Capítulo 62

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Adán

Pese a que estoy muy a gusto, un fresquito muy molesto me recorre la espalda, despertándome. ¿Estamos en el sofá? Pues, sí, y desnudos, lo que explica mi malestar.

—Misha... Misha... Despierta, cariño.

—¿Mm...? —Está tan dormido que sólo puede gruñir.

—Vamos a la cama, amor, que vamos a coger frío. Se me está quedando el culo helado.

—Mm... Pobrecito... —musita con voz ronca, tocándome el trasero—. Sí, está frío.

—Qué idiota... —Río, intentando incorporarme.

—Espera, no corras tanto —pide antes de bostezar.

Se mueve despacio, porque está más dormido que despierto. Logra sentarse y ponerse en pie, permitiéndome hacer lo mismo. Lo cojo de la mano y tiro de él hacia la habitación. Es meternos en la cama, y caer dormidos al instante.

Despierto a primera hora, tanto que casi ni hay sol; me olvidé de bajar las persianas. Me levanto despacio, procurando no molestar a Misha, que está durmiendo la mar de a gusto.

Bajo las persianas y corro las cortinas, asegurándome de que nada moleste a mi querido hombre. Después, voy al baño, me ducho y aseo, saliendo con el albornoz directo al salón, donde está mi móvil.

Busco en la agenda el número de los que un día fueron mis suegros, y antes de darle a llamar, necesito respirar hondo y calmar mis nervios, porque mi relación con ellos no fue precisamente la mejor, y, después de quedarme viudo, el trato fue a peor por temas de la herencia y de dinero, así que llevo siglos sin hablar con ellos.

Llamo. Tras dos toques descuelgan. Es Amancio, el padre de Borja.

—Ho-hola —balbuceo inquieto—, soy... Adán. Siento llamar tan temprano, espero no molestar.

—«Mucho tiempo sin saber de ti. Me enteré de lo que sucedió con tu amigo; lo siento mucho». —Suena tranquilo y amable, aunque sé que es por apariencia; en esa familia todos han sido siempre muy hipócritas.

—Gracias.

—«¿Necesitas algo?».

—La verdad es que sí. —Imagino que ahora estará pensando que sólo llamo por interés, aunque tampoco se equivocaría—. Quiero vender la casa, y pensé que, después de todo lo que invertisteis, y por Borja, quizá os interesaba quedaros con ella.

—«Ven a las ocho para el desayuno, y hablamos».

Tras unas pocas palabras más de ida y vuelta, nos despedimos, confirmando mi presencia en su casa.

Voy a la habitación para vestirme e irme, sin intención de despertar a Mikhail, porque pienso que necesita dormir.

—¿A dónde vas? —gruñe más que hablar.

—Perdona, no quería despertarte. Voy a desayunar a casa de los padres de Borja, por lo de la casa.

—¿Ahora?

—Sí. Tranquilo, sigue durmiendo.

—No, espera. Si me das unos minutos, te llevo. —Se incorpora, estirando los brazos y bostezando.

—No es...

—Ya, ya... Pero a mí me apetece estar ahí contigo. —Su mirada es clara, diciendo: «por si lo pasas mal, quiero estar a tu lado».

—Bueno, si es lo que quieres...

Se levanta con una sonrisa somnolienta, viniendo hacia a mí. Es demasiado hermoso así de sobadito y desnudo. En cuanto se para ante mí, lo abrazo y empiezo a besarle con ganas.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now