Capítulo 41

107 15 2
                                    

Mikhail


Tras dejar a Adán en la habitación, vuelvo al salón, me dejo caer sobre el sofá y lucho por contener la ira que siento hacia André.

Oigo mi teléfono. Miro en la pantalla y leo: «Fran». Le di mi número personal antes de ir a por Adán por si quería saber de él.

Descuelgo.

—Ya está en mi casa —digo antes de que pregunte.

—«¿Cómo está?».

—No sabría decir —respondo con dolor.

—«Lola me dijo que lo dejó bastante hecho polvo».

—Algunas marcas no se le borrarán.

Oigo un gruñido y un golpe al otro lado.

—«El día que lo pille... ¡Ese hijo de puta!».

—Quizá deberías venir a por él mañana.

—«Te dije que...».

—Lo sé, pero no sé si funcionará; está muy mal, y no quiere ni verme.

—«Pues apechuga».

—Le hago daño.

—«Le has sacado de su casa, te has quedado con él, ¿de verdad crees que no lo agradecerá? Puede que no sea hoy, ni mañana, pero si te quedas de verdad, si dejas de huir, un día volverá a aceptarte».

—No quiero huir, pero si verme le hace daño... Prefiero mil vidas lejos de él a hacerle pasar por un trago peor.

—«No lo haces, créeme».

—Si tú lo dices...

—«Le conozco mejor que nadie; sé que ahora no quiere ver a ninguno de los amigos de toda la vida, porque piensa que nos molestará, así que es mejor que esté contigo, o estaría en casa, y eso sí que lo estaría destrozando».

—Cuidaré de él.

—«Más te vale. Mañana llamo, a ver cómo va».

—Cuando quieras.

—«No le dejes mucho rato solo».

Se despide y cuelga.

Con la última petición de Fran en la cabeza, y con el deseo de estar con Adán, me levanto y voy a la habitación. Oigo sus llantos ahogados tras la puerta, la cual abro y cierro cuando entro.

Me tumbo en la cama, quedando ante él, que se encoje, aguantándose, pero al sentir mis caricias sobre los cabellos, vuelve a llorar. Se desahoga unos minutos, hasta que se calma, y el silencio no me deja saber si al final se ha dormido.

—Él... —dice casi sin voz—, era el amante de Borja.

—Dios... —susurro al acabar de encajar las piezas.

—Dijiste que no me fiara, y aun así... Soy tan idiota...

—No, no lo eres; se aprovechó de tu dolor, del mío y de la situación.

—¿Por qué no creíste en mí? ¿Por qué me dejaste? Si fuiste tú el que me advirtió sobre André.

—No quise fallarte.

—Pero lo hiciste, y quiero saber la razón.

Pese a que me duele recordar ciertas partes de mi vida, sólo pienso en consolarle, porque más doloroso me resulta dejarle sin respuestas.

—Por mi vida han pasado varios amores. Al primero le mentí; no le conté sobre mi trabajo, cuando la relación fue en serio, le conté todo, y me dejó.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now