Capítulo 42

94 14 0
                                    

Adán


Despierto con un extraño sonido en la puerta, algo que no sé reconocer, como un extraño toqueteo en la hendidura.

—Vale ya —gruñe Mikhail adormilado.

Un maullido suena como respuesta, haciendo que caiga en que no estoy en mi casa, ni en mi cama.

Vuelvo a oír a los gatos.

—Sois muy pesados —exclama Mikhail, que se mueve y choca conmigo—. Mm... ¿Qué...? Oh, Adán, lo siento...

—Te habías olvidado de que estaba aquí, ¿verdad? —pregunto divertido, aunque bastante dormido aún.

—Perdona, es que hace años que no despertaba con alguien al lado.

—¿Por qué te disculpas? —Me acerco y me acurruco en su pecho—. Yo tampoco sabía dónde estaba, pero me alegro de haber despertado aquí.

Cuelo mi mano bajo su camiseta, acaricio su cálida y suave piel, sintiendo como el cosquilleo se la eriza. Su torso se expande y contrae con la respiración cada vez más inquieta. Me paro sobre su pectoral, clavando sutilmente los dedos, notando como su corazón se acelera poco a poco, y sé que es por mis caricias, y porque he acercado mis labios a los de él; he rozado mi boca con la suya, pero no le he llegado a besar, porque no sé si debo después de todo lo que ha ocurrido.

Mikhail me abraza. Cuela el brazo bajo mi cuerpo, llevando la mano a mi nuca. Su otra extremidad, más inquieta e insegura, recorre mi costado, bajando lentamente, llegando al muslo, donde descansa para agarrarlo con dulce intensidad. Roza la nariz con la mía. Siento un suspiro morir en mi rostro. Mueve los labios, acercándolos a los míos, pero no me besa. Todo su ser está encendiéndose, y parece tentarme entre suspiros, entre caricias que no acaba de darme y besos que no llega a robarme.

—Mikhail... —susurro cada vez más caliente.

—¿Sí? —murmura ido, perdido en lo que desea darme, y en controlarse.

Me acerco más. Muevo mi cuerpo buscando el suyo. Quiero sentirme deseado, querido. Quiero besos, caricias, gemidos. Pero no sé si puedo pedirle que se deje utilizar así; me han quitado tanto que, en estos momentos, sólo quiero hacer algo que me haga olvidar que me han usado y tirado como si mis sentimientos no contaran.

—Qui-quizá debería... levanta...

—No te vayas —me interrumpe.

—Pero... es que no quiero usarte, no quiero hacer nada por despecho, porque tú te mereces más —digo con tristeza; Mikhail me gusta mucho, pero quizá deba tomarme las cosas con calma.

—Si me usaras, ¿te sentirías mejor? —pregunta sin alejar sus labios de los míos; está tan cerca que noto el roce de su piel sobre la mía cada vez que los mueve para hablar.

—¿Cómo iba a sentirme mejor? No quiero usarte.

—¿Seguro? —indaga con voz penetrante—. Si lo que te apetece es sentirte deseado, si quieres dejar de pensar... Adán, aquí me tienes. No me importa que ahora sólo quieras sentir que mandas de una vez en algo de tu vida. —Enreda los dedos entre mis cabellos con una mano y la otra la lleva a mi glúteo—. Si quieres desahogarte..., yo...

—Ah... —suspiro al notar como roza su dura entrepierna con la mía.

—Haré lo que me pidas... —dice casi sin voz, dejando claro que está cada vez más excitado.

—No quiero... usarte. Tú... A... A ti ya te han utilizado demasiado, y para mí eres... eres...

Clava los dedos en mi piel, arrancándome un gemido.

—¿Qué soy? —gruñe impaciente, rozando sus labios con los míos una vez más, restregando su erección con fuerza al acercarme con la mano que retiene mi culo, tentándome sin compasión.

—E-eres... Ah... Eres... Tú... me importas... Tú... Ah... —Me encojo. Agarro su camiseta. No sé qué hacer contra lo tentador que es.

—¿Quieres follar sin más? o... —pregunta, tirando con cuidado de mis cabellos para que alce la cabeza—. ¿Quieres que te muestre lo que siento por ti?

—Yo... Mm... No sé... No... —Me siento perdido, porque, pese a que le he perdonado, aún es pronto para hablar de relación después de lo ocurrido.

—Pídeme lo que quieras —susurra tórridamente—. Sé que tú, si me utilizas, es porque lo necesitas. Ya me has dicho que te importo; ya tengo suficiente y no te pido nada más. Así que dime ya lo qué quieres. —Está impaciente y se mueve más intensamente.

—Yo... Ah... —Intento besarle, pero se aparta.

—Dilo.

—Quiero... Yo quiero... sentirme bien —susurro, deseando perderme entre sus brazos.

Mikhail me besa. No vacila, no se frena; es intenso, seguro, y está dispuesto a arrastrarme al fuego. Se mece, haciendo que mi entrepierna arda con el roce. Gimo y suspiro.

—Pa-para... —imploro, porque no puedo aguantarme.

—¿Por qué? Ya te he dicho que...

—No es eso... Yo casi...

—Mm... ¿Tan cachondo estás?

—S-sí...

—¿Tienes prisa o quieres hacerlo despacio?

—Quiero... —Me cruza una idea fugaz y, sin titubear, tiro de él, que se pone sobre mí—. Quiero sentir tu interior —susurro antes de apretarlo contra mí y besarle con fuerza.

—Mm... Sí, me gusta cómo suena —gruñe extasiado, intentando besarme, pero lo detengo.

—Mikhail.

—Dime.

—No quiero que esto sea un simple polvo. No puedo.

—Pero por mí está bien; no tienes que preocuparte. También está bien tener sexo por tenerlo; no te hace peor persona.

—Ya lo sé, pero no es eso.

—¿Entonces?

—No es sólo que quiera cambiar el rol, es que quiero que seas mío, sólo mío.

—¿A... A qué te refieres? —pregunta sorprendido.

—A que, si estás dispuesto a esto, a dejarte usar sólo por hacerme sentir bien, no quiero dejarte escapar. Mikhail, si tú sientes algo por mí...

—Lo siento, de verdad que siento algo por ti, y me daigual que sea pronto para pensar en ello. Si quieres que sea tuyo, lo seré,pero tú... —Me coge los brazos y los coloca por encima de mi cabeza—. Tú tienesque ser sólo mío.

La tentación de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora