás a salvo —dice con cariño—. Respira despacio. Así... Bien...

Adán se acurruca con él, buscando consuelo en el calor de su «hermano».

Siempre que veo a Fran con Adán, no puedo evitar sentir un poco de celos; ellos tienen una relación muy estrecha, algo que yo aún no tengo con Adán, pero me alegro por ellos, aunque espero que llegue el día en que también estemos en total sintonía. De momento, he de dejar que Fran sea su mayor apoyo.

La tentación de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora