Capítulo 49

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Mikhail


Me he quedado mudo al oír a Adán decir que me quiere. Me da miedo que lo haya dicho porque yo lo he hecho antes, pero me acaricia el rostro, me sonríe y me mira con muchísima dulzura, y entonces pienso que puede ser verdad, que ¡es verdad!

—Misha... ¿No vas a decir nada?

Niego con la cabeza antes de besarle; con eso lo digo todo, no necesito palabras, sólo he de mostrarle lo que siento con mis actos fuera y dentro del dormitorio, todos y cada uno de los días que estemos juntos.

Quiero volver a descender, pero me detiene cuando se percata de mis intenciones.

—¿Ocurre algo? —pregunto extrañado.

—No... no bajes —dice tímidamente.

—¿Por? ¿Es que no te gusta el oral?

Niega y se sonroja.

—No es eso.

—¿Entonces? —insisto curioso.

Se encoge vergonzoso, con las mejillas cada vez más ruborizadas. Yo sonrío, viendo clara la respuesta.

—Es que...

—¿Sí?

—M-me gusta mu-mucho.

—Ah... Así que te gusta, ¿eh? Entonces, es porque has estado a punto de...

—No seas malo —pide con vergüenza, tapándome la boca con la mano.

Me río divertido, encantado con su reacción. Separo la mano tras besarla.

—¿Te da vergüenza? —Sonrío aún más cuando tiembla sutil—. ¿No quieres que te pregunte si te gusta tanto que estás por correrte ya?

—Mm... Calla —pide tapándose la cara.

—¿Por qué tanta timidez de repente? —pregunto curioso y encandilado por ello.

—E-es que... No estoy acostumbrado a todo esto. Me pasé mucho tiempo con el mismo hombre, y aún me cuesta no pensar en que no estoy a tu altura y que...

—Eh, mi amor, no tienes que sentirte mal por nada —interrumpo antes de darle un beso en la frente—. Perdona, debería dejarte hablar.

—No te preocupes, sólo quieres hacerme sentir mejor.

—Aun así, tienes que expresarte.

—Mm... Sólo... Sólo intenta ser menos intenso, por favor —pide dulce y retraído—. No estoy muy acostumbrado.

—Lo haré con más calma.

—Gracias.

Le beso la frente, luego sobre el párpado, la mejilla y acabo en los labios. Voy despacio, dejando que él marque el ritmo. Me acaricia la espalda, llevando luego una mano a la nuca, la otra desciende hasta mi nalga, colándose bajo el pantalón y el calzoncillo, apretando los dedos cuando siente mi piel.

Mezo mi cuerpo contra el suyo, deseando sentir piel con piel, y parece que Adán también, porque me baja la ropa; me muevo y me acabo de desnudar.

Nuestras voces escapan lascivas al unísono justo cuando nuestras erecciones se tocan. Nos movemos en un vaivén lleno de deseo.

Impaciente, saco el lubricante de la mesilla. Adán se da la vuelta. Me mira y sonríe agitando sutil el culo, haciéndome gruñir por lo mucho que eso me gusta. Empapo bien la zona anal y la acaricio con los dedos. Jugueteo un rato, sin prisas, haciendo que lo disfrute todo lo posible.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now