Capítulo 25

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Mikhail


No quería que Mama Rose avisara a Adán, se lo dije muchas veces, pero ella hace lo que le da la gana, como siempre. Aunque he de reconocer que tenerlo al lado me hace sentir mucho mejor, más tranquilo.

Ahora estoy pensando en cómo debería actuar después de lo que ha hecho André. Adán ya está muy angustiado, si le digo que ha sido él, quizá lo meta en problemas al ser compañeros; no quiero que se pelee con ese desgraciado o algo así, porque, a fin de cuentas, yo acepté todos los términos que me fue imponiendo para llevarme el dinero, y tampoco quiero entrar en detalles con Adán sobre eso, bastante tiene con saber que me he acostado con tantos hombres.

Aprieto la mano que ha puesto sobre mi pecho; necesito su confort, como él el mío.

—Eh, no sabía que tenías gato —exclama, haciéndome abrir los ojos; la «zarina» asoma por la puerta, se mantiene distante, pero siente curiosidad por él.

—Estoy cuidando a los gatos de mi madre. —Quiero incorporarme, pero me duele y ahogo un quejido.

—No te muevas —pide paciente y con amor—. Así que cuidando gatos, ¿eh? ¿Cuántos tiene?

—Dos; esa es Aleksandra, y el otro es Nikolay.

—¿Qué clase de nombres son esos para unos gatos?

—Mis sobrinos se los pusieron. Mi hermano pequeño es profesor de historia, especializado en la rusa, así que les habló de los zares, y a los chiquillos no se les ocurrió mejor nombre que el del último zar y su esposa.

—Qué monos... —Sonríe; parece feliz de saber más de mi vida—. Seguro que les gusta tener dos raíces a las que querer.

—Sí, mucho, aunque más les gusta hacerse los extranjeros y tomar el pelo a la gente —cuento con ganas de reír.

—¿Cómo? —pregunta curioso y divertido.

—Sergey, mi hermano, les ha hablado en ruso desde pequeños, para que sean bilingües, así que van por el mundo haciéndose los guiris; cuando la gente cree que no los entienden, les hablan en español para dejarlos mal.

Adán ríe; es como música celestial, sobre todo después de haberlo visto tan preocupado.

—Vaya trastos...

—Sí, pero es que Sergey era igual; nos llevaba de cabeza.

—Mm... ¿Y tú eras el hermanito bueno?

—Más bien me tocó ser el padre.

—Oh...

—Mi madre trabajaba para sacarnos adelante, así que, siendo el mayor y el más responsable, me tocó cuidar de mis hermanos.

—¿Cuántos sois?

—Tres; Sergey, el pequeño, mi melliza Mariya y yo.

—¿Sois mellizos? Qué genial. A mí me habría gustado tener hermanos; aunque quiero a Fran, Yago y José como si lo fueran.

Adán parece más animado, más feliz. Hablar de mi familia me parece insólito, ya que con los clientes nunca comparto mi vida privada, pero claro, Adán ha pasado de ser un «cliente» a algo más.

—¿Y tu familia sabe lo de tu trabajo? —pregunta sin saber si debe hacerlo.

—Los niños no, obviamente, pero los demás sí.

—Me da la impresión de que es por alguno de ellos que haces este curro.

—¿Qué te hace pensar eso?

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now