Capítulo 26

73 17 1
                                    

Adán


Mikhail me implora que satisfaga su deseo, que avive más el fuego hasta extinguirlo con el éxtasis. Para no torturarlo más con la espera, empapo mis dedos con mi saliva y los llevo entre mis glúteos.

—Espera —susurra en mi oído.

Estira la mano hacia la mesilla, pero se retuerce sutil al sentir una punzada de dolor, así que me muevo, y soy yo el que abre el cajón. Veo lo que es obvio que quería coger; agarro el lubricante, el cual me quita.

—Lo quiero hacer yo —dice casi en un murmuro; está perdido en mí, acariciándome, besándome, oliéndome...

Me estremezco al sentir la fría humedad sobre mi piel. Mikhail sonríe un segundo; le ha hecho gracia pensar que el lubricante está helado, pero se centra rápido en lo que le interesa, que es en invadir mi cuerpo con uno de sus dedos.

—Oh... —suspiro; hacía tanto que no sentía esto; porque no es lo mismo hacerlo uno mismo que el que te lo hagan, porque sientes el otro cuerpo caliente pegado al tuyo, un aliento abrasándote la piel, besos que te hacen deshacerte...

Está siendo muy delicado. Me ha acariciado el ano antes de invadirlo con el dedo, para luego moverlo, entrando y saliendo muy lento; el extraño cosquilleo me hace perder las fuerzas, por lo que acabo apoyado sobre él, pecho con pecho.

Me libera por unos segundos y luego me penetra con dos dedos, arrancándome un gruñido de puro deleite. No puedo controlar mi voz, y no dejo de gemir mientras baila dentro de mí con una mano, y la otra me agarra con fuerza el glúteo, moviéndolo, marcándome el son de su danza para que me mueva a su ritmo.

De golpe, se detiene y me deja vacío.

—¿Qué... pasa? —pregunto extrañado.

—Quiero moverme —responde, haciendo el intento, pero no puede.

Le ayudo a cambiar de postura. Pongo la otra almohada a modo de respaldo, se incorpora un poco y queda más erguido.

—¿Estás cómodo?

—Sí —dice, aunque aún tiene un gesto de dolor tras moverse—. Ahora puedo comerte yo a ti un ratito —murmura, dibujando una sonrisa traviesa antes de relamerse.

Encantado con esa idea, me coloco ante él de rodillas, dejando frente a su rostro mi erección. Sus largos y fuertes dedos la envuelven con sumo cuidado, y la acarician delicadamente y sin prisas. Añade sus besos poco después, haciéndome estremecer unos segundos. Tras mimarme con sus labios, pasa a devorarme. Obviamente, su técnica es increíble; me envuelve el pene por completo, juguetea con la lengua, succiona, lo besa... Tiene un ritual hecho para el placer.

Apoyo las manos en el cabecero e intento mantener la postura, algo que me está costando, sobre todo cuando retoma la invasión de mi interior.

Nunca había gemido tanto; Mikhail sabe dónde y cómo tocar; ha logrado calentarme y excitarme hasta el límite.

—E-espera —imploro, separándome, alejando mi pene de sus labios.

—¿Muy intenso? —pregunta, relamiéndose y sonriendo.

—Ajá...

No sólo es que él sea bueno, que lo es, y mucho, pero es que hace tanto tiempo que no me tocaba otro hombre... Y, siendo sincero, Borja, con el tiempo, dejó de ser lo que era, por lo menos conmigo.

—¿Puedo jugar un poco más o...?

—No creo que... aguante —musito con poco aliento.

—Mm... Lástima, porque estás muy bueno.

La tentación de Adánحيث تعيش القصص. اكتشف الآن