Capítulo 20

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Adán


Entro en el local, luchando por dibujar mi mejor expresión tras la conversación con Mikhail. Sonrío como puedo al acercarse Mama Rose, que me planta la mano delante; la tomo, le doy un beso en el dorso y saludo.

—Buenas noches —digo amable.

—Bienvenido de nuevo, querido. —Se coge de mi brazo y empieza a andar, llevándome a la punta de la barra—. ¿Puedo preguntarte por Misha? —indaga preocupada—. Creo que le molesté bastante el miércoles, y... ni siquiera sé si vendrá hoy.

—Vaya, no sabía que la conversación con él había tenido semejante onda expansiva —comento pesaroso.

Me acomodo en el taburete, y ella se pone al otro lado de la barra.

—Fui demasiado desvergonzada; no debí meterme de ese modo en su vida. —Su habitual mirada luminosa se ha esfumado.

—Te preocupas por él, y eso no es malo —indico, cogiéndole la mano con cariño—. Me da la impresión de que prefiere huir a enfrentarse a sus sentimientos, o a los míos.

—Aun así, no debería meterme de semejante modo en sus asuntos.

Sonrío dulcemente y aprieto más la mano.

—Tiene suerte de tenerte; no le des más vueltas. Al final, irremediablemente, todos debemos abrir los ojos a la realidad y tomar una decisión.

—¿Has hablado ya con él?

—Lo acabo de hacer.

—¿Ha venido? —indaga, mirando hacia la puerta.

—Estaba fuera; le he dicho que le espero aquí, pero... —Trago con fuerza, sintiendo que ni siquiera mis palabras le han llegado, temiendo perder algo que ni siquiera he logrado tener—. Quizá se haya ido. —Sólo siento vacío en mi interior.

—Misha... —suspira con alivio.

De sopetón, me giro; ¿tanto deseo verle?

Se acerca más tímido e inquieto de lo que jamás le he visto; ha perdido sus andares de galán.

—Ho-hola —dice con voz queda, desviando la mirada, supongo que temeroso de enfrentarse a Mama Rose, a mí o a ambos.

—¡Me has tenido en un sin vivir! —exclama ella, haciendo que los clientes de alrededor nos contemplen antes de seguir con sus conversaciones; los espectáculos aún no han empezado, así que la gente está bebiendo y charlando animada.

—Lo siento —se lamenta, mirándola con desazón.

—Lo sé —apunta ella, sonriéndole con cariño—. Y yo.

—Bueno, yo debería ir poniéndome a currar, ¿no? —digo tras mirar el reloj; sé que la primera actuación empieza pronto.

—Os he reservado la mesa de primera fila —indica Rose—. Pedid lo que sea, que invita la casa. Y tú, bombón —dice al mirarme—, eres libre de moverte por todo el local. Pide lo que necesites.

—Gracias —respondo amable, dedicándole una sonrisa algo más relajada y animada; aunque no sé aún como sentirme, ni si he de esperar una respuesta por parte de Mikhail o simplemente rendirme y no hacerle daño con mis insistencias.

—¿Estás bien para trabajar? —me pregunta él, que seguro ha leído mis pensamientos en mi gesto.

—Sí, claro; he trabajado en peores momentos de mi vida —aclaro, haciendo que aún brille más intensamente la tristeza de sus ojos—. No tienes que sentirte mal; lo que no te mata... ¿Vamos a la mesa?

La tentación de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora